Suceso Inefable

Capitulo 6

—wau que mujer. Tu si no pierdes tiempo amigo… esa mujer es un ángel que por algo se cayó del cielo —babeaba sin pudor su amigo/empleado a Maximiliano, quien este no había dejado de mirarla hasta que se adentrara a su auto.

—Estaría ciego si no me doy cuenta de eso Erick —alardeaba con una sonrisa en su rostro, su corazón palpitaba un tanto acelerado de lo normal, soltando un suspiro en el aire de tranquilidad, es como si hubiese olvidado respirar inocentemente, su amigo de dio cuenta de inmediato.

—Max… ¿ya te enamoraste? —molesta.

— ¿yo? ¿Enamorarme? Para nada… aunque no te voy a mentir me interesa, veamos si estará a la lista de pasada o estabilidad —le confió bastante al oyente.

En el pasado, no tan lejano, había una linda pareja, se entendía a la perfección con alguna locura, siempre se deseaban, la pasión eran sin tabú, confiaban en el otro, eso es lo que pensó Max, el principal error fue la mentira que dijo Elisa, el trabajo fue la gota que derramó el vaso.

Ahora era reconocido por ser enigmático, solitario, la cual él se reía por la mala fama que le hacían, nadie podía juzgarle solo por el exterior, era mucho más en su interior, amaba con sinceridad, sensible, pero siempre reservado.

No le gustaba, es más odiaba que recibiese orden, por lo tanto ser contratado para trabajar en los sueños de otros no iba con él, sin duda. Tenía bien claras sus metas, era enemigo del fracaso, no perdía el tiempo en bobadas.

Leyó bastantes libros sobre el dinero, de cómo gente de abajo, que comenzó desde 0 ahora era uno de los multimillonarios más reconocidos: no robando, no difamando, no teniendo el mal concepto que la sociedad manipula los pensamientos del resto. Le hacía caso más a su inconsciente, es muy poderoso. Mandaba a la mierda a cualquiera que lo quisiera en el suelo.

Hijo de una pareja de amantes, producto de una noche excitante, no fue deseado el niño a primera instancian, pero la esposa de su padre, Anastasia, no permitió que pasaran los años y que esperase a que Ariel envejezca para que muriese y laminarse junto con el arrepentimiento. Ese final no le toleraría para su amor casi prefecto.

—Una hora más y se cierra el lugar —da la orden señalando a su amigo mientras que agarra su celular para llamar a su hermana, tenía apagado su celular por la poca batería que conservaba.

—Hola Maxi —escucha por el teléfono.

—hola Betsy ¿Qué sucede? A qué se debe tu llamado —la cuestionó de una vez a su dolor de cabeza, era una adolescente de 19 años, en realidad su hermanastra, risueña en ocasiones, por lo general es bastante seria.

—Maxi, necesito que muestras tu habilidades genéticas y mates a un hombre —habla enojada la muchacha, el tono en él que se expresa era de ira, podría su hermano imaginar su ya rostro pálido tomando un color carmín.

— ¿ahora quién te molestó? —respondió preguntando el que maneja en su auto para primero hacer un viaje por la farmacia en comprar pastillas a su madre.

—se trata de un idiota que intento besarme, puedes creerlo… sé que soy linda pero me canse de tener a mi alrededor a muchos idiotas, lo bueno es que el mundo es pequeño y obtuve información de él… yo creo más bien que debí estudiar algo referente a ser detective y que se yo pude haber ido al FBI, en menos de 5 minutos ya sé hasta dónde vive —podría ser muy maquiavélica esa flaquita cuando se lo propendía, Max la escuchaba con atención por el simple hecho que era la consideraba su hermana de sangre y era su protector, después de todo se entendía. —su nombre es Thomas Pall necesito que por lo menos lo asuste y haz que se aleje de mí.

El jamás estaba dispuesto a negar una venganza contra alguien, se lo tomaba muy enserio con su personalidad. Literalmente le gustaba ver a alguien se podría decir que sufrir, desde luego si se lo merecía.

—déjamelo todo a mí. Hasta luego —ni siquiera la espero a que contestase Betsy sino que le colgó.

Fue en compra por las pastillas de su madre, él iba a pasar la noche con ella porque estaba un poco enferma, estimaba mucho al ser que le dio la vida a pesar de los grandes líos que se metía ella, Max no se podía dar el lujo de abandonar a su madre, Isabela no lo hizo cuando era él era pequeño ¿Por qué haría algo así él? Ella se quedó viendo el progreso de su hijo,

Al estar ya en el hogar fue recibió por el abrazo cálido de su madre.

—Hola Hijo ¿Cómo estas Max? ¿Qué tal te fue en el trabajo? —se encontraba alterada como regularmente es su estado.

—Bien, por eso no te preocupes Isabela —la llamaba más por su nombre que por madre. Se sentó en comedor esperando que ella le servicie la comida, Isabela con todo el cariño así lo hizo.  

—y… ¿todo está bien contigo? Digo habló por esa mujer… no te has vuelto a ver con esa víbora —confesó susurrando ante la posible actitud de su hijo, puede que se vuelva un ogro comportase mal por la preocupación de su madre.

—por más que quiera no ver la jamás, eso es algo imposible, lo que estoy seguro es que ni más regresaríamos a una relación —declara mirándole a los ojos azules de ella, por quien heredó su belleza, realmente una mujer atractiva con una tristeza en su alma.

—sabes que es lo peor, que le regale una de mis joyas favoritas… se la llevó y todo porque pensé que se iban a casar. Ni vuelvo a cometer el mismo error otra vez —comentaba frustrada la señora.

Era joven Isabela, su cuerpo había desarrollado bastante aparentada alguien con mayor año de edad, se metió con el tipo equivocado, de allí nació Maximiliano, los padres de la mujer antes que se sintieran decepcionados, no les dijo nada y partió con una amiga suya. Aunque no se puso triste al dejarlos, su madre biológica había muerto, su padre la quería mucho pero casi no pasaba con ellas sino más en el trabajo, quien la cuidada era su madrastra la cual no era una mala bruja, simplemente nunca le dio tanta confianza a ella. Ahora ni idea si habrán muerto sus padres o no.




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