Sonrisa Cerrada

Capítulo XXX

Evelyn

 

  Mi gusto por los dulces no era del todo bueno, pero estar en una panadería latina, te hacia pecar por comer; cualquier dulce que pudiera haber, me encuentro con el sr. Rubén, un hombre mayor de al menos unos cuarenta años, que gustosamente me ha dado un recorrido por el lugar, para escoger el dulce o pan que desee y más si viene de la cultura salvadoreña, al menos el señor comprende el inglés perfectamente, otros de los empleados solo hablan el español, o algún acento aborigen de la región. En fin; mi sonrisa no cabe en mi rostro de tanta delicia que hay alrededor.

   Ahora me encuentro probando un dulce, que tiene por nombre el dulce de nance; es un dulce que se realiza con frutas y azúcar en agua hirviendo su color es casi marrón oscuro, teniendo como decoración azúcar en todo el dulce; al probarlo mi paladar descubre un nuevo sabor que me hace sonreír con gusto. Otro de los dulces que no pude dejar de probar y llevo, para la casa de mi abuela son las espumillas o como dijo él también, conocidos en el país de Venezuela como los suspiros son muy parecidos, eso me encanto mezclando culturas de diferentes países.

 

—Esto esta delicioso sr. Rubén. — hable en inglés, dejando que una sonrisa surque sus labios.

 

—A la orden señorita, además si desea probar más lo haremos con gusto, para los clientes nuevos; le damos la bienvenida como se lo merecen. —comento, con amabilidad, eso lo agradecí.

 

—Gracias… además, veo algo más en aquella vitrina cuénteme ¿qué dulce es? —señale la vitrina posterior; que había detrás de su espalda cosa que noto enseguida.

 

—Con gusto.

 

   Enseguida me deje guiar, por el señor bigotudo con experiencia de trabajar en esta panadería, que al contarme la historia de los inicios me quedo sorprendida de la magnitud de fidelidad, que tiene por la compañía, mis ojos no dejan de ver lo pintoresco del lugar cada espacio esta adecuado y distribuido de manera uniforme y no conforme con eso, lo que venden al público lo mantienen conservado como fresco del día, es un punto a favor.

   Al estar mirando las vitrinas el señor del otro lado, me muestra los dulces; que han sido una exquisitez, por los habitantes entre ellos el que tiene en sus manos uno un tanto peculiar, que me entrega en mis manos para probar.

 

—Este dulce tiene como nombre: Dulce de Camote. —explico, que solo desenvolví el plástico protector, hasta que deguste el dulce.

 

   Al probarlo mi sonrisa se ensancho y eleve mi pulgar de forma positiva; logrando que una carcajada sea emitida por el mayor.

 

—Grandioso.

 

—Hay mucha variedad de dulces extraordinarios, espero vuelva a visitarnos señorita. —añadió cortez, asentí dándole la razón.

 

—Con este servicio, voy a volver a venir; de eso no lo dude sr. Rubén. —repuse mirando cada dulce de distintos tamaños y colores.

  

— ¿Ya tiene su elección señorita? —pregunto, lo mire y le brinde una sonrisa amable.

 

—Sí señor.

 

    En los siguientes minutos, pude escoger dos dulces muy buenos, entre ellos el dulce de camote y el dulce de panela, que fue el mejor de todos; como regalo me dio un roll de canela, que me lo llevare comiendo en el camino, al estar en la caja pague todo con éxito y la bolsa con el logo de la panadería la lleve conmigo, me despedí del sr. Rubén; en la puerta doble de cristal y el frio de la noche me arropo por completo causándome un escalofrió por toda mi espina dorsal, lo ignore conociendo que en mi país soportaba los fríos inviernos a toda hora.

   Antes de caminar, saque el roll de canela y mordí con gusto, cerrando mis ojos; su sabor era exquisito, nada podía echar a perder mi momento de quietud solo que la voz grave de alguien; muy peculiar hizo que me detuviera de seguir comiendo. De inmediato mis ojos, dieron con los miel de él había algo en ellos, que no podía descifrar; pero me dieron la impresión que la tristeza lo estaba consumiendo, pero decidí ignorar efectuando una mueca, por verlo nuevamente.

 

—Vaya… no esperaba verte aquí, ojos azules. —hablo, sin efectuar ninguna emoción.

 

—Sabes mi paz mental se arruino por tú culpa, Santa Ana es grande; porque siempre tengo que ver tu cara. —solté borde, ya cansada que el destino me cruce con este imbécil.

 

   Negó ante mis palabras, que no dudo en acercarse poco a poco a mí, detestaba respirar el mismo aire que él, ya que su aroma a menta con cedro, de su fragancia la podía percibir, a donde fuera que vaya; carraspee y decidí cortar con esta conversación tan banal, que seguro estaba dispuesta a echarme a perder la noche cosa, que no iba a permitir.




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