Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 16 [editado]

Olivia. 

 

Si antes mi relación con mamá era complicada, ahora es completamente insoportable. Desde que tuvimos aquella discusión durante la cena a duras penas nos dirigimos la palabra. Por suerte puedo refugiarme en mi habitación. Como es viernes, Ana, ha venido a hacerme compañía o bueno, más que hacerme compañía vino a quejarse de Leo. Resulta que a última hora el susodicho le envió un mensaje cancelando la ida al cine, con la excusa de que estaba ocupado o algo así fue lo que pasó. La verdad es que hace como media hora que dejé de prestarle atención a lo que dice. Solo me dedico a mover ligeramente la cabeza en ocasiones para aparentar. 

Todavía no logro entender cómo es que seguimos siendo amigas. 

—Liv, ¿me estás escuchando? —pregunta la rubia con sus brazos cruzados al percatarse de mi truco. 

—Por supuesto. 

—¿Qué fue lo último que dije? —me lanza una mirada inquisidora. 

—Eh… 

<<¡Carajo!>> 

No tengo ni la más remota idea de lo que podría haber dicho. Con rapidez trato de pensar en posibles respuestas pero no se me ocurre ninguna. Por lo que decido darle vuelta la conversación.

—¿Ahora eres una profesora o qué? 

Me mira sorprendida.

Se acomoda en una esquina de mi cama. Suelta un pequeño y ligero suspiro antes de responder: —No —hace una pequeña pausa y sigue hablando—. Es solo que esperaba que me dieras un consejo… o algo. 

Eso sí que no me lo esperaba. De verdad debe estar bien desesperada para que quiera un consejo de mi parte. Ambas sabemos que no soy la persona más romántica que existe y si, a eso se le añade el hecho de qué no tengo experiencia en eso de salir con otra persona. Creo que lo más cercano a eso para mí ha sido ir con más Marcos al mirador en medio de la noche. Por supuesto que no se lo pienso contar a Ana, luego empieza a imaginar cosas que no son.  

En fin, como la veo un poco decaída al sentirse abandonada por su novio opto por intentar levantarle el ánimo. 

—Amiga mía, sabes que no soy la persona más indicada para darte consejos amorosos… pero, si hay algo que puedo hacer. 

—¿Qué? 

—Ir contigo al cine. 

La rubia suelta una risita al escuchar las palabras que salen de mi boca. 

Digamos que tampoco soy amante de ver películas. Aún así, estoy dispuesta a sacrificarme si eso ayuda a que Ana, deje de estar melancólica. 

No me gusta verla así. 

—No tienes que hacerlo, Liv —me hace saber—. Pero gracias. 

Suelto un suspiro. 

—¿Sabes qué? —me pongo de pie—. Vamos a ir ahora mismo. 

—Ya te dije que…

La interrumpo haciendo un movimiento con mi mano. 

—No quiero oír excusas —digo—. Solo levanta tu lindo trasero de ahí. 

—¡Te amo, Liv! —brinca de la cama y sin que pueda evitarlo enrolla ambos brazos a mi alrededor y planta sus labios en mi mejilla derecha—. Eres la mejor, ¿lo sabías?  

—Sí, sí —respondo apartandola de mí—. Date prisa y salgamos de aquí antes de que cambie de opinión. 

Siendo honesta. Una parte de mí solo quiere alejarse un rato de todo lo que está pasando con mamá. Estoy segura que no habrá problema en que salga el día de hoy. Después de todo no hemos hablado en estos días y bajo a comer cuando todos ya están dormidos para evitar más problemas, así que dudo que note mi ausencia. Aunque me da igual, peor no pueden estar ya las cosas entre nosotras. 

Antes de salir, Ana y yo nos cambiamos de ropa. Por suerte tenemos prácticamente las mismas medidas por lo que la rubia puede ponerse mi ropa sin problemas. La única diferencia es que ella es unos cinco centímetros más alta que yo, pero eso no es un gran inconveniente. Una vez listas nos ponemos en marcha. 

****

Llegamos rápido a nuestro destino gracias a que Ana “tomó prestado” de nuevo el viejo auto que era de su padre. Sin perder tiempo nos dirigimos al cine. El cuál por cierto se encuentra ubicado al otro extremo del centro comercial, justo al lado de la plazoleta de comidas. Por suerte no hay tanta gente esperando en la fila para comprar entradas para las próximas funciones. 

Levanto la vista a la altura de la pantalla en la que se muestran las películas que están disponibles en cartelera. Como ninguna me llamó la atención le pregunto a la rubia que está a mi lado: —¿cuál peli vemos? 

Ella se muestra pensativa. 

—¿Qué te parece esa? —señala una que se ve muy romántica para mi gusto. Sin embargo, no se lo digo. Nada más me limito a encogerme de hombros y pronunciar un “está bien” —. Entonces ya está decidido, veremos esa. 

Cinco minutos después ya tenemos nuestros tiquetes. Ana compró una porción grande de crispetas con mantequilla y un vaso de coca-cola. Yo no quise nada a excepción de una botella de agua. Nos tocó en la sala dos. Una vez dentro nos ponemos a buscar nuestros lugares correspondientes. Prendo la linterna de mi teléfono debido a que la sala está oscura. Reviso el tiquete y empiezo a iluminar el número de los asientos. Ana camina detrás de mí. Cuando doy con los puestos que nos asignaron, le indico a la rubia que se siente y yo hago lo mismo. 




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