Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 7 [editado].

 

Olivia 

 

No tardo mucho en dejar que la música invada mi sistema y al igual que los demás, comienzo a menear mi cuerpo al ritmo que marca la canción. Debido al poco espacio que tenemos, Marcos y yo estamos bastante cerca. Más cerca de lo que me gustaría si soy sincera. Aún así, él se ha asegurado de mantener cierta distancia entre nosotros y yo se lo agradezco. De algún modo, a medida que avanza la canción conseguimos acoplarnos el uno al otro hasta el punto de que no parece ser la primera vez que bailamos juntos. 

Y eso de cierta forma es… raro. 

Al menos para mí. 

—Te mueves bien para ser alguien que no baila —dice Marcos de pronto. 

—Dije que no me gustaba bailar —lo miro a los ojos o bueno, al menos eso creo. Por culpa de la poca luz que hay en este lugar no puedo ver su rostro con claridad—, pero, nunca dije que no supiera como hacerlo ¿o sí?

—Bueno. No puedo discutir eso. 

Obvio que no puede. Unos minutos después la canción acaba y empieza a sonar una bachata. No estoy del todo segura pero me parece ver una sonrisa en el rostro de Marcos. Luego, siento como acorta la poca distancia que teníamos antes y con cautela posa sus manos a ambos lados de mi  cintura. 

Aquello me tomó desprevenida. Este no es el tipo de baile que tenía en mente, pues, su cuerpo está prácticamente pegado al mío. Tengo la intención de apartarme, sin embargo, no lo hago. Por el contrario. Mis manos viajan hasta la altura de sus hombros y se cierran alrededor de su cuello. No entiendo porque, pero, me dejo guiar. Sin chistar permito que sea él quien marque los pasos y yo solo me limito a seguirlo. Si antes me parecía raro, ahora me resulta extraña la manera tan sincronizada en la que bailamos. No decimos nada. No pensamos nada. Solo dejamos que la música nos envuelva  y nos movemos con ella. 

Si soy honesta. La razón por la que no me gusta bailar es porque detesto la idea de que alguien invada mi espacio personal, esta noche parece ser diferente. Lejos de molestarme o sentirme incómoda, es justo lo opuesto. Me siento segura y eso de alguna manera me intriga y asusta al mismo tiempo.  Aún así no quiero pensar demasiado en ello o hacerme una historia equivocada de la situación. De pronto mi espalda choca con algo o mejor dicho, con alguien. Provocando que mi cuerpo se encuentre totalmente pegado al de Marcos. Si antes la distancia entre ambos era casi inexistente ahora es nula. Estamos tan cerca que puedo escuchar los latidos de su corazón y sentir su respiración junto a mi oído. 

Levanto la mirada y esta vez sí estoy segura de que mis ojos hacen contacto con los suyos. Inesperadamente aquello me hace sentir nerviosa… espera, ¿nerviosa? ¿por qué tendría que estar nerviosa?

Solo se trata de Marcos. 

El jardinero de la escuela y de quien estoy cien por ciento segura que no es mi tipo. Por lo que, no tiene ningún sentido que me ponga nerviosa por estar cerca de él.  

Una vez recupero mi sentido común me apresuro a apartarme del chico castaño. Volviendo a imponer una distancia segura entre nosotros. 

—Creo que ya debería buscar a Ana —rompo el silencio—. Es tarde y tengo que regresar a casa. 

Bueno. Eso no es del todo una mentira. Calculo que ya deben ser las doce de la noche y si tengo suerte puede que mamá aún no se haya dado cuenta de que escapé. 

—Esa es la chica rubia que me presentaste ¿cierto?

—¿Cuál más? —pregunto en un leve tono sarcástico al mismo tiempo que intento encender la pantalla de mi teléfono. 

—Cierto. 

¡Dios!

Es más tarde de lo que creí. Faltan cinco minutos para las una. Voy directo al chat y escojo mi conversación con Ana. De inmediato le envio un mensaje y para mi sorpresa no obtengo ninguna respuesta. 

Ana siempre responde a mis mensajes. 

Vuelvo a escribirle y… nada. 

<<¡Carajo!>>

Ahora estoy empezando a preocuparme de verdad. 

—¿Qué pasa? —pregunta Marcos. 

—Bueno —dudo un poco pero al final decido ser honesta—. Resulta que si no estoy en mi cuarto antes de que mi mamá se despierte… el <<servicio social>> será el menor de mis problemas.  

—Eso quiere decir que ¿te escapaste? —asiento— ¡vaya! si que eres toda una chica rebelde. Me gusta. 

Ruedo los ojos. 

—No hay tiempo para bromas. Necesito encontrar a Ana. 

—De acuerdo. Te ayudo a buscarla. 

—Gracias. 

Dicho esto, nos pusimos en marcha. Yo me quedé en el interior de la  casa mientras  Marcos fue a revisar el patio y la terraza. 

Y parece que se la tragó la tierra porque no aparece por ningún lado. 

No creo que haya sido capaz de dejarme aquí tirada ¿o sí? 

Vuelvo a intentar con los mensajes pero aún sigo sin recibir respuesta de su parte. Trato de respirar profundo y mantener la calma. Pienso en cómo voy a volver a casa ahora, se supone que ella era mi conductora designada. 




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