Un año, muchas veces, no es tiempo suficiente para sanar.
Puedes intentar ocultar tu dolor y esconder tus sentimientos de aquellos que te rodean. Tal vez logres controlar, aunque sea un poco, a tu maltrecho corazón. Podrías encerrar tus pensamientos en una jaula profunda en tu mente, pero nunca será suficiente para engañarte a ti misma, a esos recuerdos que persisten, incluso a tu propia conciencia.
Las canciones que solías amar se convierten en ecos de lo que fue, y es difícil olvidar su melodía. Te invaden los sueños cada noche, incesantes y dolorosos, que te recuerdan la traición que arrastras.
Las canciones se tornan un recordatorio de lo que podría haber sido, mientras intentas encontrar paz en medio de la tormenta.
Hay personas que merecen el cielo por sus acciones, y luego está él, que merece el puto infierno por cada mentira, por cada lágrima que se derramó de mis ojos.