Starseed, A walk through time

2 - CELIK

Estepa del Cáucaso septentrional (8000 antes de Cristo)
 


 

La estepa helada se abre ante mí y llega hasta donde mi vista llega. Me bajo del tronco de un salto y caigo con destreza. El mamut lanudo está sólo a unos cuantos pasos. Está tan cansado como nosotros. 
 


 

Miro a los a los de mi grupo, Tilk, el de cabello negro desgreñado me guiña un ojo descarado. Maalt a su lado, su hermano menor y su compañero de pesca me muestra una sonrisa desdentada. Recién cumplidos sus siete inviernos y ya es uno de nosotros. Los otros tres del otro lado me hacen una seña. Todos somos parientes. Compartimos sangre y ancestros. Y aunque yo veré pronto mi invierno número quince dentro de dos amaneceres ya fui designado para enseñarles todo lo que sé.
 


 

Pero son muy pequeños. Yo no comencé tan joven pero la falta de comida, el frío que arrecia y la partida antes de lo esperado de muchos líderes que sucumbieron con temblores extraños de sus cuerpos encendidos cuál si fueran hogueras nos han hecho cambiar un poco las reglas. Y estos que me acompañan oficialmente hoy dejarán de ser niños.
 


 

Si fuera mi decisión, los hubiera dejado en el campamento haciendo otros quehaceres: preparando cueros para el invierno, limando puntas de flecha o aprendiendo los diferentes usos de las plantas y las flores que Ewina conoce muy bien. 
 


 

Ewina...
 


 

Mis joven esposa a la que nunca había visto hasta hace dos inviernos cuando vino de otro asentamiento con un grupo pequeño y un par de animales como obsequios. 
 


 

Mi padre escuchó pacientemente mis palabras de rechazo. Yo no quería unirme a ella pero luego de que acabé de hablar, él sólo me miró. Sus ojos tan amorosos algunas veces ahora brillaban implacables. Me lo estaban ordenando. 
 


 

Éramos pocos en número. O crecíamos en número o desapareceríamos. Yo casi nunca lo obedecía pero esa vez no me pude rehusar. Porque sabía que él hubiera dado su vida por mí. Y entonces acepté. No la tenía que querer como quería a mis caballos o a mis flechas o a mi trenza oscura...Trenza que era mi tesoro pues mi madre antes de quedarse dormida varias lunas atrás me había hecho con un cordón especial preparado sólo para mí.
 


 

Me acerqué a Ewina esa noche en la tienda preparada para nosotros sólo para cumplir con mi deber. Pero apenas me sonrió entendí que ya nada sería igual. Y para cuando amaneció yo ya no quería ni a mis caballos, ni a mis flechas, ni a mi trenza, sólo la quería a ella.
 


 

Pensar ahora en Ewina me recuerda que estaría esperándome en aquella misma tienda y estaría preparándome mi caldo especial con sus flores y hierbas, me contaría sobre nuestro bebé y su barriga abultada y me sonreiría como lo hizo aquella vez. Siento la necesidad de ir con ella, la extraño por eso me apuro. Lo que acaba siendo una imprudencia.
 


 

Cuando siento el golpe de aquella bestia sobre mí, me doy cuenta de que ya no veré esa sonrisa nunca más. 
 


 

"Celik, ¿por qué tuviste que ser tan imprudente?, me reprochó.
 


 

Tengo fuerzas sólo para entornar mis ojos a mi alrededor. No quiero morir hasta no saber que los demás están bien. Me los imagino corriendo alejándose de mí y de aquella bestia, atravezando la estepa helada. Es la orden que yo les había dado al iniciar la cacería. Pero por alguna razón no me hicieron caso. 
 


 

Corren sí...pero hacia mí. Gastan todas sus flechas en el mamut. Lo matan. Pero antes de dar su último quejido de dolor, la bestia arremete contra nosotros y uno a uno caen sobre mí. Sus miradas ya están quietas y su sangre me cubre todo el cuerpo y se mezcla con mi sangre y con mi último aliento los envuelvo entre mis brazos... y dejo aquel cuerpo tan fácil y tan rápido que al principio me cuesta entender.
 


 

Como si me hubiesen crecido alas en la espalda me elevo hacia las estrellas. Y un parpadeo después me veo durmiendo. Ponen rocas sobre mi cuerpo y me trenzan el cabello con unas tiras de cuero fino con símbolos pintados escondidos en diferentes partes de la trenza. Esto evitará que algún carroñero se alimente de mi cuerpo y así poder con el paso de las lunas ser parte de la tierra otra vez y mientras lo hacen cantan mi nombre y mis gustos para que mi espíritu recuerde quién soy en mi próxima vida. Lo mismo hacen con cada uno de mi grupo. 
 


 

Colocan en una de mis manos mis piedras de la suerte y mi juego favorito y en la otra, mi hueso para sorber miel huevos y caracú. Cubren mis pies con unos calzados nuevos de un hermoso cuero claro cocido con tripa. Reconozco el diseño
Es de Ewina. 
 


 

Ewina, con nuestro hijo en brazos y con el otro en su vientre ya no mira mi cuerpo tapado por las piedras sino que mira hacia las estrellas como buscándome. Y sólo por un breve momento me parece que mira justo hacia el lugar donde comienzo a elevarme. Y mientras haciendo tengo la certeza de qué me ve porque de repente entre lágrimas me regala una sonrisa, esa misma sonrisa que sabe que tanto amo y que jamás olvidaré.
 




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