Sonrisa Cerrada

Capítulo III

Evelyn

 El humor que una adolecente debe tener al viajar, deber ser lleno de extrema energía; pero en mi caso no lo es, ya que mi Padre está conduciendo en su auto deportivo de color gris un Aston Martin, que envidio por no manejar, siendo su reliquia favorita no me cede la oportunidad, bufo nuevamente por lo bajo estando en el asiento de acompañante con mis audífonos puestos, no deseo oír su voz reprochándome en todo el camino y menos 9 horas con tres minutos, para llegar al Aeropuerto Internacional de Toronto, mi trasero va a morir en ese asiento, pero mientras tenga batería en mi celular nada pasara.

   De pronto un jalón de mi audífono izquierdo es quitado, por la mano fuerte de mi Padre, que eleva una ceja en su defensa, haciendo que ruede los ojos y me termine de quitar el otro, para oír sus palabras.

 

— ¡Deja de alejarte! Es necesario hablar hija. —pidió, cosa que respire hondo al cruzarme de brazos.

 

—Te escucho Padre. —respondí, al sentir la brisa cada vez pasar por mi cabello corto y desordenarlo.

 

—Sé que estas molestas con mi decisión; pero ve lo de este modo, conocerás a tú abuela no la has visto desde los cinco años. —eso no pudo ser más incómodo, pero respondí.

 

—Padre… no quiero ver a mi abuela, seguro ni me recuerda; además usa otro castigo y te prometo que lo cumplo, pero no este. — roge, por una última oportunidad y fue en vano, al negar sin dejar de manejar con suma atención en la carretera.

 

—No será asi Eve, lamento decirte que no; es un hecho te iras a el Salvador. —zanjo con severidad, donde tuve que relajarme en mi asiento tomando fotos de lo que dejo atrás, mi hermoso país y su gente.

 

 —Perfecto… entonces déjame oír mi música. —proteste, logrando que asienta sin más remedio.

 

—De acuerdo.

 

   Eso fue todo lo que necesite, para volver con los audífonos, necesitaba oír la música de mi banda favorita Maroon 5, son lo mejor y la canción de Sugar reboto en mis oídos logrando que tarareé por lo bajo, para no perturbar a mi Padre con mi voz; no soy cantante ni pretendo, solo la ducha es testigo de mi voz, si prefiero dejarlo en mi intimidad personal.

   Luego de las maravillosas, nueve horas y sus 795 kilómetros de carretera, pudimos llegar al Aeropuerto Internacional de Toronto Pearson, uno de los más buscados en vuelos nacionales e internacionales más la aglomeración de gente en todas partes tanto al entrar como salir, me encuentro con mi Padre en la fila asignada para el vuelo de El Salvador, mientras trato de leer el libro que me dio sobre español es uno de sus idiomas que debo manejar, en mi experiencia poseo solo lo básico me falta ajustarlo profesionalmente, cosa que no será problemas porque allá, me espera un profesor que me dará las clases intensivas al igual que mi abuela Renata.

   Me enfoque en leer, hasta que llegamos a la recepción con una mujer adulta cabello rojo y ojos negros, nos atendió con suma gentileza, pero podía ver por el rabillo del ojo que ella le gustaba mi Padre, solo que este con su mirada de acero y hombre ocupado no le presto la debida atención, eso me hizo negar ante su actitud.

   Por lo tanto, al obtener mi registro de equipaje junto con mi pasaporte me quedaba solo diez minutos en espera, de que pidan abordar; mi piel se erizo de solo pensarlo; pero decidí concentrarme en mi Padre que fue por un café, al parecer el no necesitaba más que yo, guarde el libro en mi bolso negro de mano junto con otras cosas importantes; incluyendo mi laptop con ella no salgo y menos si tengo que estudiar en un país distinto, dejo de lado esos pensamientos cuando mi Papá regresa, con su afamado café latte.

   Sus ojos azules me escrutan, antes de beber un sorbo del mismo.

 

—Papá… solo quedan cinco minutos para irme, deja los nervios, ni siquiera eres tú. —lo regañe, haciendo que sonriera por primera vez en el trayecto.

 

—Tienes razón… pero me es difícil Eve, no te tendré en casa y debo acostumbrarme a ello. —explicó; al tomar una de mis manos, eso no era buena señal.

 

—Tú mismo lo quisiste Padre, asi que no vengas a echarte para atrás. —Justifique, recibiendo un asentimiento de su parte.

 

—Lo lamento cariño y gracias por traerme a tierra, este viaje marcara un antes y después en ti, quiero ver a la Evelyn Levezque que lucha y nada la detiene pero con integridad. —Dejo su punto de vista, que me hizo bajar mi cabeza tratando de no llorar deseaba no hacerlo.

 

   Toda mi vida quise reprimir el llanto, desde que mamá murió cada lagrima representa una debilidad inmensa ante mis enemigos, pero ahora me es difícil hacerlo con mi Padre, que no duda en elevar mi rostro, colocando una mano en mi mentón, eso me pone peor, ya que al ver sus ojos los míos se encuentran nublados por las lágrimas; pero lo que recibo a continuación son los brazos del mejor hombre que la vida me pudo dar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.