Spotter

Capítulo V. Maximilian

Maximilian

Suspiro y paso la página para encontrarme con más palabras mal escritas e, incluso, una que otra en inglés. Me encuentro encorvado con el codo apoyado en el escritorio de mi habitación y mi barbilla sobre este; tengo un lapicero verde en mi mano derecha mientras estoy revisando los trabajos que les pedí a las alumnas de primer año. Me encuentro a muy poco de agarrarlos todos, meterlos en una bolsa de basura y quemarlos. Realmente empiezo a creer que no debí ofrecerme para suplir a Rebeca, pero resulta ser la oportunidad perfecta para joder a la pequeña creída-amante-de-las-reglas que por poco hace que todos mis años de universidad se vayan a la basura.

¿Cómo? Fácil. Me enviaron este año a observar las clases de francés que imparte esa bruja pelirroja, ella cada mes manda un informe sobre si de verdad estoy haciendo mi trabajo y si lo estoy haciendo bien. Mi profesor en la universidad lee los informes y con eso me va poniendo mi nota para graduarme a final de año y por fin poder trabajar como profesor.

El problema está en que, desde el día en que me presenté en el colegio para pedir realizar las observaciones, esa vieja prácticamente me acorraló cuando ya me iba y me dejó claras las cosas: sexo cuando ella quiera y si a mí se me daba la regalada gana podría ni siquiera ir a ver las clases porque igual ella me pondría que lo hago excelente. Obviamente, no me quedó de otra que aceptar para que no me jodiera, cosa que iba a hacer si no le hacía caso.

El pequeño angelito de Madeline Cascadas tuvo que venir a descubrirnos en uno de nuestros «encuentros» e ir a decirle a la directora. Si esta le hubiera creído tengan más que claro que yo me hubiera despedido de mi carrera en un abrir y cerrar de ojos. Ella no tendría que haber hecho lo que hizo y por eso tengo estas infinitas ganas de vengarme —o hacer justicia, como le quieran decir— de esta niña que parece tan inocente y delicada. Gracias a ella misma pude descubrir su punto débil que es, y cito: «Las calificaciones son lo más importante en mi vida. Para mí no hay nada más: es lo primordial». Así que la idea es dañar sus malditas notas como casi hace ella con las mías. Lo mejor es que, comportándose como lo está haciendo últimamente, me está poniendo sus promedios en bandeja de plata.

Suspirando con cansancio me pongo de pie y comienzo a mover mis agarrotados hombros en círculos mientras estiro el cuello. Estoy más que estresado. No me vendría mal un poco de ejercicio que siempre me hace sentir mejor. Me cambio mi pantalón de jeans por uno de chándal, me quito las medias y los zapatos y me deshago de la camiseta dejando mi pecho al aire libre; se pueden apreciar los abdominales y pectorales bien trabajados y el tatuaje en tinta negra que tengo en la cintura, «Danger». Me lo hice hace unos años y, según las mujeres con las que me he acostado, es tremendamente sexy y erótico, yo qué sé.

Salgo de mi habitación y entro a la contigua a esta donde tengo mi gimnasio personal. En realidad, es una habitación bastante grande con una curiosa pared de cristal que tiene vista hacia la gran ciudad con una de las autopistas más transitadas del país a mis pies. Sé que no debería venir a hacer ejercicio sin camiseta donde cualquiera que vea hacia arriba puede verme; pero, no he escuchado muchas quejas al respecto. Tomo una de las mancuernas amontonadas en una de las esquinas y comienzo a flexionar mi brazo derecho de arriba hacia abajo mientras veo mi músculo contraerse y luego relajarse. Luego de unos minutos cambio la mancuerna al otro brazo y repito el mismo movimiento. No sé por qué, pero esto parece relajarme.

Dejo las mancuernas un rato después para acercarme a la mesa donde tengo las pesas y comenzar con el movimiento: arriba, abajo, arriba, abajo... Minutos más tarde ya siento las gotas de sudor que me caen de la frente y las que crean su camino por mis abdominales y brazos. Cada vez siento más cansancio y necesito emplear más fuerza para subir la pesa pero no me rindo. Resoplo pausadamente.

Escucho la puerta de entrada abrirse y luego cerrarse de un estruendoso portazo y sé que mi infierno personal por fin llegó. Me levanto y dejo la pesa en su lugar, tomo la toalla que está convenientemente colgada en un perchero cerca de la puerta y me la pongo en el cuello para salir.

—Te llamé hace una hora, ¿dónde estabas? —pregunto al chico desparramado en el sofá que está viendo televisión mientras yo paso a la cocina y cojo una botella de agua.

—Estaba a punto de tirarme a una chica. Me jodiste la tarde, ¿sabes? —reclama, mientras yo me siento en el sillón marrón individual frente a él y doy un muy largo trago.

—Llamaron tus padres en la mañana, pensé que te interesaría saberlo. —Tomo una esquina de la toalla, me seco la gota de sudor que viene bajando de mi frente y seguido dejo la botella en la mesa de madera que está entre los dos sofás—. Ellos quieren saber de ti.

—No me interesa —responde brusco y se pone de pie para escapar a su habitación.

Desde hace unos meses mi primo está viviendo conmigo porque estaba metido en muchos problemas: alcohol, chicas, bandas e, incluso, mis tíos creían que en drogas. Decidieron que lo mejor sería mandarlo a un exilio por aquí y que su primo se lo aguantara. Lindo, ¿verdad? Ustedes no tienen que convivir con él y sus malditos caprichos adolescentes. Hasta ahora no me ha dado más problemas que el hecho de andar de chica en chica pero eso no se lo reprocho porque yo soy igual o peor.

Paso a su habitación con autoridad y me planto en el umbral mientras lo observo tirado en su cama mirando fijamente el techo.

—Josh, ellos te quieren, sabes que es tu culpa que te mandaran aquí.

—Sí, sí, sí. Mejor cállate que no me interesa y a ti tampoco debería.

Suspiro. Siempre es igual y aún no me acostumbro a tener a un muchachito —aunque yo solo sea cuatro años mayor que él— a mi cuidado.

—Al parecer te he jodido una buena follada, ¿no? Mira tu humor —cambio de tema y cierro la puerta.




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