Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 33 [editado]

 

Esta semana se ha pasado muy rápido. Ya es viernes. Extrañamente todo ha estado muy tranquilo. Verónica no ha vuelto a fastidiarme, por el contrario, se ha manteniendo alejado de mí —cosa que agradezco—, aunque de vez en cuando noto que lanza miradas llenas de odio en mi dirección. 

Si que le molesta que sea amiga de Marcos. 

Porque eso es lo que somos, amigos. Nada más.

En fin. Tampoco es que tenga de qué preocuparse. La rectora me prohibió regresar al jardín en lo poco que falta para culminar el año escolar. Lo cuál no es mucho. Faltan alrededor de una o dos semanas para ello.

Sin embargo, se ha sentido aburrido… y solitario. Supongo que me había acostumbrado a tener a alguien para hablar y pasar el rato mientras terminaba de limpiar la escuela.

Sí.

Eso es. No es que me haga falta verlo o algo por el estilo, ¿cierto?

—¿Y después dices que no te gusta el guapo jardinero? —suelta mi mejor amiga de la nada, casi, como si estuviera leyendo mis pensamientos.

Aclaro mi garganta.

—¿A qué viene esa pregunta? 

—Es demasiado obvio, Liv.

—¿Qué cosa? 

Ella me mira con diversión.

—Qué estabas pensando en él ahora mismo. 

<<¿De verdad estaba leyendo mis pensamientos?>>

No.

Tranquila, Olivia, eso es imposible.

—Te equivocas.

—¡Vamos! —insiste y yo ruedo los ojos con fastidio—. Llevas como cinco minutos observando la manilla que regaló… e incluso puedo jurar que suspiraste un par de veces cuando lo hacías.  

—Claro que no.

—Claro que sí. Ya acepta de una vez que sientes mariposas en el estómago cuando lo ves —se burla.

—Por favor. Deja de imaginarte cosas.

—Lo que tú digas —comenta para restarle importancia a mis palabras, pero no me importa en lo más mínimo. Ella toma un trago de la bebida que compró en la cafetería de la escuela y dice: —solo respóndeme una cosa: ¿por qué todavía sigues usando esa manilla?... solo pregunto porque tú odias las manillas. Solo por eso.

Abro la boca, pero de inmediato la cierro porque no se ocurre nada 

Es que no sé qué responder.

Lo cierto es que ni siquiera me he planteado quitarla de mi mano. Ni mucho menos la encuentro molesta. Por el contrario. Me encanta. Es reconfortante poder verla porque a diferencia de ahora, la manilla esta llena de buenos y lindos recuerdos.

Suelto un suspiro.

—Creo que bonita —es lo único que consigo decir.

Ana muestra sonrisita traviesa.

—Pues, yo sigo creyendo que es porque te gusta la persona que te regaló.

—Es hermano de Verónica —le recuerdo.

—¿Y eso qué? —su respuesta no me sorprende para nada—. En tal caso saldrías con él no con la fastidiosa de Verónica… así que, qué importa.

La miro y ella levanta sus manos en son de paz

—Ya voy a dejar de hablar. 

—Gracias.

A los pocos minutos de haber terminado nuestra conversación suena el timbre indicando que es momento de retomar las clases.

****

Como no tengo mucho que hacer sin celular ni computadora —la cuál solo puedo usar para las tareas e investigaciones de la escuela. Decido acostarme a dormir a eso de las nueve de la noche. Sin embargo, una media hora después me levanto para ir a buscar un vaso con agua.

Todo está oscuro por lo que bajo con cuidado las escaleras. Voy directo a la cocina, abro la nevera y finalmente refresco mi garganta. Antes de volver a subir, robo una torreta de pan que como en mi camino de regreso a mi cuarto. Me detengo al escuchar la voz de mi mamá. Procurando no hacer mucho ruido me acerco más a la puerta y pego mi oído en ella. 

Solo por curiosidad.

—¿Cuándo piensas volver a casa? —pregunta. No oigo una respuesta, lo cuál es lógico ya que seguramente debe estar hablando por teléfono con papá—. Siempre dices lo mismo —habla de nuevo.

Hay una pausa de unos segundos antes de que mamá siga hablando: —no puedo más.

A pesar de que ya le había escuchado decir eso antes, mi corazón se encogió en el acto. Fue imposible no hacerlo. 

—Ya no puedo seguir cuidando de esta familia yo sola —su voz suena ahogada, como si estuviera a punto de llorar—. Se supone que es algo que tenemos que hacer juntos. Eres mi esposo, ¿lo recuerdas?

Hay otra pausa. 

Esta vez más larga que la anterior.

—creeme que te entiendo —dice—. Pero también que también me entiendas a mí. Sé que tú trabajo es importante, sin embargo, mis hijos y yo deberíamos ser igual de importantes para ti, ¿No te parece?

Es la primera vez que escucho a mamá diciendo esas cosas. 

Cómo cada vez que intento mencionar algo al respecto me regaña o simplemente me ignora, llegué a pensar que no le afectaba mucho.

Pero veo que me equivoqué.

Ella estaba sintiéndose igual o peor que yo, solo que no lo demostraba. No quería que viéramos lo mal que y vulnerable que está… tal vez, solo tal vez me parezco más a mamá de lo que pensaba.

Y que tal vez me he sido demasiado dura y egoísta con ella. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.