Un pesado suspiro se escapó de los labios de la chica, pues, ese gesto le resultaba completamente desagradable, no era la clase de expresión que se debería tener con alguien en la calle. Sin pensarlo dos veces, ella se separó de él y mostró su dedo.
—Estoy casada, ¿lo ve? Por eso mismo le pido que mantenga su distancia, no deseo tener ninguna clase de problema.
Las palabras de Maliah eran tan firmes que no esperó una respuesta antes de seguir su camino. Sus pasos eran largos y veloces, deseaba alejarse de ese hombre a cómo diera lugar, las personas de esa clase deberían mantenerse a una gran distancia.
—¡Lo siento! —exclamó el hombre corriendo detrás de la chica de cabellera larga. —Solo estaba bromeando, la verdad es que no busco nada de eso con nadie —decía sin ser escuchado por Maliah. —Es que… no sé cómo tratar a una amiga.
—No lo conozco, no somos amigos —respondió por segunda vez de manera cortante.
—Oye, eso es ser cruel —se quejó corriendo un poco más para alcanzarla una vez más, una parte de él comenzaba a sentirse presionado a agradarle, no podía no agradarle, no, no lo soportaría. —de verdad, solo espero que podamos ser amigos —dijo con un tono de completa seguridad.
Los pasos de Maliah se detuvieron de repente. La verdad era que desde que se mudaron ella no había llegado a hacer ni un solo amigo, la idea le sonaba un poco tentadora, pero no deseaba que todo eso llegara a malinterpretarse.
—No creo que sea necesario repetirle que soy una mujer casada —lo miró fijamente, él sentía cómo era analizado por ella, por eso, temía que todo su plan maestro se fuera directo al caño.
—No, no es necesario… me disculpo por eso, pensé que era una manera de poder romper el hielo, pero me equivoqué.
—Demasiado.
—Por eso te pido, dame una oportunidad, por favor —sus ojos esta vez se encontraron con los de ella, sintió cómo una descarga eléctrica le recorría por completo, le parecía un sueño hecho realidad que ella lo viera.
A pesar de que estuviera pensando demasiado en si aceptaba o no, ella sentía que probablemente terminaría arrepintiéndose, no importaba cuál fuera su elección, si aceptaba, él podría ser un mentiroso que buscaba engatusarla de alguna manera; pero si no lo hacía, entonces las dudas acerca de lo que habría pasado si aceptara, estarían sobre ella.
Maliah asintió levemente, aún considerando su respuesta. Había algo en ese hombre que le llenaba de intriga, no era necesario de ocultar, pues, se le hacía familiar, pero al mismo tiempo, se le hacía tan desconocido que la confundía. ¿Y si lo conoció cuando era solo una niña?
—Si me disculpa, debo comprar unas cosas antes de que se me haga tarde —respondió señalando en dirección a las tiendas, no podía dejarse distraer o, sino, su agenda se vería frustrada. Faltaba poco para tener que entregar ese vestido de novia, así que, tenía que enfocarse en sus deberes.
—Te acompañaré, por cierto, me llamó Ángelo ¿Y tú? —la miró con una radiante sonrisa. Esta vez tendría que cambiar un poco su técnica, debía mostrarse como un verdadero amigo, no como un intento de conquistador.
—Maliah —dijo con una sonrisa.
Eso era lo que él tanto esperó ver, esa sonrisa en los labios de Maliah, aquella que era capaz de cautivar a cualquiera, y que lo estaba logrando con él, por segunda vez.
¿Hasta cuando debería mantener el secreto de su identidad? Era una locura, pero bien lo decían, un hombre era capaz de hacer lo que fuera por amor, sabía que al final del camino no se arrepentiría.
La felicidad de Maliah, era su propia felicidad.
Al parecer la idea de fingir su muerte era innecesaria, no la descartaba por completo, esa sería el último medio que tendría para asegurar la felicidad de su amada esposa. No lo dudaría si fuera necesario, ella merecía ser feliz, y sentía que a su lado no podría serlo, porque ella no lo amaba.
Cada vez que pensaba en eso, sentía cómo una daga llena de veneno se enterraba en su pecho, no podía creer que la mujer a la que amaba con locura, no pudiera amarlo, ni siquiera lo veía como un amigo.
—¿En qué trabajas? —indagó el hombre observando cada uno de los rincones de esa tienda, era la primera vez que la acompañaba a comprar los materiales necesarios para su trabajo. Él se mantenía tan centrado en generar dinero para poder sostener a su familia, para darle a su esposa lo que ella necesitaba para poder tener una vida cómoda.
—Hago vestidos de novia, o para eventos especiales —dijo sin ningún gesto o entonación especial, estaba centrada en la pedrería que se encontraba frente a sus ojos, estaba analizando cada forma, tamaño, brillo. —¿Y tú? —se detuvo unos segundos antes de cruzar miradas con él.
—Eso… es un secreto —afirmó con un aire de misterio, pues, sabía que a su esposa le agradaban esa clase de enigmas, aquello que la hiciera pensar un poco más allá.
Ella se limitó a sonreír, no era necesario que ella mencionara algo más o que hiciera alguna otra pregunta, el hombre que estaba enfrente de ella estaba convencido de que había comenzado a analizar su manera de vestirse, de caminar, incluso la manera en la que hablaba; ella está decidida a llegar al final del asunto.