Inocentes y profundos

—No sé, yo habría elegido una más grande —se quejó Hache con sus brazos en su nuca.

—Es una paloma, no un elefante —repliqué cruzándome de brazos. Estábamos parados observando la gran jaula que se encontraba al ras de la ventana con Shiro dentro de ella.

—Es ilegal enjaular un elefante —me miró, luego me enseñó su lengua—, pero una jaula así de grande estaría bien para Shiro.

—¿Ya te dije que eres bastante irónico? —entrecerré mis ojos.

—Nop.

Lo fulminé con la mirada y seguido de eso, volteé hacia el frente. —Debes estar feliz, ¿ah? —le dije. Mi padre me ha ayudado a traer una gran jaula, por cierto muy bonita, para Shiro, le sienta muy bien, quizás así pueda vivir más libremente. Metafóricamente hablando. Y ahora que lo pienso, no luce tan mal.

—Pues sí, tenemos una mascota —contestó mostrando sus colmillos.

—No te hablo a ti —encogí las cejas, en seguida vi a Shiro—. Le digo a ella. A veces parece que nos mira con mucha curiosidad.

—Entiende todo lo que decimos, Macky. ¡Hasta sintió tu rechazo ayer! —exclamó—. Deberías sentir vergüenza.

—Seguramente, aún es joven, entenderá —me referí a la paloma—. ¿Verdad que sí? —sonreí.

La cara de aquel animalito era ciertamente limpia y sencilla, sus ojos profundos e inocentes me compadecieron, el Sol era penetrante, que al mirarlo a batalla y no poder sostener mi mirada en él, parpadeé algunas veces. Me dieron ganas de abrir la jaula y dejar que Shiro volara libre. Imposible, sin alguien a su cargo, debería ser difícil conseguir comida, seguramente moriría de hambre u otro animal la atacaría.

Hache estaba hablando, su voz resonaba en mi mente sin entender una palabra, sólo mi nombre. Pronto el cielo se tornó borroso y las nubes se desvanecieron formando una espesa niebla frente a mí, pude dar un par de pasos atrás, traté, sin éxito, de tomar algo para sostenerme, un dolor propagado en mi cabeza causó que cayera al suelo, me dolió solo un momento, y cerré los ojos.