Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 20 [editado]

La semana transcurrió en un abrir y cerrar de ojos. Lo que significa que ahora mismo mi habitación está vuelta un desastre. Mi ropa y zapatos se encuentran regados por todas partes. Creí que Marcos estaba bromeando cuando me preguntó el otro día si iba a estar disponible este sábado. Pero no era una broma. Ya tengo una hora buscando en mi closet algo decente que ponerme. Pero nada me convence. No es que quiera que él me vea linda ni nada de eso, solo quiero lucir bien… eso es todo. 

Ana tampoco es que esté colaborando mucho. Se ha pasado toda la videollamada fantaseando sobre cómo será mi “cita”, en lugar de ayudarme a escoger un atuendo. Ella es la persona con el mejor sentido de la moda que conozco, sin embargo, parece que hoy sus neuronas están desconectadas de la realidad. 

Suelto un suspiro. 

—No es una cita —le aclaró a la rubia por milesima vez. 

—Claro, claro. Lo que tú digas. 

—Como sea —digo quitándole importancia a la cosa—. Entonces, ¿vas ayudarme a escoger lo que me voy a poner o no? 

—Sí —responde ella con evidente resignación—. Déjame ver de nuevo lo que hay en tu closet. Seguro encuentro algo que puedas usar. 

Ruedo los ojos con fastidio al escucharla. 

—Esta bien —pronuncio en un tono más seco de lo que pretendía.

Después de tanto pensarlo y medirme varios conjuntos. Ana, le da luz verde a lo que tengo puesto en estos momento. Un short de jean talle alto —el cuál es algo ancho en la parte de abajo— y una blusa de un color rosa pálido. Al frente se puede leer la frase “girl power”. Todo el atuendo lo acompañe con unos tenis basicos de color blanco. 

La rubia me sugirió que mi cabello lo recogiera hacia un lado y así lo hice. Apliqué un poco de polvo en mi rostro y algo de brillo en mis labios. 

Una vez lista, le pregunto: —¿cómo me veo?

—Como alguien que está lista para una cita —responde con una enorme sonrisa. 

—¡Qué no es una cita! 

—Sigue engañándote a ti misma, querida. 

—No lo hago. 

—Ajá —la miro con una ceja levantada— ¡Por favor, Liv!... es obvio que el sexi jardinero aspirante a doctor te gusta. Si no, no hubieras aceptado salir con él, ¿no lo crees? 

<<¿Gustarme, Marcos? ¡jamás!>> 

Es solo un amigo. 

Sí. 

Un amigo. 

—Claro que no —me mantengo firme—. Y ya te dije que no es una cita. 

Okay, ya entendí —levanta sus manos en son de paz—. No diré nada más. Pero tú y yo sabemos que lo que digo es cierto. 

Ruedo los ojos. 

—¿Sabes qué?, voy a colgar —digo justo antes de terminar la videollamada. 

Observo la hora en mi teléfono. Casi son las tres de la tarde. Respiro hondo y me preparo para salir de mi habitación. 

Al bajar las escaleras lo primero que veo es a mis hermanos sentados en el mueble frente al enorme televisor que tenemos en la sala. Mi mamá se encuentra trabajando en la mesa. Sin decir una  palabra caminó hasta la puerta principal de la casa. Antes de que mi mano toque la perilla me detengo. 

—Voy a salir —anuncio, mirando en la dirección en donde se encuentra mamá. 

Espero que diga algo, pero no lo hace. No pronuncia ni una sola palabra. Ni siquiera despega la vista de la pantalla de su computadora portátil. 

Una risa irónica se forma en mi rostro. 

Sin perder más tiempo abro finalmente la puerta. 

****

Al llegar al sitio de encuentro. Me llevo la sorpresa de tener una especie de deja vú. Hay un montón de personas vistiendo las mismas camisetas, gorras y comprando agua o comida en las carpas que se encuentran esparcidas por todo el lugar. 

Frunzo el ceño al darme cuenta de que se trata. 

De pronto mi teléfono suena. Abro el pequeño bolso que traigo atravesado a mi cuerpo y saco el aparato. Es Marcos. 

—¿Ya llegaste, chica rebelde? 

Suelto un bufido. 

—Sí, ¿dónde estás? 

—Mira al frente. 

Eso hago. 

Entre tanta gente no consigo distinguir  la figura del chico castaño con el que estoy hablando. 

<<¿Será que necesito lentes?>> 

—No te veo. 

—Eso es raro porque estoy justo frente a ti. 

Abro la boca para replicar, cuando choco contra algo o mejor dicho, contra alguien. Alzo la vista y sí. Se trata de Marcos. Muestra una amplia sonrisa al verme. Esa sonrisa que deja en evidencia los hoyuelos en sus mejillas. 

Tiene puesto un suerte de color vinotinto, jeans oscuros y unos tenis negros. Su cabello lo trae cubierto con una gorra también negra. 




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