Sonrisa Cerrada

Capítulo XXXII

Evelyn

 

    Era sábado y me sentía completamente aburrida, sin nada que hacer el profesor Ocrez le dejo dicho por teléfono a mi abuela que no vendría, por asuntos personales que le salieron de improvisto; bufe por lo bajo recostada en mi cama, miraba el techo buscándole una forma triangular o cuadrada, sabiendo que al final tendría la misma forma.

  Las manos en mi abdomen, y el rostro fijo en la pared, no me dejaban hallar la forma de hacer algo; detestaba no hacer amigos en el Instituto Félix Botello los que deseaban acercarse los corría por mi temperamento, otra cosa que debo añadirle a la lista y es socializar, sin importar que no le entiendas casi nada con frustración me senté en la cama con mi vestimenta ligera, de un mono blanco, camisa de tirantes en negro junto a unas medias en color amarillo.

   El cabello lo tenía algo alborotado, pero al ser liso; sin tener que usar la plancha me daba una ventaja, de no ir a la peluquería todo el tiempo o tratar como adolecente de no sufrir estrés al tenerlo siempre recogido, era un desahogo por esa parte. Sin embargo; mi paz mental es detenida por el toque certero en mi puerta, inflo mis cachetes, dándole el pase a mi abuela que ingresa asomando solamente su cabeza.

 

— ¡Hija! no piensas salir del cuarto. —comenta en inglés y agradezco que lo haga, mi mente no desea hablar español por ahora.

 

—No lo sé abuela, más bien deseo salir un rato a distraerme; tal vez hacer algún deporte. —pensé al tocar mi mentón; dejando que ella curve una sonrisa por mis gestos.

 

—Me parece excelente mi vecina, llevo a su hijo a un partido de béisbol; que está cerca del centro de la ciudad, los jugadores tienen como tu edad o un poco más. —menciona, pero la alegría no llega a mi ojos.

 

—No me gusta el béisbol, prefiero mil veces ir a un partido de Hockey sobre hielo. —repuse al cruzarme de brazos.

 

   Mi abuela negó, por mi actitud que decidió ingresar, para tomar asiento a un lado de mi cama, le permití hacerlo casi nadie podía sentarse sin que se lo autorice, asi sea un pariente suelo ser demasiado delicada con el lugar donde duermo o habito, detesto el desastre, además que yo misma busco asearlo para evitar desastres innecesarios que solo me quiten el tiempo, de hacer otras cosas.

   Sentí como la mano arrugada de mi abuela se posó sobre la mía con delicadeza, fije mi vista en ella que con sus ojos grises me recordaba a ella, bufe por lo bajo aun duele recordarla; que apenas puedo soportar vivir con mi abuela; asi que desecho mis pensamientos para añadir.

 

—Trato de adaptarme abuela… pero me es complicado. —digo desganada, pero ella mantiene una sonrisa ladeada de cariño hacía mí.

 

—Olvida eso Eve, recuerda que no estás en Canadá, debes adaptarte porque te graduaras el próximo año aquí. Los cambios producen, buenos recuerdos debes aferrarte a esos los bueno y dejar atrás lo que se empeñan en acerté daño. —su consejo me hizo meditar cada palabra.

 

—Abuela…

 

—Solo piénsalo hija, además levántate de esa cama y vístete iremos a ese partido. —interrumpió, tocando mis hombros para darme ánimos, medio curve una sonrisa aceptando por esta vez.

 

—De acuerdo, por esta vez ganas abuela; además asi disfruto gritar como si soy amante de béisbol. —agregue en broma, dejando que ella niegue por mis locuras.

 

—Nunca cambias hija.

 

—No. Eso es lo bueno de mí, que marcó la diferencia entre los demás. —indique al ponerme de pie e ir al armario y comenzar a buscar la ropa.

 

—Ok… te dejo; para que te cambies, te espero en la sala. —se despidió, que al final el sonido de la puerta cerrarse, me hizo concentrarme en mi ropa.

 

     Al menos unos quince minutos me tomo para escoger la ropa, pantalón negro ajustado a mi cuerpo, una camisa blanca de tiritas casi transparente como un body, para lucir una franela de béisbol de Boston un regalo de Leo, era su equipo favorito siempre que iba a su casa me invitaba a ver los partidos, conocía todo en ese deporte; pero no me llamaba la atención el Hockey estuvo presente en todo incluso amo a los jugadores, si me forzaran a casarme con un jugador de hockey lo haría con gusto, cada uno está más bueno; que el anterior tienen sus edades; pero mis hormonas revolucionan si ven a uno de ellos como dije me gusta su fuerza y el coraje para dar batalla en la pista de hielo ganándole al equipo enemigo.

  Cuando inspeccione mi cuerpo, una sonrisa adorno mis labios de corazón por la vestimenta; parecía toda una jugadora de béisbol femenino a excepción de los pantalones, mis zapatos en color blanco con algunas líneas en azul; lograban resaltar lo demás, que la gorra con el mismo equipo de Boston fue la cereza del pastel para quedar conforme.

   Gire mi cuerpo con elegancia, tomando mi bolso de lado en color negro, allí coloque mi teléfono, llaves de la casa de mi abuela y dinero para comprar algo que se me antoje; pero lo dudaba no lleve nada a la boca del almuerzo, aun manteniendo el enfado de mi abuela por comer. Mientras Salí del dormitorio, logro encontrar a la Sra. Renata, acomodando una mesita con diversos adornos navideños, ya le falta poco para terminar la decoración, en algunos ha dejado que la ayude es posible que en dos días esté listo y nos tomemos una foto juntas se la enviaremos a mi Padre, para alegrarle un poco los días que se la pasa laborando siendo siempre su pan diario, no tiene un descanso ni tampoco lo busca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.