Suceso Inefable

Capitulo 22

Una vez que Thomas haya regresado a su habitación, y las pequeñas estén viendo una película, era el momento en donde Maximiliano le contaría a su enamorada, uno de los pilares fundamentales de ambos era la confianza que se tenían, la sinceridad, habían quedado en claro sobre todo el en la comunicación, porque él lo sabía todo, y a ella nada se le podía ocultar.

—Te agradezco que hayas hablado con mi hermano, desde luego lo ayudare y de hecho mañana mismo seré yo quien valla al colegio, aunque me sorprende porque que a nuestro padre no le haya dicho nada —reconocía Fernanda mirando una palmera.

—A mi también, pero como vos dices, todo tiene su por qué —susurraba Maximiliano abrazándole, estaban acostado sobre una gran silla de esponja, mirando el mar. —sabes lo genial de esto, es que estamos juntos.

—estaría tan perdida sin ti.

—Bueno mi amor bello, ya debemos irnos a la casa de mi padre —le recordaba la invitación, no sin antes tomarle de las mejillas a la mujer, y besarla, ella le correspondió siempre con la sonrisa incluida. —Te amo tanto Fernanda Pall.

Maximiliano compitió con los demás autos, así pudieron llegar más rápido a la gran casa de playas, el hombre posaba su mano sobre la cintura y abdomen de la mujer,  mientras se saludaban entre el resto de la familia Andrade.

—Familia, buenas noches, ya llegue con mi futura bella esposa –no había necesidad de que Maximiliano gritara, su voz ayudaba mucho, la mujer de su lado, reía por el comentario, le gustaba que le presumiese, y habían hasta el punto de que topaban el tema del matrimonio, entre bromas, pero nada serio.

—que delicioso se vería en tu dudo anular un anillo, en cualquier momento quisiera que te convirtieras en mi cuñada —señalaba en esa dirección de la alianza de un matrimonio, Betsy, posiblemente haciendo indirectas.

—Tendrás que avisarme con tiempo para que mis uñas estén bonitas —exclamó observando sus manos con una sonrisa en su rostro, bromeando como siempre. Los presentes se reían. —señora Anastasia ¿Cómo está?

—Buenas noches Fer —le respondió la madrastra de Maximiliano, quien cada vez parecía no envejecer, desde los veinte años, su rostro lucia joven aun. –Y lamentablemente chao, me tengo que ir por trabajo pendiente. Familia Adiós, no sé cuándo regresare, pero disfruten mucho la velada.

—solo trata de que nos veamos constantemente, madre —suplicaba Betsy abrazando muy fuerte a la mujer quien se iba a su trabajo, a la isla Ap, Fernanda siempre había tenido opiniones negativas sobre el lugar, pero cuando conocía a Anastasia, todo cambio, sí, todo fue peor.

Sabia poco sobre el lugar, y con la información que le había dado Max, todo concordaba, si supieras lo que yo sé, harías lo mismo… ellos no tienen ningún límite moral, recordaba las palabras de Max.

—Que te valla bien Anastasia —respondió serio Maximiliano, tenían una relación tranquila, sin necesidad de afecto, sin necesidad de ignorarla. Lo que tal vez le podría molestar es que dejara a un lado a su padre enfermo.

Fue así como Fernanda y Maximiliano decidieron quedarse en pasar la noche allí, todo por la presencia del señor Ariel, hacerle compañía, y que se sienta en ambiente de familia.

—Mi hijo y su bella compañera —hizo una entrada de euforia el mayor de los Andrade.

—Don Ariel, se le ve mejor que la última vez —platicaba Fernanda, ya estando sentada a lado del padre de Maximiliano, para algunos le sorprendía la manera de ser tan alegre del señor que le tomó un cariño demasiado a la señorita Pall.

—La verdad, me estoy recuperando, me siento un muchacho de veinte años con ganas de bailar, aunque no entienda lo que dice esas letras de esos raperos —dijo Ariel entre risas.

—Ya somos dos —sonrió Fernanda.

—Entonces esta belleza se viene a bailar conmigo —Maximiliano extiende su mano hacia Fernanda, ella acepta acercándose hasta la pista de baile.

—El señor Andrade me invito a bailar —le molestaba Fernanda a su pareja. —eso sí que es inusual.

—Tú sabes que cuando se está enamorado, uno hace cosas para que la otra persona se sienta feliz —declaró moviéndose con agilidad y coordinando los pasos al ritmo de la música. —Y tú me haces muy feliz.

—Me alegra de provocar eso en ti —hablaba sin despegarse de esa mirada azulada que le gustaban demasiado, rodeaba sus brazos al cuello del hombre, colocando su cabeza en el pecho e inhalando ese aromo de su perfume favorito.

El ritmo lentamente de la música cambia a una más alegre, desenvolviéndose Fernanda, siendo más amigable y sonriente de lo normal, se llevaba muy bien con las demás, personas que ni Maximiliano lograba mantener una conversación larga.

Imaginar que todos dicen que enamorarle es a base de risas, pero sus risas son las que hace enamorar.

Es ella, ella, y solamente ella decía Max.

Vio que la mujer de curvas que le encantaba el, se acercaba contenta.

—Quiero descansar, ya es hora de retirarnos —hablo Fernanda de forma que el pudiese aceptar, y para manipularlo un poco, deposito un corto beso en los labios de él, situación que él no negó.

Sonreía, ella ganaba.

La diversión se había acabado y la pareja fueron a despedirse de los demás para que Fernanda descansara, se había divertido mucho, había quedado en dormir en la casa del hombre, durante todo el camino solo podía escuchar Max, un silencio, veía que la mujer cerraba sus ojos, de verdad estaba agotada.

Era ya de madrugaba, y sin embargo aun había autos en las calles por el feriado, gente tomando, y otros disfrutando sobrios, Maximiliano conducía tranquilo, esperando a que el semáforo rojo pase a verde, cuando fue así, siguió su camino, no percatándose que un auto de la otra calle no respetara la señal, Maximiliano pudo evitar un choque que estaba por suceder, aquel movimiento hizo asustar a Fernanda.




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