Evelyn
Al fin pude pedir un taxi, para venir al dichoso museo de Santa Ana uno de los más emblemáticos de la provincia del país de El Salvador, fue el único modo que tuve para no verle la cara a mi abuela, por el día de hoy; tuvimos una discusión acerca de los avances con el idioma, siento que me está desquiciando solo porque, le hable en francés en todo el camino; no es mi culpa ser canadiense son mis raíces y por nada las perderé, además estoy estancada, en este país por culpa de mi padre, esperaba un castigo diferente, pero no excluirme a otro lugar olvidándose que tiene una hija de solo pensarlo, me dan ganas de robar y comprar un boleto de regreso.
Pise el suelo con frustración, antes de ir al área de recepción, en donde una mujer de color y trenzas en el cabello; me observo con algo de recelo; también hice lo mismo, pero decidí aguantarme mi temperamento, para decir lo siguiente:
—Buenas tardes, me podría decir ¿en dónde se encuentra? las pinturas más icónicas de la región. —comente, realzando mi acento.
—Por el pasillo a mano derecha, pasas la puerta de cristal y listo. — informo con seguridad, antes de volver a ver sus papeles; que ante no vi que los tenía en su mano.
—Gracias. — fue todo lo que dije, al darme la vuelta.
Enseguida me encamine por la indicación, que antes me dieron, que al girar a la derecha, me consigo con una puerta doble de cristal, tenía una inscripción en color dorado que decía “Salón de arte frío”; fruncí el ceño levemente al leer perfectamente lo que estaba escrito, si me viera mi abuela, se le pasaría el enojo. Por consiguiente, deje que mis pies fuera hacia delante; con seguridad empuje dicha puerta hasta pasar por completo, me encontré con un pasillo amplio e impoluto con paredes en color negro y azul; además del suelo de madera que hacia un contraste perfecto cada vez que pisabas.
Al pasar por cada tramo, había una pinturas de arte increíbles en algunas reflejaba las raíces de la provincia, su gente, cultura e incluso como las familias cenaban en sus hogares, los colores eran entre marrón, azul y blanco; algo extraño pero impresionante, el nombre de los pintores estaba allí, con su firma grabada saque mi teléfono y comencé una lluvia de fotos por todo el espacio, al menos diez tomas realice, hasta que una en específico llamó mi atención, todo mi ser se tensó que solo apreté mis manos, aun teniendo mi celular en la mano izquierda.
El espacio se volvió pesado, no había nadie a mi alrededor, para ver mi rostro y sentir que la pintura; me escupía en la cara tal acontecimiento, que sucedió hace más de seis años la pintura retractaba una calle inmensa bajo la lluvia, solo que en el medio estaba un auto volcado boca abajo, dos figuras humanas se mostraban la de un hombre en el auto atascado sin poder salir, muriendo por sus heridas y una niña llorando con extremo dolor al estar de rodillas y no poder sacar a la persona, que estaba yéndosele la vida.
Sin verlo venir tape mis ojos; para no seguir notando esa pintura, que solo trae recuerdos amargos de ese día, solo tenía once años, una niña que imaginaba un mundo de colores, hasta que ese desastre acabo con la vida de mi madre y desde ese momento el dolor y la culpa, recaen en mí cada noche; que la sueño con una imagen difusa, que se desvanece tan siquiera tocando su rostro.
— ¡NO! —grite al caer de rodillas, comenzando a sollozar con las manos en mi cara.
Todo volvió tan nítido en mi mente, que solo deje que mis lágrimas calmaran o apaciguaran el dolor que por años he guardado y que jamás mi padre supo, solo lo que las autoridades, le dijeron al conseguirnos habían pasado tres horas desde el accidente y mi cuerpo nunca se apartó de la mano de mi madre, que sobresalía de la ventana del conductor, su rostro manchado de sangre, al igual que la cicatriz que tuve en mi muñeca a raíz del golpe que tuvimos, la lluvia ese día estaba torrencial, que jamás vimos un tronco mediano en todo el centro de la carretera, era un atajo que uso mamá para llegar y fue la peor decisión que tomo, porque pego contra ese tronco, dejando que el auto derrapara por el mismo asfalto, hasta que diéramos vueltas muchas veces y terminar boca abajo.
Mi cuerpo estaba en tensión, un frio me atenazo que no podía respirar tocando mi pecho, eleve el rostro alejando mis ojos de la pintura; no deseaba estar en ese lugar con algo de torpeza, me puse de pie dispuesta a correr, pero los brazos de alguien me sujetaron firmemente, tal efecto causo que mirara a la persona que tenía delante de mí, llevándome la sorpresa, de que era Jan el idiota beisbolista.
Con rapidez lo empuje, secando mis lágrimas que salían, sin parar odiaba sentirme de este modo vulnerable, ante su presencia sus ojos miel, me taladraron sin emitir emoción alguna, no podía descifrar nada en ella; asi que hable para romper con este silencio.
— ¿Otra vez? persiguiéndome “Sérieux” —le grite fuera de mí, pero solo recibí de su parte una mirada de seriedad absoluta.
Negué ante su proceder, espere al menos un minuto; para recibir una respuesta de su parte que nunca llego, solo se mantuvo con las manos en los bolsillos de su pantalón, sin apartar sus ojos de los míos, las lágrimas salían a borbotones que desee golpear algo y solo podía hacerlo con el imbécil, que vino a destruir mi paz.
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Editado: 18.01.2024