Soy la oveja negra de mi familia

Capítulo 37 [editado]

 

Es raro no ver el asiento vacío de papá en la mesa. Bueno. Al menos para mí se siente extraño verlo al despertar. Mis hermanos al igual que ayer están muy animados y contentos por poder desayunar junto a él después de tantos meses. Sin embargo, no deberían hacerse muchas ilusiones ni mucho menos acostumbrarse a esta escena porque se irá pronto.

Lo más probable es que sea mañana mismo.

Suelto un suspiro.

Decido no darle más vueltas al asunto. En su lugar prefiero concentrarme en mi desayuno. Mis hermanos ya casi han vaciado sus platos ya que empezaron a comer primero que yo, por supuesto.

—¿Puedes llevarnos a la escuela hoy? —pregunta Catalina mirando a papá que está junto a ella.

—Sí, mamá siempre nos lleva —agrega Armando. 

Mamá réplica desde la cocina y los dos traviesos se ríen con diversión.

—Entonces, ¿si nos llevas?

Papá finge pensarlo por un rato: —¡Por supuesto que sí! —responde al fin haciéndole cosquillitas a la pequeña en la barriga y ella ríe de nuevo—. Sí mamá no se molesta, claro.

—Por mi no hay problema —dice, sentándose en la mesa a hacernos compañía—. Así puedo adelantar mi trabajo—toma un sorbo de la taza que tiene en sus manos.

—Bien. Está decidido —anuncia papá—. Hoy irán a la escuela conmigo.

—¡Genial! —Armando y Catalina celebran al mismo tiempo.

Por mi parte permanezco en silencio.

—Si ya acabaron de desayunar vayan a terminar de alistarse. Se les hace tarde —comenta mamá mirando la hora en el reloj que está colgado en la pared que se encuentra en frente.

—Ya vamos —contesta Armando, levantándose de la mesa.

Catalina lo sigue.

Yo también me pongo de pie para ayudar a mamá a recoger los platos. Luego agarro mi mochila del sofá y antes de dirigirme a la puerta pronuncio un "nos vemos más tarde" en forma de despedida. 

—¿Y tú a dónde vas? —me pregunta mamá antes de que yo alcance a salir.

—A la escuela —respondo lo que es obvio.

—Creí que irías con nosotros —comenta papá algo sorprendido.

—No. Tengo que llegar temprano —miento. La verdad es que ni siquiera sé por qué lo hago.

—En ese caso déjame llamar a tus hermanos y nos vamos enseguida. 

—No te preocupes. Puedo ir a la escuela sola —le hago saber.

Y eso no es mentira.

Soy perfectamente capaz de tomar un taxi o un bus. Ya no soy niña. Solo dejo que mamá me lleve a la escuela todos los días —y asistiendo allí—, es porque no quiero discutir ni tener más problemas con ella. 

Además de los que ya tengo, por su puesto. 

Pero con papá es diferente. Él nunca está con nosotros, por lo qué, para mí no hace ninguna diferencia ir a la escuela sin él. Solo haré de cuenta que mamá se levantó tarde o tuvo problemas con el auto. Aquello ya a pasado antes. Después de todo él no estará mucho aquí en casa, como ya lo mencioné antes. Asi que no hay necesidad de cambiar mi rutina diaria.

—De acuerdo —es todo lo que dice papá—. Ten un buen día.

—Gracias. 

Dicho esto, salgo de la casa. 

****

—¿Te sucede algo, Liv? —pregunta Ana de pronto—. Es que, nada más haz estado mirando tu sándwich sin comerlo.

Solo entonces caigo en cuenta que ni siquiera le he dado la primera mordida al sándwich que compre hace rato en la cafetería. Como en el receso de las clases, nos sentamos en el jardín para el rato. Admito que tenía días sin venir a este lugar y hoy de pronto sentí esa necesidad de estar aquí.

Me hace sentir tranquila.

—No. Nada.

—¿Segura? 

—Sí. No me sucede nada —digo dándole una gran mordida al sándwich.

La rubia me mira con ojos entrecerrados. Al cabo de un rato suspira. Se gira por completo en mi dirección para asegurarse de que no pueda desviar la mirada. No tengo ni la más mínima idea de lo que está pasando por la cabeza de Ana en este momento. Acomoda sus manos en mis hombros y yo no soy capaz de ocultar mi confusión.

—Si te pasa algo —dice todavía sosteniendo mis hombros—. Puedo verlo tan claro como el agua. 

<<¿De verdad se me nota tanto?>>

—¿Qué es? —en serio se ve preocupada.

—Ya te dije que no es nada.

—Por favor, Liv —cruza ambos brazos sobre su pecho— ¿hace cuánto que somos amigas?

Suspiro.

—Siete años.

—¡Exacto! Hace siete años que nos conocemos —recalca—. Eso significa que he tenido suficiente tiempo para aprender a conocerte. Sé que por algún motivo que desconozco prefieres guardarte lo que te pasa o lo que sientes. Y te digo que no tienes que hacerlo… puedes contar conmigo, ¿lo sabes, verdad?




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