JAN
El despertador sonó muy de mañana, logrando que me despierte como un resorte, lo desactive sentándome en la cama, bostece por unos segundos; luego fui directo al baño a lavarme la cara; como los dientes, diez minutos me tomo al mirar mi reloj de muñeca en color azul, no dude en proceder con mis flexiones en mi dormitorio, al ser algo espacioso con algo de ropa regada por allí, no me importo comenzar mis rutinas de ejercicios, siendo tres diferentes.
La primera: flexiones.
La segunda: abdominales.
Y tercera, pero no menos importante: piernas.
Cada una eran veinte, mi nivel de sudor comenzó a crecer con los abdominales, hasta que el ciclo de ejercicio termino, dejándome satisfecho con el resultado, pero un toque en la puerta me puso en alerta; que de inmediato me coloque de pie, para abrirle la puerta una grandiosa mujer que me dio la vida, solo que lo guardo para mí; sino se pondría muy presumida al decírselo; pero la sonrisa que me dio, solo basto en mí una curvatura mínima de sonrisa, ya que mi sistema odiaba sonreír de cualquier forma, pero decidí obviarlo al prestarle atención a mi progenitora.
—Buenos días hijo. ¿Todo en orden? —un asentimiento de mi parte no le basto, por lo que tuve que responder.
—Todo, en perfecto orden Madre. —respondí de forma corta, pero ella elevar una ceja; en desacuerdo.
—Haber Jan Alonso, a tú madre no le puedes mentir. — añadió, al cruzarse de brazos.
—Es cierto no puedo… estaba en mi rutina hoy tengo practica con el entrenador antes del inicio de clases, solo faltan dos semanas para que comience. —informe lo obvio, logrando la meta de que este tranquila.
— ¡Apestas a sudor hijo!, mejor apresúrate para que comas y te marches a la práctica. —dejo por sentado, que solo di un movimiento de cabeza aceptando.
Al cerrar la puerta, me quede exhalando el aire retenido, pero fui directo a la ducha me sirvió el leve descanso para bañarme, el tiempo era valioso para mí, que active mi reloj, ajustando el tiempo en que debía estar vestido y con el bolso grande, para mis practicas este año debía ser el mejor, por ser el mejor pícher de mi selección no podía faltar, era crucial ser grandes ligas, para darle la estabilidad necesaria a mi Madre que al ser cocinera, su cuerpo se agota casi un 80% cosa que no pienso permitir, ella y mi hermana menor deben tener un futuro asegurado y eso se los puedo dar yo.
Cuando hube terminado, con mi bolso en mi hombro salí de mi dormitorio, lo había organizado un poco; solo faltaba lavar la ropa, en eso era muy quisquilloso no me gustaba que nadie hiciera cosas por mí, sin mi permiso a excepción de mi Madre, a ella se lo perdonaba. Al estar en la primera planta, fui directo a la cocina con decoración en madera, el mejor material, según mi progenitora, entonces vi a Chloe comer un ticucos un tamal de la provincia de Santanecas, en su mayoría al juntarlos con carne o frijoles te llenaban de una satisfacción; enseguida le di un beso en la frente, que ella se quejó por estar comiendo, no le preste atención y me senté en mi lugar aprovechando a comer el tamal con carne guisada en trozo, más el jugoso caldo, que lo hacer poner mejor a tu paladar, y eso fue lo que hice al dar el primer bocado.
Note que mi madre se acercó para tomar asiento y dar gracias por los alimentos, mi hermanita y yo lo hicimos dejando de comer, imitando la acción de ella; para después seguir comiendo, mi estómago se sentía a gusto con la sazón que tenía la Sra. Eleanor de Sibrian todo el pueblo la conocía por su restaurante en la segunda avenida llamado (La Anita).
—Te quedan solo dos minutos cariño, puedes con eso para alcanzar el bus. —quiso saber la señora monera y de ojos miel.
Al limpiar mis labios con una servilleta, me coloque de pie con el plato, para ir directo al fregadero y lavar lo que me corresponde, es un hábito que aprendí de niño y no pienso perderlo; en eso suelo ser muy ordenado; habiendo terminado, me di la vuelta para responder.
—Soy rápido Madre, nos vemos en la tarde es seguro; que venga con unos de mis compañeros. —aclare, logrando ver que asintió, sin dejar de ver los alimentos que estaba llevando a sus labios.
— ¡Dios te cuide hijo! — grito al estar en la puerta, que no dude en responder Amen, para así emprender la marcha.
Eran solo dos cuadras completas, las que tenía que correr, eso no era problema para mí, asi que con mis zapatos deportivos puma, cortesía de un primo en EE. UU. Salí disparado, teniendo la mirada de los vecinos, y chicas mirarme, solo que en mi caso no las veía a ellas, mi mente estaba siempre adelante un solo objetivo llegar a mi práctica, sino el entrenador se pondría pesado con sus regaños y por el día de hoy, no los necesito.
Habiendo pasado las dos cuadras, tome el autobús a tiempo pague al subir y me senté cómodamente en un asiento que vi disponible, sude solo un poco pero lo necesitaba, ya que los ejercicios de calentamiento; comenzarían y no me los perdería por nada. Después, que el bus se detuvo en la ruta asignada, me baje hasta llegar al campo de béisbol, uno con excelente vista y grama agradable para correr, suspire lleno de muchas energías como siempre portando mi seriedad como jugador, que al estar dentro del espacio de jugadores, observo al entrenador anotando algo en su tabla y a mis otros compañeros estar en fila.
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Editado: 18.01.2024