Soy ficticio

Extra -Ⅰ

Alec

Era un lugar brillante, emanante de luz, de resplandor y donde yo estaba acostado era un árbol, estaba bajo un árbol cubierto de ramas de aquel cerezo, envuelto entre las promesas de los demás, las historias sin terminar y los finales que nunca fueron terminados, era la nada, un limbo entre lo real y lo ficticio.

Todas aquellas mariposas moradas estaban sobre mi acompañándome mientras no me podía mover, las ramas se intensificaban y querían fusionarse conmigo enredado, una presión que era física, pero más allá también sentía que se robaba mi esencia lo que ella me dejo cuando estuvimos justos.

Como era posible que mis fuerzas eran nulas y cada que hacia un movimiento era uno perezoso que no sabía si era que me estaba desvaneciendo o era el sueño eterno que me abrazaba.

No sé cuanto a pasado, pero las ramas entre todo mi cuerpo comenzaron a echar flores a florecer de una manera hermosa y yo me sentí con un tanto más de energía, pero aun así no podía moverme. Una mariposa se posó en mi hombro otra en mi mano y detalle aquellas alas moradas que refregaban mi vida como un cristal que todo lo ve.

La mariposa me mostro una imagen de una persona que ya conozco, que hizo que una sonrisa tenue se forjara en mis labios.

—Ylani...—susurre e intente tocarla, pero la mariposa abrió más sus alas y emprendió vuelo lejos de mí.

No te vayas...

Vuelve por favor...

Duele...

No sé cuánto llevo envuelto en aquellas ramas de cerezo, perdí la noción del tiempo y con aquello mis fuerzas, porque aún no puedo salir de aquí, ¿qué pasa?

La imagen de lo último que paso son las que hacen que parpadee una y otra y otra vez, morí, estoy en el Alimbook.

El Alimbook es como el limbo, pero para esos personajes que han sido olvidados, para el libro que ha sido quemado con ira y para esos escritos que aún no ven luz.

Pero es diferente, yo me siento diferente es como si tuviera una y mil sanciones y el árbol me las estuviese robando, se está robando la parte humana que desarrolle con Ylani, y no sé cómo detenerlo, como hacer que se detenga ya.

Que pare de robarme lo que me quedo de ella, aquella castaña ya no me recuerda, el rompimiento entre la brecha del mundo real y el ficticio colapso y con eso las mentes de las personas que tuvieron contacto con aquellos que no eran de su mundo.

La magia de cuentos desapareció y solo quedó el árbol que dejo lo terrenal de la tierra y las mariposas que escaparon de la bella flora del universo.

La nada es el olvido que nunca admitirás por el miedo de que si fuimos olvidados por una persona que quisimos.

En mi cuerpo las ramas se estaban consumiendo como hojas de aquel otoño donde solo las manos eran las mejores amantes para aquellos que solo con miradas se lo decían todo. Aquel amarre se aflojo y delante de mi apareció la mariposa en un tiempo distinto donde se podía ver aquella niña molesta hecha una mujer en un cuarto que no era el suyo, su pelo más largo sus facciones más maduras y aquel rostro lucia impaciente, como si quisiera hacer algo y no pudiera.

Removió un aparato que tenía sobre las piernas aún más grande que su celular, «un computador»...se levantó de la cama negando y con un semblante confuso.

—Ayúdala —le ordene a la mariposa que aún seguía frente a mí —has algo que la haga feliz, cumple lo que ella no pudo. —mi voz era un esfuerzo, sabía que me dolería al hablar.

Las alas volaron al vacío blanco y luminoso a esa nada que comenzaba a verse como su habitación y como aquella especie espiritual se perdió en el mas allá.

Algo paso dentro de mí porque otra vez sentía sueño y temí volverme parte del árbol hecho de todo lo que no se cumplió de una historia.

Yo quiero ir con ella...

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—¡Por Dios no puedo tener a un editor así en mi empresa, señor Alec levántese!

Me zarandearon y me levante de golpe, no comprendía que había pasado y porque estaba en una...

—No vuelva a quedarse hasta tarde en su oficina con los manuscritos —me reprende una señora bajita y rellenita.

—Está bien, señora Lourdes —¿cómo es que sé su nombre?

—Vaya a casa a descansar es navidad tiene que estar con su familia.

¿Familia?

Suspiro estrujándome los ojos mientras aquella amable mujer sigue mirándome.

—Tiene razón —sonrío —es mejor que me vaya.

No entiendo nada, no recuerdo nada es como si hiciera las cosas automáticas, ir aquella casa que no sé de donde salió saludar a esas personas que se hacen llamar mis padres y me llaman hijo llenándome de aprecio amor y atención.

Estoy...

Soy...

No sé qué está sucediendo, me sirven la cena y como con sonrisas de una hermana «Lori», quien cuenta anécdotas de los dos que tengo en la cabeza, pero no sé...es como si todo hubiera sido...

Ella lo hizo...

Me... me escribió, pero todo esto no paso en lo ficticio porque ya tengo una parte que es real ahora y es la de ella, por eso todo paso en el mundo real y no en el ficticio.

Por eso está entre las dos brechas de hilos que aun quedaron.

Necesito encontrarla.

Necesito verla y por fin hacerle aquella pregunta.

Esa pregunta que me ronda cuando me acuesto en mi cama de mullidas sabanas, la habitación está llena de trofeos que no sé de donde salieron. Unas imágenes me atacan de la nada dejándome claro su procedencia; futbol, baloncesto, ajedrez, literatura, español, deletreo.

La puerta de mi habitación se abre y aquellos ojos me ven parado frente al estante, de libros justo con aquellos trofeos.

—¿Molesto? —pregunta Lori por lo bajo cerrando la puerta detrás de ella.

—No —sonreí —ven acá pequeña pitufa.




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