Sonrisa Cerrada

Capítulo I

 

Evelyn

  Mi sonrisa era amplia, por haber logrado tener esas tarjetas y coleccionarlas o en su defecto venderlas, al mejor postor que desee comprarlas, al precio que yo les daré, sin importarme nada, no es que el dinero lo sea todo, pero necesito el mío propio, mi gran Padre suele ser tacaño a la hora de pedirle y no me gusta que me pongan límites en nada. Conforme mis pasos, transitaron por los jardines de la residencia tan elegante, como pulcra de mi gran hogar tan amplio, como el corazón de mi amado papá, ya que nunca se abre a una nueva oportunidad en el amor, dice que su trabajo no le da el tiempo, cosa que no es cierto, sigue enfrascado en mamá; una mujer intachable y perfecta que nos dio la vida a mi hermano mayor Ander y a mí.

    Trago grueso; de solo pensar en mamá, todavía no puedo pensar en ella como quiero, desde su partida hace cinco años producto a un accidente de auto, todo cambio e incluso lo que soy; de modo que mi mente; se encarga de traerme a la realidad, para ver la gran casa de dos pisos en color gris y blanco, además de los cristales en las áreas posteriores, esos que brindan la belleza ideal, creando un excelente ambiente con los arbustos hechos de formas de cualquier cosa o en este caso herramientas de mecánica, siendo mi padre fanático de los autos.

   Cuando ingresó; en la entrada de la gran puerta de madera pulida, con formas en cadenas de los lados en la misma madera, sacó las llaves del bolsillo de mí pantalón de jeans claro ajustado; junto a una blusa negra corta que hace resaltar mí vientre plano como piel de porcelana y terminando con unas botas de cuero que son el mejor calzado, enseguida me acomodó el cabello corto, la bolsa negra la traigo puesta en la espalda,  en su mente ruega que su Padre no esté; inserta la llave con seguridad, pero la puerta se abre de golpe, que me deja estática como tragando hondo a la vez, por mirar a la persona que tengo enfrente.

   Siendo nada más y nada menos, que mi gran Padre Joel Levesque.

 

— ¡Evelyn Levesque! Te quiero en mi despacho ¡Ahora! — dijo con total autoridad, que me hizo estremecer.

 

   No me dio tiempo a responder, solo mover mi cabeza afirmando, que debía ir al despacho; solo me encargue de verlo dar media vuelta y mirarme por el hombro instándome a seguirle; sin reproches u objeciones, no me quedó de otra que respirar hondo como seguirlo; en el transcurso de ir al despacho iba a dejar el bolso; detrás de unos muebles acolchados en cuero marrón, aunque no me dio chance al sentir nuevamente su voz.

 

—Dije al despacho Evelyn y eso quiere decir, que tú bolso está incluido en la conversación. — eso no lo esperé, solo volví a caminar con la bolsa encima.

 

« Bien hecho Evelyn, estás en serios problemas. » — No te voy a escuchar conciencia. —

 

   Negué ante mi conciencia, que siempre me juega sucio con la verdad, pero en realidad tenía un punto a su favor, y era que la conversación con mi Padre no sería bonita, aunque quise darme ánimos de que sería lo contrario, es por ello que al ingresar al despacho; me pidió cerrar la puerta, cosa que hice sin dudar, me quedé en el centro del lugar lleno de libros a mis espaldas un inmenso librero, que abarca completamente la pared.

   Delante de mí, mi Padre en su silla de cuero fino junto a su escritorio de madera unido con los muchos papeles, que tiene de su empresa una que importa y exporta productos ligeros o pesados en la aduana principal del Quebec, la tercera que abarca la costa norte y sur del exterior.

    La causa de que este aquí es otra, me cruce de brazos manteniendo un perfil neutral de no cometer ningún problema, ante su mirada de escrutinio esa que puede doblegar a sus empleados.

 

—Dime Padre ¿El motivo de venir aquí? — pedí saber, mientras él me miraba seriamente.

 

    Se me quedó más tiempo viendo, eso era mucho que decir y no era bueno; solo detallé; cómo colocó su mano en el mentón de su barba mediana muy aseada y no dudo en hablar certeramente.

 

— ¿Qué hiciste hoy Evelyn? — pregunto, solo me descruce los brazos para contestar.

 

—Fui a visitar con un amigo el centro comercial, pensando comprar algunas cosas que necesitaríamos; para el inicio de las clases, de mi último año. — fui sincera, claro a medias.

 

—Hummm… dices que con un amigo, puedo ¿saber el nombre de ese amigo? Evelyn. — rayos otra pregunta hizo, pero debo hablar sino sospechara más.

 

—Matías Clutier. — respondí.

 

   De inmediato se puso de pie, pero camino hasta el minibar de su despacho algo pequeño, como discreto para su uso personal o de los invitados, que pueda tener en el mismo lugar, volvió a tomar una respiración, antes de ver como su Padre, daba un sorbo a su brandy escocés que le brindo la frescura, que realmente necesitaba su garganta o eso pensó; antes de oír lo siguiente.

 




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