ʜɪsᴛᴏʀɪᴀs ᴘᴀʀᴀ ᴄᴏɴᴛᴀʀ

Cambio de cerradura

Salía de trabajar casi a la madrugada. Mi mujer siempre me esperaba en la puerta con un sermón, decía que nunca tenía tiempo para ella y si no le hacía lugar, me cambiaría la cerradura, lo repetía una y otra vez.

Trabajo en un supermercado, ahí conocí a mi mujer. Marta me había llamado hace un par de horas, para comprobar que no la engaño y si quería papas fritas para cenar, yo le respondí re canchero que dejara de decir tonterías y que prefería hamburguesas. Dejé a en la góndola el celular y continúe reponiendo. Fue una larga jornada, estaba llegando a mi casa toqué mis bolsillos y no encontraba ni las llaves, ni el celular, seguro lo olvidé en el supermercado.  Mi trabajo queda a siete cuadras de mi casa, si entro ahora Marta va a pensar que perdí ambas cosas con otra mujer y si me devuelvo voy a estar en serios problemas con Marta y la comida.  La segunda opción no parecía tan mala. Corrí tres cuadras, me empezaron a doler las piernas ya no daba más, tengo cuarenta no estoy para estas cosas. Las otras cuatro cuadras  que faltaban le pedí a un muchacho que me llevara.Estaban por cerrar,  mi jefe me miro desconcertado, le dije que venía por un par de cosas, y volvió a sus quehaceres. Justo como lo recordaba, allí estaba mi preciado celular y mis llaves queridas. Como era de esperarse tenía treinta llamadas perdidas de Marta.  Hice el mismo camino, me fijé si no me olvidaba nada y seguí, en la quinta cuadra habían unos ladrones saliendo de una casa, corrí como pude y alerté a los vecinos, salieron todos, en esa cuadra si algo les gustaba era el chismerío, uno de los muchachos que robaba me tiró el microondas que llevaba en sus manos justo en mis pies. Me tiré al piso y me los agarré.  Me desperté asustado con toda la gente  observándome, me levanté y salí de esa multitud cojeando, una amable mujer me acompaño, quedaban dos cuadras. Llegué a la puerta, introduje mi llave y no abría, repetí esa acción varias veces, la señora me miró, yo la miré a ella y nos sentamos en la escalera de la casa.     

     Nos dormimos con la señora, que creo que se llama Marie, miré mis pies, estaban hinchados y rojos estaban peor. Mi mujer me miró, mira la señora, miró mis pies y me tiró la ropa en la cara. La señora se marchó y me quedé en las heladas escaleras, me agarró un hambre y mi billetera estaba en la casa, introduje la llave otra vez y no podía entrar. Después de un rato Marta me abrió, había cambiado la cerradura, me lo había prometido, me dejó pasar, le expliqué todo lo que me había pasado mientras gozaba de unas hamburguesas. Me miraba re pérdida, yo estaba re embobado, le di un beso, le dije que la amaba. Abrió la puerta un hombre, le pedí a Marta que me explique y ahí fue cuando se me rompió el corazón, me había cambiado como a la cerradura, sin avisarme.         

 Agarré mis cosas, absolutamente todas y corrí. No me enojé le desee felicidad, yo amo a mi mujer pero la descuidé y de esa grita no se vuelve. Casi había llegado a los cincuenta, me casé, cambie de trabajo porque terminé de estudiar, soy empresario, la mujer que tengo a mi lado no  fue Marta, falleció en un accidente al irme a buscar esa misma noche. Me casé con Marie, me hace tan feliz como lo hacía mi otra mujer, es tranquila y muy amable, me encanta. Siempre paso por mi antigua casa, me hace recordar a lo descuidado que fui con el amor y mi vida.



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En el texto hay: amor, historiascortas, historiasdetodo

Editado: 26.10.2021

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