Sonambulando por los templos
de nuestro amor,
con memorias que me dorso-acuchillan
cuando trato
de ignorar el dolor.
Sé que ya no puedes ver
a través de mí,
que ya no escuchas
lo que somno-murmuro,
y que, por consiguiente, no sabes, no,
que tu nombre es todo cuanto conjuro.
No hay ceremonia de palabras
que enmiende este estrago.
La plaga ha proliferado.
Cariño, las paredes de nuestra morada
lloran las lágrimas que no soltamos.
el piso que sostiene nuestros pasos
grita los lamentos que no confesamos.
Nuestro amor se ha vuelto una cruz
que ambos cargamos.
Y no hacemos nada,
nada porque han sido demasiados años.
Cicatrices-estelas
fulguran sobre mi piel
bajo cielos de ébano.
Un Cygnus
que vigila mis desvelos.
Pero ni el fulgor más triste-brillante
podría incitarte a girar el rostro
hacia mis feúchos senderos.
Por cuanto he sido la sangre
y he sido la lastimadura
sé que, cuanto más procuras que pare,
más te alejas de la sutura.
Por cuanto he sido la cicatriz
y he sido el desvanecimiento
sé que, entre más te aferras,
más te vacías por dentro.
Y me niego.
Esta vez, no concuerdo.
Cariño, mis recuerdos
son mis tesoros, mi evidencia
de que aún no estoy muerto.
Pero no puedo,
no,
cargar con los nuestros.
Es inhóspito
como nosotros.
Y lo siento
circuncorrer mi cuerpo.
Cariño, lo siento
por esta vez no ceder,
por esta vez correr lejos,
lejos,
lejos
...lejos
de ti, de todo esto.
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Editado: 24.06.2024