El apartamento de Joe olía perpetuamente a café recalentado y a la ansiedad estudiantes de posgrado. Estaba amueblado de forma funcional, casi no había decoraciones innecesarias, las pocas cosas que le daban vida al lugar eran sutiles y todas había sido elegidas por la esposa de Joe. Fuera de aquella foto colocada en una repisa y flores en una mesita junto a la puerta, la mayor señal de vida constante en ese hogar eran los papeles desperdigados y las tres computadoras portátiles prendidas en la mesa del comedor.
—De verdad que no puedo con el hecho de que me vuelvas a ganar con la Princess Peach — exclamó con exasperación Kira, dejando caer el control de Nintendo Switch en la alfombra desgastada donde los dos estaban sentados.
Amin soltó una carcajada mientras su Bowser cruzaba la línea de meta. —Es física básica, Ki. Peso versus aceleración, momento angular, distribución de masa...
—¡Es un maldito videojuego! —protestó ella, empujándolo suavemente con el hombro—. No todo en la vida se resuelve con ecuaciones.
—Bueno... sabes que técnicamente sí—Amin levantó una ceja, esa sonrisa traviesa que Kira conocía desde hace tres años, cuando se conocieron en el equipo de investigación y él la ayudó a entender por qué las transformadas de Fourier no eran solo números bailando en el espacio.
Joe, quien estaba aparentemente sumergido trabajando en su portátil en la mesa del comedor intervino sin moverse: —El muchacho tiene razón, técnicamente todo en la vida se puede reducir a ecuaciones diferenciales. Tu corazón latiendo, las ondas electromagnéticas que les perite jugar ese juego, es más, incluso la frustración que sientes ahora mismo tiene una base bioquímica cuantificable.
—¿Eres mi amigo o mi hater? —dijo Kira, pero se estaba riendo. Así eran sus tardes: Amin con sus teorías que rozaban lo poético, Joe con su pragmatismo de postdoctorado que había visto demasiadas noches en vela, y ella tratando de mantener a ambos con los pies en la tierra mientras navegaba entre fotones y cristales líquidos.
El apartamento de Joe se había convertido en su refugio no oficial. Después de largas sesiones en el laboratorio con experimentos de óptica fallidos (para Kira) o de horas perdido en simulaciones de agujeros negros (para Amin), terminaban ahí, en el suelo, compartiendo pizza fría y debatiendo desde la mecánica cuántica hasta si realmente valía la pena el doctorado. Había una verdad irrefutable, ese apartamento era un hogar y ellos una familia.
Se escucho el móvil de Joe sonar, intercambió un par de frases antes de abandonar el trabajo en que había estado absorto durante las últimas hora y se dirigió a la puerta habiendo terminado la llamada.
—Rebeca llegó. Recoja la mesa, cenaremos— Soltó la orden mientras cerraba la puerta tras de él. Kira y Amin sabía la rutina, Joe estaba dirigiendose a recoger a Rebeca a la parada del bus y Rebeca traería algo para preparar la cena para todos.
Joe y Rebeca eran los mayores, pero dentro de ese hecho, seguían siendo jóvenes. Se había casado hacía poco y siempre les había abierto las puerta de su casa a ambos. Aunque no se habían limitad a ello, se preocupaban por ellos, se encargaban de que siempre que estuviesen hí comieran bien. Rebeca se encargaba de darles un ancla emocional y hacerles sentir escuchados y comprendidos, Joe por otra parte, otorgaba seguridad para todos. A menudo bromeaban con que Kira y Amin eran su mejor entrenamiento para cuando decidieran tener hijos
—¿Sabes qué? —dijo Kira de repente, mientras ella y Amin juntaban los papeles en pilas y los llevaba al sofá junto con las portátiles—. Deberíamos organizar carreras de drones en el instituto. Apostar dinero. Hacernos ricos y largarnos de viaje todos antes de que nos volvamos completamente locos con nuestras tesis.
Amin la miró con curiosidad. —¿Carreras ilegales de drones?
—Era broma... —Kira hizo una pausa, viendo la expresión pensativa de su amigo—. Pero si quieres, no es broma.
El silencio que siguió fue diferente. No era el silencio cómodo de siempre, sino uno cargado de posibilidades. Esta sensación de posibilidades se instaló en la mente de ambos, aunque ninguno volvió a decir nada al respecto durante la cena ni antes de irse a dormir.
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Editado: 24.07.2025