Sparkle

El acuario

Mi corazón latía a mil por hora, y mi cara de seguro se encontraba roja como una cereza. Cerré la puerta detrás de mi y me recosté de ella unos segundos.
¿Que es lo que me había pasado allá afuera?, ¿ y porqué mi corazón latía tan deprisa?, me habían llamado la atención personas con anterioridad pero ninguna de esta manera, claro que exceptuándola a ella, del resto todos fueron puros enamoramientos pasajeros. ¿Era posible sentirse así por segunda vez?.

Salí del trance del que me encontraba y continué a lo que venia, revisar el filtro. Camine en dirección a la pecera cuatro, que se encuentra casi al final del pasillo, teniendo cuidado de no golpearme la cabeza, otra vez, con alguno de los tubos que sobresalen de las peceras. Detrás de las grandes y relucientes vidrieras con peces que veían los visitantes, se encontraba "el desastre del acuario" como le decía yo.

Al pasar la puerta hacia la parte trasera, estaban los pasillos que llevan a diferentes pisos y cuartos que utilizamos para las investigaciones, guardar los productos de limpieza, oficinas, y cualquier otra cosa que llegue a ser necesaria en el acuario. Varias partes de la instalación se conectaban por estos pasillos de las peceras, con excepción de la pecera cuatro, que solo tenia un cuarto de servicio, los mecanismos de circulación de agua y filtros, y su acceso al tanque tres y cuatro, que son los dos que se conectan.

Algo que siempre logrará que me quede viéndolo hipnotizado es la manera en la que el agua refleja las paredes, haciendo que tonos azulados, morados y azules tenues se reflejen en las paredes y filtros, dando la sensación de estar literalmente bajo el agua, y sumándole que la iluminación detrás de los tanques no suele ser muy fuerte, estos reflejos se apreciaban con suma claridad.

Recorrí el pasillo, pase los tanques de agua, subí unos cuatro escalones y camine hasta llegar a los filtros. Saque el teléfono de mi bolsillo trasero y prendí la linterna para poder visualizar mejor todo a mi alrededor y encontrar aquello que estaba fallando. Revise las tuberías, conexiones eléctricas, perlones, y la lampara germicida, siendo esta ultima la que estaba causando el problema.
-Es la segunda vez esta semana que falla la lámpara, no podemos darnos el lujo de esperar a que vuelva a fallar.
Apague la linterna, guardé mi celular y camine hasta la puerta, ¿seguiría ese chico allá afuera?; mi corazón empezó a latir rápidamente en simplemente pensar en volver a encontrármelo.
—Lo saludaré si sigue allá afuera, dejare mi temor de hablarle a los desconocidos por un momento y le diré hola, si, eso haré.

Acerque mi mano al pomo de la puerta para abrirla, seguro de mi mismo, seguridad que se desvaneció al tocarlo.
—Si, no puedo. —me recosté de la puerta y miré al rededor de la habitación viendo todo lo que había en ella, mientras recargaba mi fuerza social para abrir la puerta. Luego de unos cinco minutos, tal vez diez, enderecé mi espalda nuevamente, respiré hondo varías veces y tome con fuerza el pomo de la puerta.—No puedo quedarme toda la vida aquí encerrado, no moriré por saludar amablemente a alguien, además de que tengo trabajo que hacer.

Con los ojos cerrados y tomando aire profundamente, abrí la puerta con seguridad y abrí los ojos de golpe, encontrándome con un pasillo completamente vacío, el chico se había ido de allí.
Una parte de mi se sentía aliviado, pero también ¿decepcionado tal vez?.
Cerré la puerta y salí en busca de María, tenía una idea de donde se podría encontrar, pero al estar en marcha los preparativos para el evento de la tierra podría estar en cualquier parte del acuario.

Podría comunicarme con ella a través de un walkie-talkie, casi todo el personal teníamos uno para comunicarnos rápidamente, pero perdí el mío hace una semana, y si, no se lo había dicho a nadie, la última vez que lo vi fue al llegar del trabajo, recuerdo que deje todo lo que cargaba encima de mi escritorio ya que iba a organizarlas y dejar conmigo solo lo que realmente utilizo día a día en el trabajo, pero me distraje y me fui a limpiar mi cuarto, y cuando volví al escritorio en la noche, nada mas estaba el pantalón que use ese día, algunas herramientas que uso para reparar detalles menores de los acuarios, mi teléfono, un bolígrafo y un pedazo de unos 10 centímetros de red de malla, pero ningún rastro de ese aparato negro. Lo busque por todo el apartamento, desde el escritorio, pasando por el cuarto, oficina, baño, inclusive y revise la nevera y el horno, y tampoco estaba allí.

Al final lo di por perdido, luego de cuatro días buscándolo; cada vez que María me preguntaba por el siempre le decía que se me había quedado en la casa, lo cual no era del todo mentira, estaba en la casa, solo que no sabia exactamente donde. Aun no tomaba el valor de decirle que se me había perdido, María podría ser muy dulce, pero cuando algo salía mal con respecto al acuario, ella si que daba miedo.

Sacudí la cabeza para ahuyentar mis pensamientos y concentrarme en lo que estaba haciendo. Buscar a María, esa era mi misión principal.

Primero iría a las oficinas, y si María no se encontraba allí, el segundo lugar mas probable era el bosque del acuario, que se ubicaba por la parte trasera del acuario, pasando la jungla y los reptiles.

Salí del pasillo que da a la pecera cuatro, cruce a la derecha y llegue al pasillo principal, que daba a la entrada del edificio, la tienda de recuerdos, y las demás peceras. Camine por el pasillo principal y el mas ancho de todos, pase el patio central, salí del edificio de los animales marinos y llegue a la jungla; apenas al salir llego a mi Tom, un mono Capuchino que habían dejado en el acuario dos años atrás, tras ser encontrado en un baño publico por una pareja que se encontraba en un viaje por el Zulia, tenia una cuerda rota alrededor de su cuerpo, por lo que creemos que escapo de donde lo tenían amarrado y dio a parar a ese baño en la gasolinera.




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