Día doce| sufrimiento para tres

—¡MACKY! —Gita Josh desde la puerta—. ¡¿Ahora qué pasó?! ¿Cómo te sientes? ¡¿Mal, bien?! —cuestionó con una pregunta tras otra.

—Sí, un leve dolor de cabeza —expresé lo "leve" con mis dedos índice y pulgar—. Tranquilo, no me voy a morir, ¿esas flores son para mí? —señalé un ramo algo maltratado que traía entre manos.

—Oh, cierto, toma —me dio un lindo ramo de lirios—. Ya imaginarás que tus flores favoritas son los lirios, tienes un florero con ellos en aquella mesa.

—Lo trajeron mis padres —aclaré mirando igual el florero—. Lirios blancos para una habitación blanca, qué original —reí. La mano me ardió en cuanto toqué las flores, estaba irritada pero disimulé.

—¿Y eso? —miró en dirección a Shiro—. ¿Desde cuándo tienes una paloma? —sonrió.

—Es linda, ¿verdad? Estaba perdida, como no encontré a su dueño, la traje conmigo, la verdad es que no la quería, pero fue muy insistente —repliqué recordando los berrinches de Hache.

—¿La paloma fue insistente?

—Algo por el estilo.

—Te afecta estar encerrada, no quiero que empieces a hablar con animales —tocó mi frente con la palma de su mano y al mismo tiempo tocó la suya para comprobar si yo tenía fiebre—, Pues, no tienes —informó—. Cuando salgas vayamos a más lugares, para que recuerdes todo —se acercó y pellizcó mis mejillas—. Incluso, si lo pienso, puedes quedarte así, recordándome solo a mí.

—¿Qué dices? —alejé sus manos de mi cara—. ¿No tienes escuela? Vete ya o vas a llegar tarde —entrecerré los ojos.

Sacó su celular y miró la hora. —¡Demonios! Me voy yendo —avisa—. Ya quiero que vuelvas a la escuela, nos vemos.

Después de despeinar mi cabello, salió corriendo.

Hache entraba por la ventana, mantuve la esperanza de que no lo hubiese escuchado todo. No me atreví a mirarlo.

—Hola... —balbuceé.

—«Puedes quedarte así, recordándome solo a mí» —escuché a Hache repetir las palabras que me dijo Josh y me miró a los ojos—. Estoy celoso —balbuceó sin ganas, se quedó a unos centímetros de mí y se cruzó de brazos.

—Hache... No, no es lo que p... —dudé.

Un segundo..., mentir diciendo la frase cliché «no es lo que parece» no era una buena idea, justo cuando sí era lo que parecía.

—Juro que si me das hasta la más estúpida excusa voy a creerte, Macky... —dijo.

Agaché la cabeza.
—No tengo una —murmuré—. Perdóname, Hache —evité a toda costa encontrarme con sus ojos, y él se situó frente a mí.

—Solo dime que no es lo único que recuerdas —espetó, nervioso—. A él no.

Seguida del miedo y la vergüenza que llegó a mí, me levanté de mi cama con el ramo de lirios y caminé hacia la pequeña mesa para depositarlo.

Y aún sin darme la vuelta, susurré: —Es lo único que recuerdo.

—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó.

Me quedé callada.

—En dos días —prosiguió—, podría marcharme —se echó a reír con marcada tristeza—. ¿Sabes? Aún tengo la esperanza de que en el último momento digas mi nombre, la verdad sería épico, cuando lo hagas... Yo...

Interrumpí. —Hache, si desapareces... ¿Qué pasará contigo? —apreté los puños—. ¿A dónde irías?

No sé si se dio cuenta de que ya estaba casi segura de qué hacer si no lo recordaba...

—No sé, tal vez vuelva al lugar de donde vine; es lo único que se me ocurre —me contestó.

—¿Cómo es ese lugar?

Él lo pensó.

—Oscuro, vacío —dijo con pavor—. Me sacaste de ahí hace ocho años, estoy siendo egoísta al pedirte desesperadamente que no me mandes ahí de nuevo, sé eso muy bien.

—No voy a dejar que vuelvas ahí... —cambié de opinión.

—Lo he pensado. Estoy presionándote mucho y haciendo que tu cabeza duela, no quiero que te pase algo peor, entonces... Solo concéntrate en descans... —se calló al verme voltear hacia él con profundo enojo.

—¡No sé cómo voy a recordarte, pero no voy a dejar que vuelvas ahí, Hache! ¿Entendido? —Levanté la voz.

—Macky... Escucha —trató de hablar.

—No quiero escuchar que te rindes... Voy a tenerte siempre, por eso tienes que presionarme un poco más, no me importa lo que me pase.

«¿No era yo la que se estaba rindiendo?»