Sonrisa Cerrada

Prólogo

      La respiración acelerada de Evelyn no paraba por correr varias cuadras de las calles del Quebec una de las provincias de Canadá, teniendo como vecino a la provincia de Montreal, pero eso era lo de menos, que miraba la pelinegra que corría sin parar; al lado de su cómplice de aventuras Matías Clutier alto de cabello rubio y ojos verdes, que sonríe con gran malicia por haber conseguido lo que desearon en este caso robar una tienda de deportes, más específicamente Hockey sobre hielo, el deporte que más práctica su país, además de lacrosse que era usado en el verano en algunas escuelas; pero en la de ellos era el Hockey, como pudieron se detuvieron en una calle ciega, dónde pensaron no serían visto por nadie.

   Por su parte, Evelyn se detuvo y descansó con las manos en sus rodillas, tratando de calmar su precipitada respiración; esa que la hacía sentirse cada día más viva, curvo una sonrisa, dónde pasó unos minutos mirando a su compañero, que estaba revisando la bolsa negra, donde había las cositas que robaron, siendo en este caso tarjetas con los personajes de su deporte favorito, firmadas por cada uno de los jugadores, su felicidad era inmensa, tanto que no podían con ella, hasta que su acompañante la miró y no dudo en decirle.

 

—Buena jugada Eve, no pensé que te meterías, al dueño de la tienda en el bolsillo. — comento, y ella poner sus manos en la cintura toda imponente.

 

—Pues ya lo sabes Matías, con Evelyn nadie puede. — dijo; con total orgullo, pero su compañero negó ante sus ocurrencias.

 

—Mejor busquemos un mejor lugar; para ver nuestro valioso premio. — añadió, pero ella fue rápida y tomo la bolsa negra, para llevarla consigo.

 

       El proceder de Evelyn, dejo a Matías algo inquieto; a lo que no dudo en comentar:

 

—¿Qué piensas hacer?

 

—Sencillo las llevaré conmigo Matías, no quiero problemas como la última vez. — dejo en claro, pero la seriedad de él, fue más que suficiente.

 

—Sabes, que yo no lo hice Evelyn. — objetó; en desacuerdo.

 

 

— Me importa una mierda lo que digas Matías, ahora las reglas cambian y yo llevo el paquete. ¡Estamos! — advirtió, dejando a su colega con una molestia a través de sus ojos.

 

      Para la mente de Evelyn, estaba claro que su colega era un traicionero; siempre que robaban tarjetas de deportes, faltaban algunas; así que decidió tomar la delantera, para llevar con ella el tesoro que no les importó robar, con este era cinco robos en distintos locales, su mejor arma la distracción y la agilidad de tomar lo que veían en los mostradores, sin que ellos se dieran cuenta; muchos seguro se preguntarán ¿Y las cámaras? Eso era lo de menos, Matías tenía un aparato que las hacía apagarse, cortesía de su Padre, que tiene una empresa de seguridad de alto nivel. Es por ello; que su aparato en control remoto era un regalo de cumpleaños número dieciséis.

    Pudo oír detrás de ella, como Matías refunfuñaba en desacuerdo, con lo que estaba haciendo; pero la sonrisa de triunfo nadie se la quitaba, tanto que el recorrido devuelta a su casa paso rápido, las calles estaban algo húmedas; pronto iniciaría la nieve, esa que tanto adora ver por las calles, dónde muchas familias disfrutan estar al aire libre.

 

—  Ahora dime ¿Que vamos hacer? — pregunto, su amigo y ella giro antes de ingresar a su residencia; que estaba apartada de las demás casas elegantes.

 

      Cómo pudo se giró y lo miro seriamente, para luego añadir:

 

— Matías tengo un plan y espero no me falles, ya puedes irte, llevaré la bolsa a un lugar seguro; para luego dividir, lo que cada uno le corresponde. — fue clara, algo que no le agrado a Matías.

 

—Entiendo… nos veremos después Eve, ya sabes que el jugador de oro es mío. — recalcó; lo que tantas veces, le dijo antes de hacer ese robo.

 

     La pelinegra rodó los ojos, para asi darle la razón.

 

—Lo tengo presente Matías, no pienso quitártelo. — fue todo lo que dijo, antes de volverse sobre sus pies y despedirse.

 

   Apenas logro llegar a su destino, una gran reja negra la dividía de poder ingresar a la residencia familiar; miro la ventana lateral, que estaba en el extremo derecho, dónde había una puerta, que el guardia de seguridad vigilaba todo sin perderse detalle de nada. De manera que; llega a esa puerta de acero del mismo color que las rejas, realiza dos toques precisos logrando que la abran, un señor adulto de color sale y niega, al verla fuera de casa, sin permiso.

 

—Señorita Levesque, debería estar dentro de casa y no fuera, conoce que el Señor…

 

     El dedo que levanto Evelyn, lo hizo detener su gran discurso de jefe de seguridad; detestaba que la regañaran y más si no era su Padre, el único que podría hacerlo; así que ella lo miro de forma severa importándole poco sus palabras.  




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