La fiesta estaba yendo de maravilla, la fraternidad donde se llevaba a cabo era casi del tamaño de la casa de mis padres, así que ya podéis haceros una idea del tipo de persona que vivía aquí, la crème de la crème.
Había de todo, un bar tender profesional en una barra nada improvisada, un DJ con todo su equipo, juego de luces, pero si esto parecía una discoteca. En la cocina había diferentes platitos con comida y más alcohol.
Sí que saben divertirse estos chicos.
Adrián me presento a muchos de sus amigos y compañeros de clase. Pocos fueron de mi agrado, la verdad, no me agradan las personas que se creen mejores que los demás por sus cuentas bancarias.
Bailamos entre uno de sus grupos de amigos, tomamos unas cervezas bien frías. No quería tomar nada demasiado fuerte, no estaba rodeada de personas de confianza como para descontrolarme.
Me dejé guiar hacia la cocina por Adrián.
—¿Qué tal la estás pasando? —preguntó abriendo la nevera.
—Bien —tome la cerveza que colocó frente a mí.
—¿Solo bien?
—Me estoy divirtiendo — especifiqué sirviendo el contenido de la lata en uno de los vasos rojos.
—Has pensado en lo que hablamos la otra noche —alzó la voz para poder ser escuchado.
La música estaba demasiado alta, molestaba para hablar hasta en la cocina.
—La verdad es que...
Me interrumpió cuando sonó su móvil.
—Lo siento, tengo que contestar, voy afuera un momento —explicó.
—Tranquilo, aprovecho y voy al baño.
Se marchó por la puerta que había al fondo, miré a mi alrededor y me di cuenta de que no tenía ni con quién hablar.
Un platito de galletas con chispas de chocolate llamó mi atención, robe una y me fui en busca del baño.
Luego de devorar la deliciosa galletita, subí al segundo piso y busqué la cuarta puerta.
Giré el picaporte sin detenerme a tocar antes, tenía un poco de urgencia, me estaba haciendo pis. Mis pobres ojos lamentaron de forma inmediata que no tocará antes.
—Joder, disculpa, disculpa —dije tapándome los ojos.
Había una pareja cogiendo como conejos, con tantas habitaciones que había, tenían que elegir el baño.
—¡Cierra la puerta! —gritó la chica.
—¡Oh! Claro, disculpa —cerré de forma inmediata.
Joder, por qué tenían que pasarme estás cosas a mí.
¿Desde cuándo no tenemos meneó del bueno?
Desde hace un buen tiempo.
¡Que envidia!
No lo voy a negar.
Ya podían apurarse un poquito, necesita entrar al baño con urgencia. Estaba intentando con todas mis fuerzas no ponerme a dar brinquiños.
La puerta se abrió, la chica salió acomodando su falda y el chico tocándose el cabello, con una sonrisa y con la vista en el trasero de la chica.
Entre al baño mirando con cara de asco la encimera, yo ahí no posó mis manos.
Cuando termine de hacer pis, me incorporé, comencé a sentir un calor recorrerme el cuerpo.
Me invadió de pronto un mareo, traté de sujetarme de una estante que había a mi derecha, en cuanto puse una mano, tropecé con mi propio pie y tire abajo todo lo que había.
—Uff —me abaniqué con la mano.
Fui al lavabo y abrí el grifo echándome un poco de agua en la cara, pero ¿Qué me pasaba? Si lo único que había venido era cerveza y ni tantas.
Salí del baño como pude, evitando tropezar con los objetos que había esparcidos por el suelo. Todo me daba vueltas, trate de llegar a las escaleras y bajarlas sin matarme en el intento.
¿Cuántos escalones tiene esto? No creo que tuvieran tantos cuando las subí. Me aferré al barandal y las bajé poco a poco.
Una vez en el piso de abajo traté de buscar a Adrián, aunque me fue totalmente imposible.
Me aventuré en el tumulto de personas bailando, lo crucé siendo empujada de un lado a otro hasta llegar a la cocina.
Aquí tampoco estaba Adrián. Saque mi móvil, luego de dos intentos logré desbloquearlo, tenía un mensaje.
Adrián
Tuve que marcharme.
Nos vemos el lunes, diviértete.
Me ha dejado tirada, genial, ya no solo estaba mareada, sino que tampoco tenía en que regresar a casa. Volví a cruzar el mar de gente, siendo nuevamente empujada hasta la puerta.
Cuando logré cruzar la puerta y bajar las escaleras de la entrada sin romperme la boca, intente recordar donde estaba, ni siquiera sabía el nombre de la calle, así como pedía un taxi.
—¡Eh…! ¡Tú! — llamé a un chico con una camisa azul— ¿Dónde estoy?
—¿No lo sabes? —me miró con más interés del normal—. Puedo ayudarte, si accedes a venir conmigo.
—N… no, no hace falta —me alejé dando un manotazo a la mano que me había tendido.
Cruce el jardín hasta la acera pensando en como iba a regresar a casa. Debí quedarme en el apartamento, ahora estaría en la cama calentita y no aquí mareada, abandonada y congelada.
Sue me iba a matar cuando la llamara a las tres de la mañana y le contará que Adrián me había dejado tirada.
Piensa, Mara, piensa.
Lo primero que llego a mi mente fueron las palabras de esta tarde.
Puedes llamarme en cualquier momento.
No podía ser eso a lo único que acudía mi mente.
Sin importar la hora, ahí estaré para ti, Amara.
Estaba nerviosa, no sabía cómo decirle mi situación. Saque mi móvil y marque su número como pude.
Un timbre
Y si no me lo cogía.
Dos timbres
—¿Amara? —escuchar su voz por alguna razón me provocó risa.
—¡Hola, Alexito!
¿Por qué mi voz sonaba así? Parecía una ardilla.
—¿Alexito? —preguntó.
—Verás que risas te vas a echar cuando te cuente lo que me ha pasado —dije conteniendo otra risotada—. Resulta que estoy en medio de la nada y no sé cómo regresar a casa porque me han dejado tirada.
Lo escuché suspirar, mientras se me escapaba otra risita.
—¿Dónde estás? —preguntó.
—En medio de la nada.
—Hablo en serio, Amara.