Sonrisa Cerrada

Capítulo XXXIV

Evelyn

 

  Otra semana inicio; mientras estaba vistiéndome para ir a clases; hoy me encontraba con sueño, estuve toda la noche viendo películas en nexflit, no era mi culpa ver los romances clásicos, cada uno era mejor que el anterior y estaba viendo una serie de veinte capítulos, solté un bostezo al maquillarme un poco el rostro; no era amante de resaltar tanto, solo lo necesario y era lo que hacía con mis ojos y el rímel.

   De pronto; el toque en mi puerta, me hizo quejarme reconociendo que era mi abuela con su habitual saludo mañanero, asi que volví a concentrarme en mi trabajo quedando conforme, antes de ver el rostro de mi abuela asomado por la puerta.

 

— ¡Buenos días! —dijo, cosa que me gire y le respondí.

 

—Buenos días abuela, ya voy a bajar a desayunar. —aclaré, logrando que asienta cerrando la puerta.

 

   Otra vez en mi soledad, miré el resultado que obtuve quedando satisfecha; esperaba que hoy no tuviera problemas con el idiota beisbolista, era suficiente con haberlo visto ayer jugar, como también en la salida; bufé por lo bajo recordando el regaño de mi abuela; por haber empujado a un desconocido, trate de explicarle, que la persona no era buena y me dijo que estaba imaginando cosas, ojala pudiera haberlo hecho. Sin embargo; no lo era detestaba que pensaran que miento, trato de ser franca y me salen con que invento las cosas.

 

—Detesto, que nadie me crea. —susurre por lo bajo, al colocar un mechón de mi cabello detrás de la oreja.

 

   Necesitaba un corte, estaba creciendo y deseaba mantenerlo arriba de mis hombros siempre me ha gustado el cabello corto; pero en este caso por ser negro tenía la fortaleza de crecer, en fin no perdí tiempo al darme la vuelta y tomar mi bolso, en color negro al igual que mis uñas, cuando verifique que nada se me quedará Salí con seguridad de mi dormitorio; luego baje las escaleras de madera con agilidad, para después con pasos seguro llegar al comedor, en donde la comida estaba servida con extremo orden, se podría decir que mi abuela le gustaba el orden como la limpieza; tal vez herede eso de ella.

   Con cuidado hice la silla a un lado, colgué mi bolso en la misma; hasta que ocupe el lugar mirando con deleite la comida, el menú por asi decirlo consistía en ensalada de frutas, pan tostado con tocino y huevos revuelto, más café recién hecho con su jugo de naranja, el típico desayuno americano; no podía quejarme la Sra. Renata era amante de la comida de ese país, además de haber aprendido a cocinar en las academias de allá, dicho por mi Padre, que hasta ahora recuerdo que me pidió que lo llamara.

   Lo dejaré para más tarde necesito comer, al estar en el  auto lo llamaré es seguro que este ahora en la empresa, ese hombre no pará si de trabajo se refiere; negué ante el rumbo de pensamientos, al juntar las manos y dar gracias a Dios por los alimentos, lo aprendí de ella que cada día lo hacía, logrando que también lo haga, se siente bien hacerlo; aun cuando antes ni pensaba de esa forma.

   En el momento que terminamos de dar las gracias, comienzo a comer en silencio, lo cual mi abuela no duda en comentar:

 

— ¿Todo bien mi niña? —pregunta al picar una fruta y llevarlo a su boca.

 

—Sí… solo pensando, en mi Padre. —añadí lo evidente, mirando la comida y degustándola.

 

—Ya veo… pues llámalo cuando estemos de camino al instituto. — fue su consejo, solo asentí zanjando el tema por ahora.

 

   Después de una hora, estábamos en el auto de mi abuela, es posible que la próxima semana me lleve a clases de manejo; es por motivos de seguridad y ya casi voy a cumplir diecisiete años, al menos debo aprender a manejar, en caso de que sea necesario. Pero mi vista esta fija, en el teléfono decidiendo si lo llamo o no; un toque en mi hombro me hace fijar los ojos en mi abuela.

 

—Hazlo no pierdas más tiempo, los dos necesitan hablar Eve. —le di la razón y comencé a llamar.

 

   Todo mi ser quería oír su voz, a veces detestaba que me hiciera sufrir de esta forma con sus castigos; pero no dejaba de ser mi Padre; asi que con un suspiro bajo, espere los repiques que iniciaron, solo que al tercero me estaba dando por vencida, hasta que atendió; dándome la oportunidad de escuchar su voz.

 

—Bueno.

 

—Hola Papá.

 

   Su respiración la pude sentir, que se relajó tal vez mi abuela; no se equivocó en ello.

 

—Mi Eve, ¿todo en orden por Salvador?

 

—Sí… digamos que amoldándome, extraño mis raíces.

 

—Lo sé pequeña… solo debes graduarte, tal vez pueda haber una oportunidad de volver.




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