Soy... ¿ El Amante De Mi Esposa?

Capítulo 22: La Cometa

Ángelo dejó pasar un grueso trago de saliva, sabía que no era la manera más usual de asegurarse de que su esposa estuviera en perfectas condiciones, pero no se le ocurrió nada más en ese preciso instante.

Al ver a los ojos a su esposa, se percató de que ella estaba algo molesta. Era evidente, cada uno de sus gestos, por pequeños que fueran, eran notorios para su esposo, ese hombre que se tomó todo el tiempo del mundo para conocerla en profundidad.

—Maliah, querida amiga —inició sonriendo de manera amplia, como para esconder su nerviosismo—. De verdad te digo que en ningún momento quise invadir tu privacidad, no te molestes —susurró desviando la mirada—. Solo estaba preocupado por ti.

Lo pensó dos veces, Maliah necesitaba tiempo para procesar lo que recién sucedió. Era una locura, su amigo podría forzar las puertas que quisiera para invadir un espacio cerrado. ¿Cómo podría dormir con ese pensamiento en las noches?

—Dime una cosa —susurró ella con duda— ¿Has estado en prisión?

Esa pregunta, mezclada con la manera en la que ella lo miraba al hacerla, le hizo imposible el contener su carcajada, la cual resonó en los pasillos con fuerza. Maliah se limitaba a observarlo con un semblante impasible.

—¡No! ¡No! —exclamó en medio de su risa— Hey, ¿por qué crees que soy esa clase de persona? Está muy mal de tu parte, de verdad —se quejó aparentemente ofendido, jugaría su papel de víctima.

—Tendré que buscarte en la base de datos de la policía para estar segura de eso.

Maliah no daría su brazo a torcer, a pesar de que en ese preciso instante estuviera simplemente tomando a su amigo del cabello. Sabía que Ángelo era un individuo bastante peculiar, por tanto, debía estar abierta a esas sorpresas que, sin duda, lo rodeaban.

Sin duda alguna, la mayor sorpresa que Ángelo tenía detrás de él, era su verdadera identidad. Era el esposo de Maliah, el hombre con el que compartió bastante tiempo, al cual veía todos los días. ¿Qué tenía Maliah en su cabeza para no haber notado esas similitudes físicas que tenían?

Y la razón central era que sus personalidades eran completamente opuestas, uno era como un lago tranquilo, y el otro, como un rio impetuoso. Ese era el motivo por el que Maliah no unía los puntos, ni todas las señales que estaban justo debajo de sus narices.

—Deberíamos dejar esto atrás —intervino Ángelo— deberíamos ir a recorrer la ciudad, hay mucho por ver, de seguro te adelantaste bastante —afirmó en un tono de queja.

—Yo también te llamé antes del amanecer para poder verlo desde la montaña, pero no contestaste por más que te llamara. Por el bien de los otros huéspedes no levanté mucho la voz, así que agradece, no hice tanto como imaginas —respondió con una sonrisa traviesa—. Deseaba ver tantas cosas en ese momento, pero era consciente de que esos pocos días no serían suficientes.

—¿Y bien? ¿Qué esperamos? —cuestionó dirigiéndose a la salida.

Unas horas pasaron en las que alcanzaron a ver bastantes atracciones turísticas por la ciudad, aunque lo que deseaba hacer Maliah era diferente, quería ir a cada restaurante y comer todo lo que cupiera en su estómago. Al final de cuentas, no estaría su esposo para recordarle qué cosas debería limitar, para no enfermarse después.

Bueno, eso era lo que ella creía.

Mientras se dirigían al primer restaurante, se encontraron con un pequeño niño que observaba a un árbol, estaba claro que su cometa se había atorado y no tenía manera de bajarla sin dejarla inservible.

Besoin d'aide ? —preguntó Maliah con una sonrisa amistosa. 

Ella realmente era buena para tratar con niños, cosa que se le hacía muy atractiva a los ojos de su esposo, esa era una de las muchas cosas que lo enamoraron de Maliah, estaba seguro de que habría muchas más, aún escondidas, pero que, cuando estas conocieran la luz, lo maravillarían.

Oui, madame. S'il vous plaît, le cerf-volant est un cadeau de mon père. —dijo con un tono demasiado bajo.

No estaría tranquila hasta que no viera la sonrisa de ese niño como su recompensa, la cometa era un regalo de su padre, claramente se encontraba triste por perder un objeto valioso.

Los ojos de Ángelo se abrieron de par en par al notar la fluidez con la que Maliah hablaba el idioma. Era una completa locura, jamás la escuchó mencionar eso. Y ahí estaba, otra cosa que lo enamoraba más y más de ella.

Con gran agilidad, Maliah escaló ese árbol. Parecía ser una con la naturaleza, la hermana del hombre de la selva, o su reencarnación en versión femenina. Ella disfrutaba eso, al final de cuentas, le recordaba su niñez, esa época despreocupada dónde su única responsabilidad era alimentar a sus muñecas.

—¡Bájate de ahí, Maliah! —pedía Ángelo con un poco de desespero en la voz— ¡Es peligroso! Me vas a sacar el corazón por la boca.

La joven, por su parte, reía a carcajadas al ver la preocupación en el rostro de su amigo. Ella solo estaba intentando ayudar a ese pequeño niño para que recuperara su cometa, ¿era eso un crimen?

Al mantener la calma, su atención regresó a la cometa de ese pequeño, mientras extendía su cuerpo lo más que podía para atraparla; sin embargo, con un paso en falso, su cuerpo se precipitó en dirección del suelo.




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