Sonrisa Cerrada

Capítulo XXIV

JAN

  Dos horas antes…

 

   Cuando hube llegado al restaurante llamado La Anita, me quede mirando la fachada de ladrillos rojos, junto a una techo de madera pintado de color blanco, una decoración que ha durado años desde su inauguración, detallo en las vidrieras grandes que posee, la cantidad de gente que hay; por ser lunes no viene casi gente me siento más tranquilo de no invadir su espacio de trabajo, sujetando fuertemente mi bolso en el hombro ingreso por la puerta de cristal, además de una campana que anuncia a otro visitante y es cuando las miradas de dos personas me notan llegar.

   Una de ellas era Margaret la encargada de servir a los clientes; una mesera con gran carisma y sonrisas para dar a todos; sin excepción no dudó en acercarse para saludar; antes de ver como Pablo estando en la gran barra dejaba dos platos para que fueran llevados a la mesa, era el segundo cocinero al mando después de mi madre, ella era la chef del lugar y también la jefe de cada uno, además de tres universitarios que ella acepto que laboraran, para reunir el dinero e irse a estudiar, en ese particular mi progenitora buscaba ayudar a los demás.

  Apenas ella se acercó no dudo en abrazarme, como siempre lo ha hecho una mujer de piel como chocolate y trenzas en su cabello me apretaba con fuerza, que solo negué al quejarme por su dureza, logrando que me suelte y toque mi pecho como tratando de recuperar oxígeno.

 

—Qué bello estas hijo, mira que tú madre no me dices nada de ti, a veces siento que no me oye. — me cuenta algo ofendida, curvo una sonrisa cerrada ante su exageración.

 

—Ya veo… me alegra verte Margaret. — digo con amabilidad y le hago una señal de saludo a Pablo, que la capta devolviéndola.

 

—Ok… ahora dime ¿Vienes a ver a tu madre? —suelta la pregunta del año, con algo de molestia asiento, no me gusta que me pregunten; solo por ser ella lo dejo pasar.

 

—Efectivamente… está en la cocina o en su oficina. — comento, por inercia a lo que Margaret responde.

 

—En la cocina Jan… ha estado probando, nuevos platillo para antes de cerrar el año, desea causar sensación en toda Santa Ana. — agrego con una sonrisa, volví a asentir antes de pasarle por un lado.

 

   Al estar en la barra amplia de cerámica, unos dos caballeros estaban comiendo los alimentos que le fueron entregados; pase de ellos por la puerta de madera que era de vaivén, del otro lado visualizo la gran cocina al estilo hogareño que posee el restaurante con un horno de fogón, donde platillos exquisitos son preparados en ese lugar, además de una mesa grande de madera con cada implemento que deben usar, pude ver a mi gran Madre cortando unos vegetales en forma de juliana; reprimo una sonrisa, al ver como antes esas manos fueron golpeadas por él, niego con molestia; haciendo que ella se dé cuenta de mi presencia.

 

— ¡Hijo! ¿Qué haces aquí? —pregunta algo confundida, al secarse las manos con un pañuelo de color verde.

 

—Vine a verte mamá, es momento que tengamos esa conversación. —hable lo que mi garganta impedía que saliera, ella bajo la mirada por un momento antes de mirarme nuevamente.

 

—No creo que…

 

  La interrumpí dando un paso al frente, estando a escasos centímetros de ella.

 

—Debemos hacerlo madre, le has dado largas al asunto y lo que sucedió el fin de semana, al aparecer en el parque; fue demasiada coincidencia, sabes que tengo razón ¡no cayes más! —dije con exigencia, logrando que ella tragara en seco.

 

   Por un momento se alejó de mi para, ir hacia la puerta de madera la cerro del lado de adentro, para evitar que nadie ingrese en el mismo lugar; por suerte no había pedidos que entregar, la tarde se veía solitaria; algo que me daba la oportunidad de entablar esta conversación con ella, era necesario.

  Cuando se dio la vuelta, mantuvo una postura de seriedad que no me dejaba dudas de lo que me diría sería muy importante, tomo dos respiraciones profundas; antes de comenzar hablar.

 

—Jan… tienes al decir que mereces saber; que hacia tú padre allí…

 

— ¡ÉL no es mi padre! — exclame, volviendo a interrumpirla algo, que no le agrado y se posiciono delante de mí.

 

—Te prohíbo Jan Alonso que me grites, soy tú madre eso no debes olvidarlo nunca. Merezco respeto y tú proceder ahora, no está siendo sensato. —me reprende como un niño, lo que me hace bufar por lo bajo.

 

—Me disculpo Madre, pero quiero respuestas. — volví a mencionar, bajando el tono de voz, tocando a la vez mi nuca; con algo de frustración.

 

   Ella entendió mi pedido, pero decidió caminar del lado contrario y mirar hacia la ventana, que da al exterior del restaurante era una vista, que te permitía mirar cada rincón como ver al personal trabajando, solo que los vidrios estaban polarizados del otro lado y nadie se daba cuenta que era observado por los dueños del restaurante.




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