Suceso Inefable

Capitulo 3

El hombre que le había ayudado olía súper rico. El chico de alado tenía sangre en su labio inferior que brotada de esa corta herida, estaba al parecer en una pelea donde el comenzó y lo sacaron a patadas del bar, chocando con Fernanda.

— ¿la lastime mucho? Si quiere vamos a un hospital —murmuro el chico estando un poco borracho, interpretando su temor hacia la mujer, no podía lavarse las manos e ignorar el acontecimiento, reconocía que su vida últimamente iba mal en peor, ya no toleraría esa actitud consigo mismo, en ese momento se prometió cambiar.

—No hace falta, este tipo de dolor es pasajero —dejó sus palabras al aire.

—Yo lo siento, de verdad, estoy drogado —de inmediato la mujer no paró de desarrollar miles de ideas con la sinceridad de aquel chico, por algo no era psicóloga y aunque le gustaría no pensar en el tema, es inevitable no analizarlo.

Medio borracho se encuentra, triste, ese hombre necesita ayuda, pensó Fernanda. Solo que a la vez no podía darle una confianza abierta de la nada, era desconfiada con los que no lo rodeaba y peor en este momento, siempre que intentaba cooperar salía lastimada.

La mujer quiso continuar con su camino pero ese hombre mirada de mar, le detuvo.

— ¿segura que se encuentra bien? La caída fue fatal, eso no es normal —habla. 

—No es de todos los días que alguien se lanza encima de mí —se burla ella mostrando una radiante sonrisa, en ese momento sintió algo extraño al ver a sus ojos, quedó hipnotizada con esa mirada inquietante, profunda, retadora. —pero estoy en perfecta condiciones, agradezco la ayuda.  

—una hermosa mujer como usted no debe salir lastimada, ni aunque tuviera miles de pecado —admitió Maximiliano, no dejaba de ver ese lindo rostro que tenía en frente. Fernanda se sentía un tanto incomoda con las palabras de aquel hombre desconocido, conocía el precio de esas palabras disfrazas con buenas intenciones.

—Mi pecado es ser linda —habló sincerándose, se sentía acorralada ante esos ojos misteriosos, pero aun así sostuvo su cabeza sin agacharla, tenía que demostrar una seguridad, mantenía una distancia para no tener una falta de respeta de él.

—De eso es seguro —coqueteaba con caballerosidad.  

La mujer tenía ya que regresar a su hogar, no quería preocupar a sus padres, aunque anhelaba por seguir escuchando las ocurrencia de este sujete que le hacía producir nervios. Un amigo del chico borracho, pidió un taxi para llevárselo y que no se cayera más sobre la gente.

—Adiós —se despedía Fernanda ante aquel hombre.

—Yo prefiero decir un hasta pronto, mi nombre es Maximiliano y soy de poca paciencia, no me gustaría esperar bastante tiempo en volverla a ver… —musitó tratando de ocultar que le estaba interesando pero la mujer negó con un gesto de alguna posibilidad de salir, el sin embargo, haría todo lo posible por saber un poco de aquella mujer con bonitos labios. — Dígame su nombre, al menos.

—Adiós Maximiliano —se despidió Fernanda con una sonrisa, dejándole con intriga.

Maximiliano se quedó allí parado, no hizo por insistir en una nueva salida, no era lo suyo. Aunque se dio cuenta que sonreía de forma boba, como cuando era joven, nada que ver con un hombre de 28 años en ese momento de su vida estaba enfocado en su éxito.

El hace tiempo, había entregado su corazón a la mujer equivocada, no valió la pena después de todo, siempre se protegía a sí mismo, fue claro con ella cuando le dijo que odiaba las mentiras y que justo tuvo que apuñalar con lo más sagrado para él, el amor.

Jamás era participe de una diversión, cuando terminaba de poner a prueba en todos los sentidos a una mujer, decidía si le contaría más que sea el 1% sobre el, de caso contrario no fingiría una sonrisa cuando no la sentía. La hipocresía no iba con él. 

Frio, reservado y desconfiado es como se sentía, guardaba recelo de esa fiera que le engañó con otro hombre, ni tiempo de venganza pudo tener, al ser descubierta de inmediato alistó sus maletas para irse de una vez. Se perdió por completo, Maximiliano se volvió sensible en silencio, era digno de poseer un atractivo físico, cuando volvió ser soltero, utilizó el sexo como calmar sus frustraciones, siempre iba dejando en claro por donde era sus intenciones.

Cada día pretende ser mejor que ayer, ambicioso con su negocio de pizza, más que todo dueño de bienes raíces.

Fernanda caminaba meditabunda, en muchas cosas de las vidas, en los que hubiera pasado, en su progreso como profesional, en la persona que tenía en ella, en las relaciones que tenía como experiencias. Finalmente de haber caminado un rato, ingresó a su hogar, fue abraza por sus dos traviesas hermanas pequeñas, Blanca y chocolate, así eran apodadas Soria y Glenda, la primera le ganaba por un año de edad a Glenda, casi como si fueran hermanas gemelas, la diferencia que la una es de piel clara cuando la otro de piel canela.

—Nanda, queremos ir al parque. Por favor, por favor llévanos —le rogaban a la mayor de los hermanos. Fernanda ni bien había ingresado a la sala y ya era atacada por esas preciosuras de hermanas, con su mirada buscaba la de su madre, quien era la única que podría salvarle de este mini problema,

—Casi, casi es de noche mis amores, otra día será —les habla pausadamente, tratando que ellas no hagan tremendo escándalo. –en cambio necesito recargar mis baterías para tener energía.

—Te dije que ella es como un aparato, necesita que la conecte a un cargador para poder avanzar y trabajar. Ella es un robot —Soria siempre le engañaba a Glenda por ser ingenua y menor.

—Para eso seriamos nosotras un robot —se defienda la otra, tratando de ella tener la razón y no su hermana mayor.

—Es la tecnología que avanza, antes no existían esos problemas, vinimos con fallas de fábricas también, la sociedad nos manipulan. Deben ser guerreras, ustedes nos podrán salvar de las ataduras del gobierno, ellos piensa en sí. Así que princesa Soria, princesa Glenda deben seguir estudiando —les informa sonando interesante Fernanda, recreando cuentos imaginarios basados en la realidad para motivarlas a que estudien sus hermanas, ellas les mira con ojos inocentes a Fer, dando por hecho que si harán caso a las palabras de aliento.




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