Soy Feliz. ¿o no? El arte de ser feliz y triunfar en la vida

Felicidad y vulnerabilidad

Nos han enseñado que la felicidad es sinónimo de alegría constante, vaya distorsión de la realidad, eso es una menuda contradicción. Que ser feliz es estar siempre sonriendo, sin preocupaciones, sin miedos, sin momentos de debilidad. Pero esa idea es irreal y peligrosa, bastante peligrosa, mucho ojo con esto, ya que lo que viene a continuación sera un gran golpe de realidad.

La vida no es una línea recta de euforia y satisfacción, eso debemos tenerlo siempre claro, aunque digamos: ‘Sí yo lo sé’, ‘eso es más que obvio’ lo olvidamos, en ese aspecto entro yo, dándoles este ligero recordatorio, nada más que eso, recuerden que estamos juntos en este barco y juntos saldremos a flote. Está de más decir que es un vaivén de emociones, y pretender estar bien todo el tiempo solo nos lleva a la frustración y al agotamiento emocional y francamente no se cual sea más peligroso de los dos pero bueno, ese es otro tema a tratar. La vulnerabilidad es parte esencial del bienestar. Nos hace humanos, es parte de nuestra naturaleza como seres pensantes y con sentimientos.

Sin tristeza, la alegría no tendría contraste, no se porque ha llegado a mi mente así de la nada la película de: Intensamente, esa que es animada, que es una película infantil de Disney pues cae verla para comprender como maquinan cada uno de los engranajes de las emociones que solemos tener alojadas dentro en la cabeza. Sin miedo, la valentía no tendría sentido.

La verdadera felicidad no es la ausencia de tristeza, sino la capacidad de aceptar todas nuestras emociones sin culpa. ¿Creo que ya desde este punto ustedes saben lo que se aproxima cierto? Vamos a darle más sabor a todo este asunto, por supuesto.

Un parque en una tarde nublada, esas que parecen dar inicio entre el final del verano y el agradable inicio del otoño. El viento agitaba suavemente las hojas de los árboles mientras Camila y Daniel caminaban sin prisa, solamente un paso tras otro sin preocupación alguna o tal vez era eso lo que se creía…

—No sé qué me pasa últimamente —susurró Camila, pateando de momento una piedra en el suelo que se le había atravesado—. Todo parece estar bien en mi vida, pero me siento vacía. Y lo peor es que me siento culpable por sentirme así. ¿Estaré volviéndome loca?

Daniel la miró con calma antes de responder, analizando muy bien aquella situación.

—¿Por qué te sentirías culpable? Y créeme, la verdad… ¿Para mí? No creo que estés loca.

—Porque se supone que debería estar bien. No me falta nada, no tengo grandes problemas, pero aún así… Hay días en los que simplemente no quiero levantarme de la cama.

—Camila, nadie está bien todo el tiempo.

Ella frunció el ceño, mientras miraba al suelo.

—Pero si no estoy bien, ¿cómo se supone que sea feliz?

Daniel sonrió levemente y se sentó en una banca cercana.

—Porque la felicidad no es una emoción, es una actitud ante la vida.

Camila lo miró con duda y se sentó a su lado.

—Explícame eso, ahora sí que me has confundido.

—Mira, si la felicidad fuera una emoción, desaparecería en cuanto algo malo nos pasara. Pero no es así. La felicidad es un estado de aceptación. Es poder decir: Hoy estoy triste, y está bien. Hoy tengo miedo, y está bien.

Camila bajó la mirada, sintiendo que sus pensamientos comenzaban a encajar de una manera que nunca antes había considerado era como si hubiera tenido su más grande revelación.

—Siempre pensé que la felicidad era estar bien todo el tiempo…

—Y eso es lo que nos han hecho creer —dijo Daniel con un suspiro—. Pero la verdad es que nadie está feliz todo el tiempo. Y los que intentan estarlo, terminan sintiéndose peor porque piensan que hay algo mal en ellos cuando inevitablemente sienten tristeza.

Camila se quedó en silencio por un momento, observando a un niño que reía mientras corría tras un globo.

—Entonces… ¿no debo luchar contra la tristeza?

—No. Debes aceptarla. Porque cuando la rechazas, crece. Pero cuando la reconoces y la entiendes, deja de tener tanto poder sobre ti. Es algo contradictorio pero así es como funciona todo aquello.

Camila dejó escapar un suspiro, como si soltara un peso invisible que había estado cargando durante años.

—Es extraño, pero decirlo en voz alta hace que me sienta un poco mejor.

—Es que muchas veces lo único que necesitamos es dejar de pretender que estamos bien y simplemente ser humanos.

Se quedaron en silencio, dejando que el viento les acariciara la piel. Por primera vez en mucho tiempo, Camila no sentía la necesidad de fingir que estaba bien. Y eso, de alguna manera, la hacía sentirse más en paz y sobre todo empezaba a estar más plena consigo misma.

Las emociones no son buenas ni malas, simplemente son. Aceptalas y entenderás que la felicidad no es ausencia de dolor, sino la paz en medio de la tormenta.

Esa noche, Camila se sentía extrañamente inspirada así que decidió animarse a plasmar sus pensamientos sobre todo aquello que había conversado con su amigo esa misma tarde, escribió en su diario como un recordatorio para cuestiones futuras:

Tal vez y solo tal vez, la clave no es eliminar la tristeza, sino aprender a convivir con ella sin miedo.

Luego de haber escrito aquello y resaltarlo con sus colores favoritos, en su psique se cocinaba algo en ese entonces unas nuevas preguntas surgieron en su mente: ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar nuestras emociones? ¿Será porque estamos demasiado acostumbrados a buscar validación en los demás?

Sin darse cuenta, se estaba acercando a otra gran verdad, aquella que a todos nos ha carcomido desde adentro; considerado como muchos como si aquello fuera una trampa, un viaje en el que se sumergirá después y todos nosotros en este punto también, dando mérito a que haga entrada de nuestro nuevo elemento respecto a todo esto.




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