Soy... ¿ El Amante De Mi Esposa?

Capítulo 19: Confío en ti

Ángelo observó la tristeza en los ojos de Maliah y sintió un nudo en la garganta. Sabía que no podía revelarle la verdad sobre su identidad. A pesar de querer consolarla, de decirle que él era Rowan, que podrían pasar el tiempo juntos, que comprendía lo que pasaba por la mente de Maliah. Aunque, tenía que mantener el secreto toda costa.

Si Maliah se enteraba de su identidad y de la manera en la que estaba jugando con ella, con su mente, con sus sentimientos, entonces ahí sería hombre muerto.

—No, de verdad. No me importa. Quiero que estés feliz, ¿recuerdas? La felicidad de mi amiga es mi felicidad —sonrió de manera descarada, intentaba animarla.

—No es justo, te esforzaste también por lo que alcanzamos. Debes ir o no estaré feliz con eso. 

Sus palabras eran firmes, ella no daría su brazo a torcer y Rowan estaba convencido de ello. Luego de unos minutos, Ángelo se acercó a ella para preguntarle una vez más por su decisión. Sabía que no cambiaría, pero por lo menos, lo intentaría.

—No. —Respondió con simpleza.

—Entonces… por lo menos deja que te lleve a casa, ya que tu esposo no vino.

—Ángelo, gracias, de verdad te agradezco. Pero necesito tomarme un tiempo antes de llegar a casa. —Sus palabras eran tan suaves que el corazón de Rowan se estrujó en su interior.

Cada vez que Maliah hablaba de esta manera, era una clara señal de que algo la estaba afectando mucho más de lo que decía. El hecho de que hubiera tenido la oportunidad de conocer París y esta se le estuviera escurriendo entre los dedos justo como el agua, sin poder hacer algo para evitarlo, era la razón principal, eso y sus sentimientos complicados para con Ángelo.

—Está bien, lo entiendo. Maliah, ten cuidado, hay muchos peligros en la calle. Y cualquiera intentaría llevarse a una mujer tan hermosa como tú… Incluso, yo sería el primero. —Expuso a manera de broma, con ese tono de picardía que lo caracterizaba. 

—Ángelo —lo regañó intentando contener su sonrisa.

Pasó una hora desde que la competencia llegó a su fin y la pareja de bailarines se encaminaba a cada una de sus casas. Maliah se tomó un tiempo extra de tal manera en que lo dijo, su mente necesitaba descansar un poco, ver a su esposo no le ayudaría en ese momento a tranquilizar esa revolución de sentimientos.

Caminaba con lentitud, perdiéndose en la profundidad de sus pensamientos. Jamás llegó a imaginar que terminaría en esa situación, en que su corazón latiría mucho más fuerte por otra persona que no fuera su marido. La culpabilidad la inundaba, quizá debería ser ese su segundo nombre.

Rowan hacía tanto por ella, tanto por su relación, incluso aceptaba el hecho de que a ella le costara estar a su lado, incluso dormir en la misma cama. Eso le daba una sensación de suciedad, pues… ¿Podría evitar sentirse como un objeto cuando ella misma había tomado esa decisión de casarse por la felicidad de su familia?

¿De verdad habría una manera en la que todos pudiera sentirse felices por la decisión que ella tomara? 

Maliah, como siempre poniendo la felicidad de los demás sobre la suya propia. Esa mujer que deseaba haber desaparecido, o haber encontrado la fuerza necesaria para haber escapado el día de su boda.

No podía evitar ver a Ángelo en su esposo, pero ¿Por qué no podía hacer lo contrario? ¿Por qué no podía ver a su esposo en Ángelo? De esa manera, todos sus pensamientos se centrarían únicamente en él, en ese hombre que la amó incondicionalmente.

—¡¿Por qué son tan iguales y contradictorios al mismo tiempo?! —se quejó pateando una piedra con fuerza, haciendo que su pie doliera con intensidad.

Sus ojos no lograron retener sus lágrimas de frustración por ningún segundo más. Estalló en llanto, soltando todas emociones que había intentado enterrar en lo profundo de su corazón.

¿Por qué no podía amar a su marido de la manera en al que su esposo la amaba a ella?

¿Por qué su corazón no se sentía tan cálido como cuando se encontraba con Ángelo? 

¿Por qué razón él sí la podía hacer sentir segura, viva, y no su esposo?

Lloró todo lo que sus fuerzas le permitieron en una banca, completamente sola en medio de la noche. Antes de regresar a casa, visitó un baño público en el que se aseguró de lucir como de costumbre, incluso retocó su maquillaje luego de poner un poco de hielo en sus párpados. No podía permitir que su esposo la viera así.

Finalmente, llegó a casa, mientras su esposo la esperaba en el sofá, tenía apoyado su brazo en un cojín, pues esa noche había sido demasiado dolorosa para él. Su lesión no se había sanado por completo, pero estar cerca de su esposa, valía completamente la pena.

—Lo siento, llego tarde. ¿Te encuentras mejor? —preguntó con una gran sonrisa.

Intentaba esconder su momento de colapso detrás de una sonrisa. Pocas veces lo había hecho, porque jamás llegó a sentirse como ahora.

—Lo estoy, solo que… de verdad deseaba poder ir contigo a la competencia. Lo siento —susurró, tratando de lucir verdaderamente arrepentido. —¿En qué lugar quedaron?




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