Odiaba filosofía. Bueno, mejor dicho, odiaba al profesor de filosofía. Lo único que hacía era leer un documento que proyectaba. Encima, estaba en la última fila, donde no se podía ver nada.
—Aris, cámbiate de sitio con Nadir —dijo el profesor.
¿Qué necesidad? Si nosotras casi no hablamos... Buenoooo, en realidad no nos callamos ni debajo del agua, pero es mi mejor amiga. Además, a ninguna de las dos nos importa lo que está explicando.
—Profeee, si tú hablas el doble de lo que hablamos nosotras —respondió Aris con el mismo tono de siempre.
—Aris... —parecía que el profe se estaba comenzando a enfadar. Lo sé porque me he fijado en que cuando se enfada siempre nos mira con una mirada asesina.
Mi mejor amiga se cambia de sitio con Nadir, un chico... raro pero normal. No es raro, pero tampoco es del grupo de los populares. Está ahí, en el medio. Como si le diera igual todo. Es muy despreocupado, y aunque no me he fijado mucho, sé que habla solo cuando es necesario. Supongo que prefiere escuchar. De hecho, vino el curso pasado. Lo único que sé es que es un año mayor que yo. Hay rumores que dicen que se saltó segundo de la ESO debido a problemas familiares, pero nunca me había metido ahí.
—¡Perfecto! Creo que a partir de ahora, en todas las clases de filosofía os sentaréis así —mi profesor, felizmente, se sentó y empezó a retocar el plano de la clase.
Aris y yo cruzamos una mirada. De esas que lo dicen todo. Sonreímos. Ya sabíamos que esto iba a ser un desastre. Sobre todo porque éramos muy poco sociables. En fin, nos miramos, sonreímos y ya. Supongo que estas eran una de las cosas que más me gustaban sobre nuestra amistad: siempre nos entendíamos con una mirada. No hacían falta palabras.
Se sentó a mi lado. No lo hablé. Y él tampoco me habló. Se le cayó un boli. Lo agarró torpemente y se le vieron los calzoncillos de tractores. Vale, eso era innecesario.
—Hola. Ermm... supongo que ahora somos compañeros filosóficos o algo así —dijo descuidadamente. Al menos, no era la única a la que le costaba socializar.
—Hola... —¿qué se supone que tengo que añadir? Fue la primera vez que me habló. No fue mágico. No fue especial. Pero igual me quedé sin saber qué decir.
Sonrió. Y ya, supongo. Se puso rojo. Muy rojo. Como un tomate.
—¿Te gustan los tractores? —Vale, me debía de haber callado.
—Sí... digo no... No, bueno, supongo —dijo Nadir.
Creo que se dio cuenta. No pasa nada.
En realidad, sí que pasa. Me quedé pensando en sus palabras toda la clase. Nunca había visto a alguien tan... ¿raro?
Filosofía era la última clase de los lunes. Al salir, no encontraba a Aris. Seguramente se estaba meando encima y fue al baño.
—Tienes buena letra —me dijo inesperadamente Nadir en el pasillo.
—Gracias, supongo.
¿Qué acaba de pasar? No escribí ni una sola palabra en esta clase. ¿De dónde sacó esta conclusión? Ay, no. NO. NO. NO. Debió de haber visto mi nombre en el estuche que tenía en la mesa. Lo escribió Aris. Y decía: Elaia la más guapi. DIOS. No puede ser. Y encima piensa que es mi letra.
Spoiler: terminé queriendo saber más de él que de cualquier filósofo muerto.
No sé si fue incómodo.
Solo sé que… ya no podía dejar de pensar en sus malditos tractores.
Editado: 19.07.2025