Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 29 [Editado]

 

Unirme al baile fue más divertido de lo que pensé.  No he parado de reír al ver los intentos de Marcos —y los míos— por seguir la coreografía de la canción prácticamente a ciegas. Bueno. Admito que me sé algunos pasos, después de todo es una canción bastante viejita, de la época de mis padres de hecho. Es que, en mi defensa, ¿quién no ha escuchado la macarena por lo menos una sola vez en su vida? 

Y con todo y eso, se me dificulta seguir un poco a los demás. 

Sin embargo, disfruté bailar. Sí, aunque suene raro viniendo de mí, así fue. Es más, me atrevo a decir que en estos meses he hecho cosas que solía odiar y sobre todo, que me he estado actuando como una adolescente. 

Una verdadera adolescente: Rebelde, problemática y algo desobediente. 

Y se siente bien. 

Solo un poco, ¿de acuerdo? 

Soy consciente que tengo ciertos límites y que, en estos momentos estoy cruzando uno y que probablemente termine metiéndome en problemas por ello. 

Aun así espero que ese no sea el caso esta vez, porque la verdad la estoy muy bien esta noche. 

Al acabarse la canción, empieza a sonar otra y todos de inmediato empiezan a moverse a propio ritmo. Por supuesto el cumpleañero y yo no somos la excepción. Aprovechando que nadie le estaba prestando atención, el mismo chico que habló por el micrófono antes felicitando a Marcos, se dedica a vaciar el contenido de dos latas grandes de espuma falsa —esa misma que suelen usarse en la celebración de los carnavales— sobre nosotros mientras gritaba algo que no alcancé a entender muy bien debido a la música. 

Los demás parecen haberlo escuchado con claridad porque aullaron en respuesta, casi al unísono. 

Cosa que me causó risa. 

—Pareces divertirte, chica rebelde —habla Marcos, lo suficientemente alto para que yo pueda oírlo. 

—Lo estoy 

No puedo ver del todo el rostro del chico castaño frente a mí, pero, casi estoy segura de que está sonriendo. 

—Entonces, parece que hice bien en invitarte. 

—Eso creo —bromeo y de inmediato pregunto—: ¿todos tus cumpleaños son así? 

—¿Así como? 

—Pues así… tú sabes a lo que me refiero. 

Ahora sí estoy segura de que está sonriendo. 

—En realidad, no —confiesa—. Por lo general no acostumbro a celebrar mi cumpleaños. 

<<¿Qué?>>

—Y entonces por qué…. 

—Supongo que este año fue una excepción. 

Siento como sus ojos marrones se clavaron directamente en los míos cuando lo dice y yo, por alguna razón tengo la necesidad de aclarar mi garganta antes de hablar: —Bueno, Doc. Si el próximo año vuelves a hacer una excepción, espero que también me invites. 

—Cuenta con ello 

ambos reímos. 

En eso, uno de sus amigos lo llama y él antes de alejarse me hace saber que no se va a demorar y me pregunta si quiero que de paso me consiga algo de beber, a lo que le dice que sí. 

La verdad es que ya estaba empezando a tener un poco de sed después de haber sudado a causa del baile. 

Aprovecho el tiempo de espera a que Marcos regrese con mi bebida para revisar mi celular y ver que hora es. Mi ojos se abren de par en par al notar todas las veces que me ha llamado mi mamá y no son pocas. 

<<¡Carajo!>> 

Se suponía que debía estar pendiente del teléfono cuando ella llamara y lo olvidé por completo. Me confié creyendo que no volvería a marcar después de las siete de la noche. Eso me recuerda mirar la hora… 

<<¡Doble carajo!>> 

Son casi las diez. 

Mamá ha estado llamándome por dos horas. 

Cierro los ojos tratando de pensar en lo que haré. Sin embargo, no me da tiempo de nada porque el teléfono comienza a vibrar en mi mano. No necesito ver la pantalla para saber de quién se trata. 

Con rapidez busco un sitio en el pueda hablar sin que se note tanto que estoy en una fiesta —¿como si eso fuera posible?— y lo único que se me ocurre es salir de casa. Aunque, tampoco es que sirva de mucho, pues, todavía se escucha la bulla de la música. 

Respiro hondo y rezo porque no se da cuenta de nada. 

—¡Hola, mamá! —hablo y mi voz suena nerviosa. 

De inmediato me provoca golpearme la cabeza por ser tan obvia. 

—¿Por qué no contestabas mis llamadas? —me interroga de inmediato. 

Trago saliva aún más nerviosa que antes. 

—Es que estaba…. ¿durmiendo?… sí, estaba dormida. 

—mmmm ¿dormida? —es evidente que no me cree y siendo honesta, yo tampoco me creería—. Eso es raro, tú no sueles acostarte temprano. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.