Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 32 [editado]

—¿Hay algún problema? —pregunto una vez que la pelinegra ha desaparecido de nuestro campo de visión.

Su expresión me dice que estoy en lo correcto.

Y algo me dice que tiene que ver con Olivia, en especial por la manera en que le pidió que se retirara. 

—Ahora que lo mencionas, sí lo hay. Tú inesperada cercanía con la señorita Mendoza —habla sin rodeos y yo, me quedo helado por la expresión de seriedad que tiene en su rostro.

—Yo no veo porque eso sería un problema. 

—Pues yo sí —me hace saber—. Te recuerdo que ella es una estudiante de esta institución y tú, no eres mi sobrino sino que también estás a cargo del cuidado del jardín. Así que espero que entiendas cuando te digo que puedo permitir que tal cosa siga sucediendo.

<<¡¿Qué?!>>

En pocas palabras, ¿me está ordenando que no vuelva a acercarme a Olivia?

Todo lo me ha dicho es totalmente cierto. Ella es la rectora de esta institución y como tal debe velar porque todos cumplan las reglas establecidas, sin excepciones. Cosa que —por supuesto— me incluye a mí. Por desgracia, mi tía es una persona muy estricta y meticulosa en cuanto a lo obrar y vivir con rectitud se trata, eso significa que no va ha dejar pasar esto tan fácil.

Todo es mi culpa.

Terminé siendo más obvio de lo creí. De no ser así, no estaría teniendo esta conversación. Olvidé por completo que la permanencia de Olivia en esta institución pende de un hilo y a la menor falla… bueno, ya saben lo que pasa ¿cierto? Y eso —sin duda—, es lo último que quiero. 

Tomo un poco de aire.

—Entiendo —respondo al fin—. Sin embargo, me parece que está exagerado. Nosotros solo estábamos hablando… 

—¿Con que solo hablaban?

—Exacto.

—Por favor, Marcos —cruza sus brazos—. Soy una monja no tonta. 

<<Claro que no. Aquí el unico idiota soy yo>>

—Y es por eso que a partir de mañana mantendrás tú distancia de ella…

—¿Y si no quiero mantener mi distancia? —la pregunta sale de mi boca mucho antes de que siquiera registre las palabras.

Me mira con sorpresa.

—Por tú bien y el mío, espero que lo hagas —me mira con un semblante demasiado serio—. Sabes tan bien como yo que esa chica solo te traerá problemas.

De nuevo puede que tenga razón.

Sin embargo, a estas alturas ya es imposible para mí tratar de negar lo obvio y simplemente alejarme de Olivia. En realidad no quiero hacerlo. Me niego a no seguir viendo aquellos ojos grises que me hipnotizan hasta el punto de ponerme nervioso o a esa sonrisa que me vuelve loco. 

Así que sí.

Por estar cerca de Olivia, siento que vale la pena correr cualquier riesgo.

—Definitivamente, debo agradecer que tu hermana me haya comentado lo que estaba ocurriendo justo a tiempo. 

Al escucharla todo cobra sentido. 

Debí imaginar desde el principio que Verónica tenía algo que ver con esto.

****

Al llegar a casa, lo primero que hago es buscar a la maravillosa y amable que tengo. La encuentro sentada en una de las bancas que tenemos en el patio trasero cerca del jardín. Está escuchando música con sus audífonos.

—Necesito hablar contigo —digo, retirando el audífono que cubre su oído derecho.

—¡Oye! ¿Qué te pasa?

—Eso es lo que quiero preguntar yo.

—No sé de qué hablas —se hace la inocente.

Ruedo los ojos con fastidio.

Esta vez no va ha funcionar ese truco. 

—Si lo sabes —la confronto.

—En serio, no tengo idea de lo que hablas —se mantiene en su papel.

Trata de volver a poner el audífono en su lugar y regresar a sentarse en la banca, pero se lo impido.

 —No te hagas la tonta conmigo, sabes perfectamente de lo que hablo —mi hermana cambia su actitud al notar que en verdad no bromeo. Cosa que es rara en mí, ya que, no acostumbro a enojarme con facilidad y mucho menos con ella. Después de todo, sé cómo es ella por lo que no suelo darle mucha importancia a lo que hace—. Así que dime: ¿Qué fue lo que le dijiste a la tía Lucía?

Ahora la que parece molesta es ella: —yo no le dije nada. Solo dije la verdad —clava sus ojos en mí—. Deberías entender que ella no te conviene. No te dejes engañar, hermano, se muy bien porque te lo digo… no la conoces tanto como yo. 

Suelto un suspiro. 

—Escúchame bien, Vero —trato de tranquilizarme—. Eres mi hermana, sabes que te quiero y por eso te he pasado muchas cosas, pero todo tiene un límite.

—¿De verdad te importa tanto esa chica? —Se cruza de brazos. 

—Sí —respondo, sin siquiera dudarlo—. Es por eso que te pido que no la sigas metiendo en problemas ¿entiendes? —no consigo reacción de su parte, por lo que, repito la pregunta— ¿entiendes? 




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