Sonrisa Cerrada

Capítulo XIV

Evelyn

 

   Si te dijeran que las miradas matan, entonces ahora este es mi caso, porque los ojos miel del chico, cuyo nombre es Jan; no deja de mirarme con algo de desagrado, supongo que a nadie le gusta, que lo manden y es lo que asumo, que esté pensando justo ahora. De inmediato; rompo el silencio antes de ver personas acercarse y pasar por nuestro lado, sin perdernos de vista.

 

— ¿Algo más que decir? —solté con cansancio, antes de recibir un jalón en mi brazo que me enfureció más.

 

—Lo hablaremos afuera, aquí hay mucha gente. —agrego él, solo que busque zafarme, sin tener éxito alguno.

 

—Quita tu mano, o me conocerás de verdad.

 

—Eso lo veremos niña.

 

—Deja de decirme asi, tengo nombre o lo ¿olvidas? —contraataque, volviendo a jalar que no me di cuenta, que estaba saliendo del instituto.

 

   Las quejas no paraban, como los gruñidos de frustración de mi parte; entonces decidí esperar a que se detuviera y fue lo que hizo, al pasar la calle de la misma entidad estudiantil; por lo que aproveche de golpear su hombro con gran rudeza que no le afecto en lo más mínimo, me tomo de la muñeca, para detenerme que no dude en darle una cachetada; que resonó en seco, mi rabia mermo; al lograr mi cometido. De manera que él reacciono al jalarme del brazo, para quedar pegada a su cuerpo, todo mi ser entro en tensión por su cercanía, reconociendo mi error; ya que sus ojos estaban encendidos en ira, rabia y mil cosas más.

 

— ¡Nunca! En toda tu absurda vida, vuelvas a tocarme la cara o levantarme una mano Levesque, porque definitivamente habrá consecuencias graves y no querrás saberlas. —dejo por sentado su amenaza, mientras no perdíamos contacto visual.

 

—Me importa un carajo… eso es para que no vuelvas a tocarme, sin mi permiso. —respondí en mi defensa, antes de ser soltada de mala gana por parte de Jan.

 

—Empezamos mal niña, es mejor que cambies esa actitud, no olvido lo que hiciste en el cine; eso me lo debes. —informo, tocando su mejilla levemente, antes de colocar las manos en los bolsillos del pantalón.

 

   Negué ante su osadía, que no me importo agregar, lo siguiente:

 

—Yo no te debo nada, asi que mejor olvídate que existo; a excepción de estar juntos en los grupos, que nos corresponde presentar ante el profesor; asi que mejor olvidemos lo que sucedió hace un momento. —hable con resolución; pero la negativa del latino seguía en pie.

 

—Pues… lamento decirte, que la estupidez del fin de semana, lo pagaras por haberte ayudado con el idiota de Carlos y esta vez lo harás ¿te guste o no? —zanjo con suficiencia, al irse acercando peligrosamente en mí.

 

—Tendrás que obligarme Sibrian, porque resulta que no lo haré.

 

—Lo harás o piensas que no puedo ser una piedra en tus zapatos y molestarte las veces que sean necesarias, para que lo puedas entender. —repuso, sin dejar de mirar mis ojos, que solo deseaban era estrangularlo.

 

   Para cuando intento replicar, oigo el claxon del carro de mi abuela y ciento que la conversación que tenemos se acaba de culminar, decido girar sobre mis talones, pero la voz de Jan me hace detener mis pasos.

 

—Mañana te veo después de clases Levesque, recuerda que seré tu pesadilla al dormir y despertar. —añade con una ligera sonrisa cerrada, yéndose por la misma acera con total calma.

 

—Eso lo dudo. —respondí con ironía, notando que nunca detuvo su andar por la misma acera.

 

   Con algo de molestia pise el suelo de la acera con rabia, antes de irme al auto de mi abuela que toco dos veces más; ya el ruido me estaba afectando que continúe mis pasos al abrir la puerta el ceño fruncido de mi abuela me recibe, enseguida hable para olvidar el asunto.

 

—Por favor abuela, tengo dolor de cabeza hoy las clases fueron intensas. —respondí en un fluido inglés, me faltaba ajustar un poco el español.

 

—Hummm… es raro Eve, casi nunca te da ese malestar. —objeto, no creyendo en mis palabras.

 

  Por inercia apreté mis labios, antes de recostarme y mirar hacia la ventanilla no deseaba continuar, hasta que una mano se posó sobre el dorso de la mía, llamando mi atención y encontrándome con unos ojos grises casi iguales a los de mi Madre, negué antes de hablar.

 

—Abuela ¿podemos irnos?

 

—Por supuesto hija… sabes que tenemos que hablar de esto después porque no me creo que sea por las clases, sino el joven que se fue hace rato por aquella calle. —señalo con su otra mano al frente del parabrisas, donde pude reconocer en donde se fue.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.