Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 27 [editado]

—Deja de moverte —me ordena Ana, quien trata de realizar un perfecto delineado en mi ojo derecho. 

—No entiendo por qué esforzarse tanto con el maquillaje. Después de todo solo voy a estar un rato en la fiesta. 

La rubia se aleja un segundo para que yo pueda mirarla directo a la cara y lo hago. 

—¡¿Y eso qué?! —réplica y luego me señala con la brocha que tiene en una de sus manos—. Tú, amiga mía, debes dejar sin palabras al cumpleañero cuando te vea o yo me dejo de llamar Ana María Rodriguez. 

Su comentario me hace reir. 

Definitivamente, mi mejor amiga es una loca de remate y un caso perdido. 

—No planeaba dejar sin palabras a nadie. 

Ella suelta un suspiro

—Por eso me tienes a mí, Liv —me hace saber ondeando con gracia su largo cabello rubio—. Ahora quédate quieta que ya casi termino —dice continuando con el delineado. Luego aplica un brillo labial que tiene algo de color y al fin dice—: Listo. 

—¿Ya puedo ver como quedé? —pregunto, un poco —bastante— desconfiada del resultado. 

O sea, no dudo de las habilidades de Ana. Dudo es de que me vaya agradar lo que ella hizo conmigo. Seguramente tendré mucho producto en mi rostro y ni siquiera me veré yo misma. 

Cierro los ojos y colocándome de pie me paro frente al espejo que tengo justo al lado de mi cama. Ana me ayuda a no tropezar. Tomo una gran bocanada de aire y cuento hasta tres antes de volver abrir mis ojos. Me quedo sin palabras. La verdad es que mi amiga me conoce mucho e hizo un buen trabajo con el maquillaje. No se ve para nada exagerado, al contrario es muy natural y apenas se nota. 

Observo aún más mi reflejo mi reflejo. Tengo puesto un vestido corto —que por supuesto Ana me obligó a usar— floreado en unos delicados tonos pasteles, que a pesar de lo creí no se ve tan mal en mí. Me atrevería a decir que resalta el color de mi piel y ojos. Mi cabello está arreglado en una especie de medio recogido y es cierto lo que dijo la rubia cuando me peinaba. Que al terminar tendría una apariencia tierna pero al mismo tiempo despreocupada que tanto me gusta. 

Bajo la mirada hasta mis pies y es un alivio ver un par de tenis en ellos. 

Fue toda una osadía pero logré que Ana me permitiera usarlos. Por nada del mundo me iba a poner unos tacones. 

Sonrío complacida con mi reflejo. 

—¿Te gusta? —pregunta la rubia de pronto. 

Volteo en su dirección. 

A diferencia de mí. Ella lleva puesto un short dorado brillante acompañado con un top negro sin tirantes y unas zandalias de tacón también negras.Y me acabo de dar cuenta que extrañamente a lo que pensé, la rubia frente a mí tiene bastante ropa en color negro. En fin, su cabello lo ha recogido en un elegante y perfecto tomate. 

Se ve muy hermosa. 

—No está mal —es lo único que respondo. 

Aquello parece ser suficiente porque, Ana, me da una amplia sonrisa cargada de satisfacción y orgullo por su trabajo. 

—Ahora ¡vamos a esa fiesta! 

—Sí, vamos. 

Por alguna razón he comenzado a sentirme nerviosa. 

Respiro hondo y sigo a mi energética amiga escaleras abajo. Cat y Armando, están sentados en el mueble de la sala viendo su programa. Me coloco delante del televisor para llamar la atención de ambos. Armando arruga la frente apenas bloqueo la vista de lo que estaba viendo hasta hace un par de segundos. 

—¿Qué te pasa? —inquiere, molesto. Analizando con más detenimiento agrega—: ¿a donde piensas ir vestida así? 

—Es justo de eso que quiero hablarles —confieso ambos se miran con evidente confusión—. Yo voy a ir a una fiesta…

—¿Y qué pasa con nosotros? —me interrumpe Cat. 

—Se quedarán aquí, por supuesto. 

—Mamá dijo que tenias que cuidarnos —me recuerda Armando con una ceja levantada 

—Mamá no tiene que saber que me fui. Además solo será por un rato. 

Armando se muestra pensativo y eso no me gusta.

—¿Qué ganamos nosotros al guardar tu secreto? 

<<¡Dios!>>

Estoy por pensar que mi dulce hermanito en su otra vida fue un gangster o por lo menos un mafioso… o algo parecido. 

—¿Qué quieren? 

—Que pagues por nuestro silencio y aparte nos compres una pizza. 

Bueno. 

Al menos está siendo algo razonable. Aunque, lo más probable es que voy a quedar pobre después de esto. 

—Hecho. 

—Bien. Así me gusta —habla y yo ruedo los ojos—. Pero, todavía falta algo.. 

—¿Qué falta? —inquiero ya irritada. 

Armando de repente clava sus ojos en la rubia que está a mi lado y, ninguna de las dos estaba preparada para escuchar lo que saldría de su boca:— que ella me de un beso. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.