Sonrisa Cerrada

Capítulo XXVI

JAN

 

    Al llegar nuevamente al restaurante, percibí la mirada de muchos a mi alrededor Margaret estaba sirviendo un plato en la mesa tres que estaba casi cerca del muro en color mostaza; el silencio no me agrado; asi que mire a todos con profunda molestia logrando que cada persona estuvieran sumergidos en sus propios asuntos, lo que menos deseaba que nadie me dijera nada o tratara de buscar respuesta que nunca van a llegar.

   Por lo que me apresure en buscar mi bolso, pero mi madre venia saliendo de la puerta de madera ya lista para irse, lo note por como tenía su cartera y mi bolso en manos, al fijar sus ojos en los míos, lo que sentí fue su decepción hacia mi persona; por inercia apreté mis manos en forma de puños, no deseaba volver con el tema tome una respiración profunda antes de hablar.

 

—Madre…

 

—Ya es suficiente, debo ir por tu hermana a casa de su amiga; en otro momento hablaremos sobre tú comportamiento. —remarco, manteniendo una postura serena, que al mirar a mi alrededor; solo se podía oír es la conversación de los pocos comensales que habían.

 

—Entiendo. — añadí, tomando el bolso para colgarlo en mi hombro derecho.

 

   Le deje el paso libre, donde me gire para seguirla; se despidió de pablo y Margaret y esta última menciono que nos visitaría en la noche; eleve una ceja reconociendo que debo mantenerme en mi dormitorio, no deseo visitas por ahora, debo encargarme de practicar y los haré en el jardín trasero esta misma noche. Por consiguiente; camine junto a mi madre a la parada de buses, en menos de quince minutos nos subimos, era bueno el transporte público le daba la oportunidad a cada persona de llegar a sus sitios de encuentro.

  Mientras detallaba las calles de la provincia; observo a mi madre al lado de mí, su rostro serio me recuerda mucho a los gesto que siempre tengo, en esa parte saque mucho de ella no por nada soy su hijo, lo único que nos diferencia son los ojos, ya que los míos son iguales a los de mi padre; trague en seco y negué por el rumbo, que estaban dando mis pensamientos.

 Hasta que una manos en mi hombro me hizo girar la mirada, cerciorándome que era ella.

 

— ¿Todo en orden hijo? — pregunto con preocupación, a lo que asentí.

 

—Sí… es solo cansancio mental y físico por la práctica de hoy. —le di como respuesta, se quedó observándome un momento hasta que volvió su mirada al frente.

 

—Te conozco tan bien hijo, que no puedes engañarme por más que lo intentes. —susurro por lo bajo, mientras negaba por como ella, podía leerme mejor que nadie.

 

   Después de eso, en todo el camino nos mantuvimos en silencio; en la casi penúltima parada nos bajamos pude reconocer la calle era la misma en donde vivía Valeria, es seguro que me la encuentre porque conociéndola siempre es una chica que se la pase por la calle y más en su vecindario, era algo inquieta para quedarse en un solo lugar; en eso se parecer a David nunca se queda tranquilo en un mismo sitio.

  Enseguida mi Madre me hizo una seña, para girar en la próxima esquina; allí pasamos una gran fila de casas en madera y cemento; hasta que nos detuvimos en una casa pequeña pintada de color lila y azul cielo, la combinación no me era agradable; pero la ignore cuando nos detuvimos en la puerta con rejas en blanco pulse el timbre, trayendo consigo el sonido de una campanita, hice una mueca hasta que vio asomarse una cabeza de melena dorada de una señora de al menos unos cuarenta años, que al reconocernos salió a recibirnos.

 

— ¡Oh! que bueno que llegaste Eleanor. — indico, al saludar.

 

   La sonrisa de mi madre apareció, para darle un beso en la mejilla como saludo a la señora, que posee una larga cabellera dorada, aunque es salvadoreña; tiene raíces de portugueses lo supe por Chloe cada vez que cuenta la historia de su mejor amiga junto a sus padres; digamos que le tiene cierta admiración que todo niño de su edad tiene al descubrir algo nuevo que le llama la atención.

 

—Si tuve algo de retraso; pero lo pude solucionar el restaurante, es como mi segundo hogar. —comenta mi madre; para pasar del tema.

 

—Bueno no se diga más, pasen adelante ¿Cómo estas Jan? —nos invitó, pero antes me observo curvando una sonrisa.

 

—Excelente. — respondí por lo bajo, pasando de ella para buscar a mi hermana.

 

    Mi accionar hizo que mi madre negará, pero no deseaba hablar más de lo debido; soy muy poco sociable las únicas personas, que han estado cerca de mí, han sido mis compañeros después de esos cinco años mi estilo de vida ha sido totalmente diferente, y no deseo cambiarlo por nada; tal vez algunos me dirán egoísta, pero no puedo evitar ser completamente sincero, deje de lado esos pensamientos concentrándome en las risas contagiosas que se podían oír en el segundo piso la dueña de la casa que era la Sra. Lurdes se acercó, al pie de la escaleras dispuestas a llamarlas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.