Everlake

E4: El tiempo Roto

El grito que emergió del reloj no era un simple sonido: era un torrente de emociones desgarradoras que hizo que Emma, Clara y Nate se estremecieran hasta los huesos. Era como si el dolor de cientos de almas atrapadas se condensara en un solo alarido, llenando el aire con algo más que miedo. Era desesperación pura.

Emma dio un paso atrás, su linterna temblando en su mano.

-¿Qué... qué es esto?

Nate miró alrededor, esperando encontrar algo que explicara lo que acababan de presenciar, pero el claro estaba desierto. No había señales de animales, ni viento, ni siquiera el crujir de hojas bajo sus pies. El bosque entero parecía haber contenido la respiración.

De repente, el reloj comenzó a resonar con un tic-tac profundo y antinatural, cada sonido más fuerte que el anterior. Las agujas, que antes estaban congeladas, comenzaron a girar hacia atrás, cada vez más rápido. El péndulo se balanceaba furioso, como si una fuerza invisible intentara liberarlo de su prisión.

-Esto no es real, -murmuró Clara, abrazándose a sí misma-. Tiene que ser un sueño.

Pero Emma no podía apartar la vista del reloj. Había algo en él que parecía llamarla, una voz que no podía ignorar. Sin pensarlo, dio un paso hacia adelante y, antes de que sus amigos pudieran detenerla, tocó el péndulo.

Todo se detuvo.

El bosque desapareció, el claro se desvaneció, y Emma sintió que caía en un abismo infinito. Cuando abrió los ojos, ya no estaba en Everlake. Estaba de pie en una habitación oscura, iluminada solo por un candelabro colgante. Las paredes estaban cubiertas de espejos, y en cada reflejo veía algo diferente: a Liam gritando, a Clara y Nate corriendo en la oscuridad, y a sí misma, más joven, mirando fijamente el lago con una expresión que no recordaba haber tenido.

-Bienvenida, Emma.

La voz la sobresaltó. Era suave pero inquietante, y parecía venir de todas partes. Emma giró sobre sí misma, buscando al dueño de esa voz, pero no había nadie.

-¿Quién eres? -preguntó, intentando sonar valiente aunque su corazón latía con fuerza.

Un hombre salió de las sombras. Su rostro estaba parcialmente cubierto por una máscara de madera tallada con el símbolo del círculo y la línea. Llevaba un traje oscuro y elegante, pero sus ojos, los únicos visibles, eran completamente blancos.

-Soy el guardián del equilibrio, -dijo, inclinando ligeramente la cabeza-. Y tú... tú has roto las reglas.

Emma sintió un nudo en la garganta.

-¿Qué reglas? Yo no hice nada.

El hombre dio un paso hacia ella, y con cada movimiento, las sombras en la habitación parecían moverse con él.

-Cada acción tiene una consecuencia, Emma. Tú buscaste respuestas donde no debías. Ahora, el equilibrio se inclina, y los que están atrapados entre mundos han despertado.

-No entiendo, -dijo ella, retrocediendo.

El hombre extendió una mano, y de repente, los espejos comenzaron a cambiar. Ahora mostraban escenas horribles: personas siendo arrastradas al lago por sombras, figuras encapuchadas realizando rituales bajo la iglesia, y, finalmente, a Liam, gritando mientras el símbolo del círculo y la línea se grababa en su piel.

-El reloj es la clave, -continuó el hombre-. Es un puente entre tu mundo y el nuestro. Si no lo detienes, todo lo que conoces será consumido.

Antes de que Emma pudiera responder, el hombre se desvaneció en una ráfaga de viento, y la habitación comenzó a desmoronarse. Los espejos se rompieron, y Emma sintió que caía de nuevo, como si el suelo se hubiera abierto bajo sus pies.

Mientras tanto, en el claro

Clara y Nate miraban con horror cómo el cuerpo de Emma permanecía inmóvil frente al reloj. Sus ojos estaban abiertos, pero vacíos, como si su alma hubiera sido arrancada de su cuerpo.

-¡Emma! -gritó Clara, sacudiéndola desesperadamente-. ¡Despierta!

Pero no hubo respuesta.

El tic-tac del reloj se hizo más fuerte, y de repente, las sombras del bosque comenzaron a moverse. Al principio eran sutiles, pero luego comenzaron a acercarse, tomando formas humanas. Eran altos, delgados, y sus rostros eran meros agujeros oscuros.

-Tenemos que sacarla de aquí, -dijo Nate, agarrando a Emma por los brazos-. Esto no es seguro.

-¿Y adónde iremos? -respondió Clara, con lágrimas en los ojos-. No hay forma de escapar de esto.

Las figuras se acercaban cada vez más, rodeándolos. Y entonces, uno de ellos habló.

-Ella pertenece a nosotros ahora.

Nate, impulsado por el pánico, tomó una roca y la arrojó hacia la figura más cercana. Pero la sombra simplemente absorbió el impacto, y su voz retumbó en el aire.

-El sacrificio debe completarse.

El regreso de Emma

De repente, Emma respiró con fuerza, como si hubiera salido de un profundo sueño. Sus ojos estaban llenos de terror, pero también de determinación.

-Tenemos que romper el reloj, -dijo, con una voz que no parecía suya-. Ahora.

Nate y Clara la miraron como si estuviera loca.

-¿Qué? -exclamó Clara-. ¿Cómo vamos a hacer eso?

-Confíen en mí, -dijo Emma, levantándose con dificultad-. Es la única forma de detener esto.

Sin pensarlo más, Emma corrió hacia el reloj, arrancando una de las rocas del suelo. Antes de que las sombras pudieran reaccionar, golpeó el péndulo con todas sus fuerzas. El sonido del impacto resonó como un trueno, y el reloj comenzó a agrietarse.

Las sombras lanzaron un grito colectivo, un sonido tan agudo que hizo que Clara y Nate se taparan los oídos. Pero Emma no se detuvo. Golpeó una y otra vez, hasta que el reloj finalmente se rompió en pedazos.

Por un momento, todo quedó en silencio. Las sombras se desvanecieron, el claro recuperó su calma, y el bosque volvió a respirar. Pero Emma sabía que no había terminado.

Cuando miró hacia los restos del reloj, vio algo que la dejó helada: una pequeña caja de metal, enterrada entre los escombros. La abrió con manos temblorosas, y dentro encontró un pedazo de papel con una sola frase:



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En el texto hay: misterio, suspenso, pueblo

Editado: 08.01.2025

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