Suceso Inefable

Capitulo 18

— ¿y mi beso? —pregunta el hombre tras esa mirada azulada, más atractivo que nunca se lo veía, su cabello dorado goteaba, y sonreía con picardía. Fernanda puso un rostro dudando, y finalmente un beso de segundo le dio. –eso no es un beso.

— ¿Cómo qué no? —contestaba con cierta burla ella.

—yo te voy a enseñar que es dar un beso —susurra con voz varonil, sintiendo esa sensación de algo tan delicioso como darle un mordisco a una sandía jugosa, y sentir toda esa vehemencia que provoca eso.

Le agarró su rostro entre sus manos, tomando sus labios para dar inicia a un apasionado beso, Fernanda le tomo por su cuello acercándole más, de pronto un ardor crecía, ni el agua podía quitar el calor de ellos, ella sentía que le iba a dar algo, dejo de saber cómo respirar el.

—ahora sí, ¿está claro como es un beso? —murmura riendo al fin.

—No tienes remedio, de cualquier modo me gustas —indagó la mujer sonrojada, intentando recuperar un equilibrio en su respiración. Maximiliano le dio un último beso en su frente, seguido a esto, le ayudó a salir de la piscina, agarrando una toalla, secándole delicadamente el cabello de su enamorada.

Ella pudo cambiar su mojada ropa, por una seca, sin ningún problema, no era necesario que comenzara a pedirle nada a Max, porque él siempre estaba atento a ella. La felicidad de ella, es felicidad de él, quiere un ángel, el cielo debía dar.

La sensualidad de Fernanda, era algo que ya por naturaleza realizaba, sin tener levantar nada a propósito, un regalo que para otros desconcentraba. Tenía la atención de todos, aunque casi nadie tenía la atención de ella.

Esa mujer amada por todos, bendita era, pero una fiera de verdad, nadie conoce del todo a una persona. Maximiliano huyó literalmente de la habitación en la que le dejó, para que se vistiera, le costaba tener que controlar sus pensamientos, cuando sus manos morían por tocarla, y menos aun después de ese beso en la piscina.

Fernanda estaba en el baño, y al ver el comportamiento de su enamorado, no dudo en sentirse feliz, sabía lo que provocaba, no cometía un delito, porque la sensualidad sin amor, es peor que el pecado. Tenía que mantener ese misterio, u otra le pasaría por encima.

Ingresa a la amplia cocina oscura, sentándose en una silla alta, apoyándose en el mesón. La gastronomía tenía toda la atención de Maximiliano, realmente se lo veía bastante bien en ese rol que se desenvolvía en la cocina, muy sexy con el delantal puesto.

De pronto sonaba su música favorita, imposible no bailar, a lo que Fernanda hizo tonar su presencia.

—que me cocines es magnífico pero que me cocines y bailes a la vez, eres el combo perfecto —la emoción de Fernanda se demostraba en sus ojos oscuros, brillando como nunca.

—A que no encontraras a alguien mejor que yo —el ego del hombre respondió, la mujer rodó los ojos, negando con la cabeza. Ella se ofrecía a cocinar, confesando que le ayudaría en lo que podía porque no era muy buena en esa rama. —y dejar que incendies mi cocina, de ninguna manera.

El ambiente era fresco, bastan risas escuchaban las paredes, los besos robados presente, un momento dedicándose a ser felices, hasta que las puertas automáticamente se abrieron, haciendo una entrada impresionante de Betsy.

—Hola hermanito, hola cuñadita —saluda con tranquilidad, pausadamente ella, los enamorados se miraban entre sí, anonadados por la vestimenta de monja que traía puesta ella. — ¿Qué pasa? ¿Por qué esas miradas?

—Mona ¿te eligieron en otro casting? —preguntaba un tanto inquieto Maximiliano, veía como los ojos almendrados de su hermana traviesa estaban más achinadas y rojos.

—no, decidí que voy hacer monja de por vida… todos los hombres son iguales —respondió un leve puchero, mientras su mirada era bastante triste. —no los interrumpo, estaré viendo una película triste. No me extrañen.

Betsy se instaló en la recamara de huéspedes, haciendo caso a su petición, mientras que Fernanda iba detrás de ella, para entablar una conversación.

—preciosa cuéntame ¿qué te ocurre? —el acercamiento de ambas mujeres era muy buena, de pronto en esos meses se habían convertido en amigas, unas locas que atormentaba a Max.

—Que los hombres son unos monstruo, con los chicos que he salido me decepcionan —se quejaba la muchacha al recordar esa lista que no era muy bienvenida en su vida, tanto que si era posible la borraría.

—Me dicen que soy muy exigente, que a este año mujeres como hombres deben dar la iniciativa, una relación 50/50 y lo detesto, mi padre y Max me han hecho saber que no es así, hasta tú me has confirmado… existía un pretendiente que me dijo para comer un helado, a lo que le respondí que le aceptaba una merienda porque el helado es siempre con mi madre o amigas… el muy estúpido no le gustó eso… —realmente ella si estaba molesta, su tono de voz expresaba eso.

—Así que me trató de interesada diciéndome, tú eres otra más del montón, las que el dinero solo impresiona a una floja sin aspiraciones… Puedes creerlo, me dijo floja cuando actualmente estoy grabando una novela importante…

—haber entonces las que si tenemos aspiraciones ¿nos tenemos que conformar con un hombre mediocre? Las cosas no son así Betsy, el hombre quería a bandeja fácil, vio en ti lo difícil que se molestó, imagínate que así es de pretendiente, y ahora de novio. Mi reina tú vales más que un simple helado —le aclaraba las dudas que tenía la muchacha, Fernanda dentro de sí, le daba ternura.

—Exacto, mis padres no me criaron de la mejor manera, para que alguien no sepa valorarme —se aferró a esas ideas inculcadas que le han enseñado, mientras con sus manos planchaba la tela puesta en ella.

—Y por favor, sácate ese vestimenta que no te queda ese camino a ti —molestaba con esa suave voz que poseía, la cuñadita como era llamada por Betsy, que esta se había colocado el traje por molestar, nada más.




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