Capítulo 19: Trabajar juntos.

Noah

Quería detenerla, pero sentí que no era lo correcto. Apoyé mis manos sobre la mesa y vi la nota. Lo primero que pensé al ver lo que decía en la cara del sobre fue:

“Esto debe ser una trampa.”

La caligrafía ordenada, el borde del papel doblado con precisión… todo parecía demasiado impecable. Pero esta vez, no era la letra de Camila. No. Esta letra era seria, recta, casi rígida. Totalmente de la coordinadora.

“Invitación exclusiva al evento de astronomía del mes. Nos gustaría contar con tu presencia para una colaboración oficial.

—Coordinación Académica”

Okey. No era de Camila… y aun así sonreí. No lo pude evitar. Significa que la veré de nuevo.

Sin pensarlo dos veces, llamé a mi agente y le conté.

—¿Estás seguro de esto, Noah? —preguntó, como si acabara de aceptar filmar un documental sobre cucarachas.

—Seguro. Será divertido. Además, suena educativo.

—“Educativo” no es una palabra que usemos mucho contigo…

—Confía.

Spoiler: nunca debí confiar.

***

Dos semanas después, me encontraba en el salón principal del Centro de Observación Astronómica, rodeado de telescopios, banners de galaxias y gente que hablaba un idioma que sonaba a “cuántico-galáctico-loquesea”.

Y ahí estaba ella.

Camila, con su credencial colgada y ese aire profesional que solo ella podía tener.

—Noah —dijo sin levantar la vista de su tablet—. No toques nada, por favor.

Después de tiempo sin verla —exagero, pero así lo sentía— una parte de mí se preguntó si el beso había significado algo para ella. Quise escribirle durante esas dos semanas, pero nunca supe qué poner. Si ella quería actuar como si nada hubiera pasado… yo podía hacerlo también.

—¿Ni siquiera el telescopio gigante que parece un cañón de Star Wars? —bromeé, señalando.

Me miro a los ojo y dijo:

—Ni siquiera ese.

Asentí. Y aun así, cuando ella volvió a su tablet, fui hacía el telescopio y lo toqué.

—Wow, mira, se mueve si aprietas aquí —dije sorprendido.

—¡Noah! —corrió hacia mí—. Acabas de descalibrar una lente que vale más que tu departamento.

La gente volvió a mirarnos. Yo sonreí.

Ella suspiró.

Ah, los buenos viejos tiempos.

***

Horas más tarde, el comité del evento nos reunió.

—Bien, jóvenes —dijo Mateo, el encargado—. Debido a su buena conexión con el público, queremos ofrecerles un contrato de dos meses para continuar con el programa de divulgación. Trabajarán juntos. Camila será la asistente directa de Noah.

Camila se volteó hacia mí con una sonrisa tan falsa que debería tener copyright.

—Qué alegría —murmuró.

—Sí, el destino nos quiere juntos —respondí.

—El universo quiere verme sufrir —susurró ella.

Los días siguientes fueron un caos astronómico, como le gusta decir a Camila.

Parte del trabajo consistía en grabar y editar contenido. Así que terminamos encerrados varias tardes en la sala de audiovisuales de la universidad, rodeados de luces, trípodes y computadoras que parecían listas para explotar.

—Camila, necesito que me consigas un casco de astronauta, una linterna ultravioleta y una pizza —le pedí una mañana mientras ajustaba el micrófono.

Frunció el ceño.

—¿Para qué?

—Contenido educativo.

—¿La pizza también es educativa?

—Depende. Representa una galaxia con pepperonis.

Me lanzó una mirada de “me arrepiento de aceptar este trabajo”, pero lo consiguió igual.

Más tarde, mientras yo grababa una explicación improvisada sobre agujeros negros, ella me corrigió sin despegar la vista de su laptop:

—Noah, un agujero negro no es una puerta al multiverso.

—Bueno, técnicamente nadie ha probado lo contrario.

—¿Sabes qué más es un agujero?

—¿Qué? —sonreí.

—El que vas a cavar si sigues diciendo eso en la transmisión en vivo.

Mi sonrisa se desavaneció de golpe.

Al final del día, ella revisaba sus apuntes mientras yo editaba el video en la computadora. La luz tenue del monitor iluminaba su rostro, y me descubrí sonriendo sin razón.

Tal vez el destino sí tenía un plan.

O tal vez solo se estaba divirtiendo… a nuestra costa. Sea lo que que la estaba pasando más que bien