Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 10 [editado]

Esto debe ser una broma. Marcos, el jardinero aspirante a doctor —como suele llamarlo Ana—, también vino al campeonato. Sabía de que debía haberme quedado en casa. Últimamente me lo encuentro a donde quiera que voy. Tanto así, que es raro que nada más se trate de una simple casualidad. 

Vuelvo mi vista al frente justo en el momento en que nuestras miradas se encontraron. No quiero que piense que lo estoy acosando en secreto o algo así. Además, seguro ni se percató que era yo. Estoy usando unos pantalones con tirantes y una blusa de algodón manga larga a rayas. El cabello decidí sujetarlo en una cola, para que fuera más sencillo ubicar la gorra que llevo puesta sobre mi cabeza, ya que sabría que habría mucho sol y por lo visto, no fui la única que pensó en proteger la piel de su rostro. 

<<¡Dios!>>

Tiene buena vista porque me reconoce de inmediato. Por el rabillo del ojo lo veo caminar hasta donde me encuentro. Bueno, tal vez solo quiera comprar una botella con agua. 

¿Qué sé yo? 

—No es bueno fingir que no me conoces —dice, susurrando en mi oído—. Hieres mis sentimientos ¿sabes? 

—¿Yo hice eso? —pregunto, utilizando un tono inocente y a la vez sarcástico. 

—Estoy seguro que lo hiciste —contesta cruzándose de brazos.

—Déjame decirte que estás equivocado —me defiendo y él, levanta una ceja—. Te vi ocupado y no quise molestar…es todo. 

Claro que es mentira. Marcos, se dio cuenta porque una sonrisa se forma en la comisura de su boca: —No sabía que fueras tan considerada para ser una chica rebelde. Eso no es propio de ti. 

Bufo.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí. 

—¿Cómo cuáles?  —inquiere en tono divertido y curioso al mismo tiempo. 

Finjo pensar durante unos segundos. 

—Tendrás que descubrirlas tú mismo —le hago saber. 

Al escuchar eso suelta una pequeña carcajada y acorta nuestra distancia un paso: — eso es perfecto. Me encantan los misterios, por si no lo sabías —me guiña un ojo. 

—Es bueno saberlo —digo, mostrándole una sonrisa sarcástica y luego añado: — Entonces ¿ahora resulta que también eres entrenador? —dirijo mi atención al silbato que cuelga en su cuello y a la tabla que sostiene alrededor de su brazo. 

Se encoge de hombros.   

—¿Qué puedo decir? Yo también tengo muchas facetas —aquello me hace sonreír, definitivamente, es un poco divertido hablar con él—. No eres la única ¿o sí? 

—Touché —es lo único que consigo decir. 

Ambos reímos. 

En eso noto que de un momento a otro se queda observándome y, empiezo a sentirme incómoda. Algo en la manera en la que me mira es lo que ocasiona que me sienta de esa manera y no me gusta. Es como si por un instante me hubiera vuelto vulnerable frente a él, convirtiéndose en un libro abierto. Aquello me asusta. Me asusta pensar que podría derribar todas esas barreras que he creado. 

Desvío mis ojos al suelo. Es vergonzoso para mí saber que estoy permitiendo que una persona que conocí hace poco se cuele poco a poco en mi vida. 

—¿Sucede algo? —pregunta Marcos, con un aire de confusión.

—No, nada. 

— … Entonces ¿viniste sola? —trata de aligerar el ambiente que, de pronto, se tornó serio y pesado. 

—No, mi mamá me obligo a venir —confieso, enseñándole la dirección en la que se encuentra. 

—Un duro castigo —se burla. 

—¿Eso crees? —pregunto, levantando una ceja—. También quiere que use una de esas horribles camisetas. 

Ríe.  

—Me retracto. Esa camiseta es un castigo mucho peor —yo asiento en acuerdo. De pronto el castaño señala a mi espalda— y, al parecer, se acerca. 

Volteo. 

Mamá y Catalina, ya tienen puestas sus camisetas, por lo que intuí que la sobrante debía ser la mía. Mi hermana se acerca primero. Se detiene en seco al ver que alguien me acompaña. Lo repara con esos grandes y redondos ojos infantiles que tiene. Luego le hace una seña a Marcos indicando que se acerque, confundido, camina hasta ella. Una vez cerca, trata de quedar a su altura para que ella pueda hablar con él, admito que es algo bastante gracioso de ver porque es bastante alto. Según Catalina, le susurra algo al oído, pero, puedo escuchar claramente cuando le dice: —Eres muy guapo.

¡Dios! 

Me esperaba cualquier cosa, menos eso. De inmediato hago una nota mental para recordar decirle a mamá que esté más pendiente de los programas que ve mi hermana. 

—¿En serio? —le pregunta divertido y ella asiente —¿qué crees? tu hermana también piensa lo mismo —dice imitando su susurro que no es susurro al tiempo que me mira.  

Ruedo los ojos. 

Es obvio que se refiere a lo que dijo Ana en la fiesta. Creí que lo había olvidado pero parece que no es así. 

Lo odio. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.