Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 26 [editado]

Es sábado y eso solo significa una cosa. Así es. La fiesta por el cumpleaños de nuestro jardinero es hoy. Ayer Marcos me envió la dirección por mensaje y por supuesto, la hora. Empieza a las siete de la noche. Ana, no ha dejado de fastidiarme con eso toda la semana. Supongo que tiene miedo que termine cambiando de parecer —o algo por el estilo— a última hora. 

<<¿Como si fuera posible?>>

Aunque no la culpo por pensar así. 

Mi yo usual, nunca habría querido ir a una fiesta por voluntad propia. 

En fin. Estiro mi cuerpo al mismo tiempo que pongo ambos pies fuera de la cama. Como ya son cerca de las nueve de la mañana, bajo a la cocina en busca de algo para desayunar. 

Mamá, no se percata de mi presencia porque está con el celular pegado a su oreja derecha. En completo silencio me acomodo en una de las sillas que hay en la isla de la cocina a esperar a que se desocupe. 

Armando y Cat, al parecer todavía están dormidos. 

—Buenos días, Liv —dice mamá, con una sonrisa una vez termina la llamada. 

—Buenos días —regreso el saludo igual con una sonrisa y fijando mi atención en el objeto cuadrado de color negro que está bien ubicada al lado de la puerta, pregunto de manera casual— ¿y esa maleta? 

Ella voltea para mirar en esa dirección y luego vuelve a mirarme a mí. 

—Es mía. 

Eso ya lo sé, pero, lo que quiero saber es: —¿vas a viajar? 

—Sí —al escuchar su respuesta me quedo como estatua—. Algo se presentó en la oficina y mi jefe solicitó mi presencia con urgencia en la sucursal de Bogotá. 

<<Esto debe ser una broma>> 

¿Por qué de todos los benditos días tiene que viajar precisamente hoy? 

—¿No puedes viajar mañana? 

—No. Como ya dije es un asunto urgente. 

—Pero... se supone que me diste permiso para salir hoy —le recuerdo. 

—Lo sé y lo siento —aquello no me hace sentir mejor en absoluto, sino todo lo contrario—. pero parece que tendrás que cuidar a tus hermanos hasta que yo regrese.. 

Suelto un bufido. 

—¿cuándo será eso? 

—El lunes a más tardar. 

<<¡¿Qué?!>> 

No solo no puedo ir a la fiesta sino que ¿también tengo que ocuparme de mis hermanos todo el fin de semana? 

Vuelvo y repito: <<Esto debe ser una broma>> 

Quiero gritar, quiero decir que no es para nada justo que yo deba quedarme en casa pero, no me queda de otra que limitarme a musitar un leve: —de acuerdo. 

—Gracias —mamá suena aliviada—. Asegúrate de mantener la puerta cerrada, cuida bien de los pequeños y… no te metas en problemas. 

—No lo haré. 

—Bien. Ya tengo que irme —me avisa caminando hasta la puerta para sujetar la manija de su maleta y antes de marcharse dice: —. Te llamaré cada hora así que asegúrate de contestar el teléfono. 

Esa es su forma de decir que me estará monitoreando desde la distancia para asegurarse de que no haga nada que no deba. 

Genial. 

El fin de semana no puede pintar peor para mí, ¿cierto? 

 

****

—¿Cómo que no vas a ir a la fiesta de nuestro guapo jardinero? —me reclama Ana desde el otro lado del teléfono. 

—Tengo que cuidar a mis hermanos —le hago saber. 

—Me está mintiendo. 

—Ojala. Te estoy diciendo la verdad. 

La rubia de pronto se queda en silencio y entonces tengo que volver a hablarle para confirmar si sigue en la llamada. 

—Aquí sigo —responde por fin—. Solo estoy tratando de procesar lo que me estás diciendo. 

—No hay nada que procesar —en eso oigo que tocan a la puerta principal—. Espera un momento —digo al tiempo me dirijo a dicha dirección.

Casi dejo caer mi teléfono cuando veo a Ana al momento de abrir la puerta. 

Está ahí de pie frente a mí. 

—¿Qué… Qué haces aquí?

Ella rueda los ojos. 

—Venía de camino a tu casa cuando me llamaste —suelta como si fuera lo más obvio del mundo—. Traía nuestros outfits para la noche. 

La miro con una ceja levantada. 

Y de inmediato la rubia niega con la cabeza al mismo tiempo que entra cual “pedro por su casa”. 

—Ay mi querida, Liv. Sé que tenías pensado usar algo simple y aburrido —y no se equivoca pero aún así no puedo evitar sentirme ofendida—. Por supuesto, yo vine para hacerte brillar y resaltar como toda una princesa. 

—Pues lamento arruinar tus planes —sueno un poco sarcástica—. Todavía puedes ir sola, si quieres. 




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