Suceso Inefable

Capitulo 15

— ¿y hasta cuando dejaremos de salir solo dos veces a la semana? ¿Qué somos, Fernanda? —tomó la iniciativa de hablarle serio, pero no enojado, quería saber si estaba jugando ella o de verdad quería intentar algo, desde luego Maximiliano ya quería tener todos los beneficios hasta el punto de rogarle ser su novia.

—Max que impaciente —confesaba burlándose sin ser exagerada, de pronto enderezó porque iba a pedirle la única regla importante que faltaba, y era definitivo si lo seguiría viendo como su novio o se valla. —si quieres que sea tu novia, necesito que pedirte algo.

El hombre quiso rodar los ojos, que mujer para más difícil, pero la escucharía, no había ya invertido tanto en ella como para dejarle el camino a alguien.  

—necesito que te hagas una prueba de enfermedades de transmitió sexual, yo también me hare una y si todo sale bien puedes preguntarme de nuevo si quiero ser tu novia, y quizás digo que si —sonó lo más serena que pudo, colocando un mechón detrás de su oreja, sonriendo. 

—Que no te has dado cuenta todo lo que he hecho por ti —esperaba esa respuesta Fernanda, debido que la mayoría de sus pretendientes contestaban, pero ella simplemente les decía: ya se, te lo agradezco. Muchos quieren las cosas fáciles sin probar cosas diferentes, cuando pedía, mágicamente esas personas desaparecían, capaz tenia herpes. 

—De acuerdo hermosa, mañana tendrás esa prueba —sonrió con amabilidad, con entusiasmo y admiración hacia la mujer que le acompañaba, realmente estaba convencido que quería estar con ella. —entonces eso podría significar que al fin habrá un nosotros. 

—Eso será maravilloso —confesó relajada, mirando su bebida, admitiendo que ella también esperaba eso, pero tena control de su corazón, sabría que valía pena a la hora de estar juntos, si habría un juntos, por supuesto.

No podía más, quería besarla por esa respuesta genial. Juraba que en su mente voló miles de pensamientos que ella diera un punto final, y se fuera.  

—Me alegra demasiado que Dios te haya puesto en mi vida, eres mi ángel —confesa, se le aceraba su corazón, no sabía qué hacer, era lo que siempre soñó, su mirada era genial, todo en ella era bello. 

Fernanda le agradaba que tuviera en la vida del hombre presente a Dios, y aunque desconozco el motivo de ese acercamiento, deseaba saber, porque casi nadie busca del cuándo está feliz, en el caos se encuentra la paz, lo sabe por experiencia.

No iba a arriesgar algo que está construyendo con ella, confianza, simplemente Fer un día pasó al frente suyo, y volvió esa ilusión de tomar el valor, de creer en algo que no se ve.

—Te has ganado mi admiración, sobre todo que respeto tu decisión, y como sé que estoy libre de enfermedades, me siento contento de que esta sea nuestra última salida como amigos.

Fernanda muestra su sonrisa, haciendo que sus pómulos resalten, dotan el atractivo de ella, le causa gracia sus palabras, pero ama esa seguridad con la que habla, no le gustaban a esos que no toman riesgo.

—Así parece —golpeó con su mano en la mesa de madera, siguiéndole la corriente. 

—Serás la reina de mi vida —le deseó saber Maximiliano, con esa mirada de cariño hacia Fernanda, de verdad el hombre hablaba con su corazón, lamentablemente no para la mujer.

No necesitaba una corona para sentirse una reina, sino para afirmar lo que era, y no era una princesa, jamás, de algo que le enseñó Anna de Frozen, no enamorarte por química, o deseo de sentirse amada. Gracias a sus compañeros de colegio que le dieron saber que por tener dinero, ser guapa, sería utilizada por una conveniencia.

Despertó de la realidad, no iba a permitir que le viesen la cara de estúpida.

La sociedad, queriendo ser juez, de lo que es real o falsedad, verdades y mentiras, son muy buenos en criticar, no viendo el proceso al éxito, la familia Pall vivió al borde las crises económicas, eran momentos que siempre iban a tener presentes, no olvidándose de donde vienen, desde un momento el señor Mike siempre tenía el pensamientos de tener miles de billetes por su familia, pensar en grande estaba en su sangre. Los libros cambiaron su vida, estuvieron presente, Belki aunque no tuviera ese afán de ser rica, lo que tenía presente era su fe a Dios, le honraba, lo adoraba, sabía que él tenía un propósito con ellos, sobre todo el infierno temblaba cuando una guerrera ora de rodillas, una madre enseñando a su hija.

Con el tiempo, fueron creciendo, tanto que ya habían comprado su propia casa, tenían un gran trabajo Mike, todo estaba de maravillas, las malas lenguas estaban allí, sin embargo, las hacían a un lado.

—Fernanda, es hora de regresar —le hacías señas con su mano en frente de ella, la oyente reacciona, siempre ocurría que recordaba cualquier cosa del pasado.

—Lo siento —se disculpa ella con Maximiliano. —creo que ya es hora de irnos.

—Pienso lo mismo, querida mi reina —dijo, seguido a esto ambos se levantaron, el a pesar de ya haber pasado meses, se le había hecho una costumbre ser caballeroso con ella, o quizás ya era su naturaleza. Al momento de salir del restaurante, no se habían percatado que comenzara a llover, era ya de madrugada, un sábado, se había hecho costumbre salir a esas horas, empezando soñando.

—pidiere un paraguas, no quiero que te enfermes —avisaba el mientras que de su celular ya colocaba en el contacto de pedir a un servicio por el pedido. Fernanda le detiene, con un rostro confuso.

— ¿por qué? ¿Por enfermarme? Max, me haces reír, solo me enfermare si pensare en eso —le contaba ella, el hombre de ojos azules le miraba extraño, no entendía nada. —me harías un favor.

La mujer se colocó en la calle, mientras alzaba sus manos al cielo, cerrando sus ojos, disfrutando del agua, era feliz estando bajo la lluvia. Maximiliano estaba parado allí, debajo de un techo, no sabía qué hacer, esa parte de libertad en ella la cual explotaba, desconocía, siempre le vio comportándose como dama, una mujer elegante.




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