Suceso Inefable

Capitulo 24

— ¿Qué quiere decir eso? —preguntaba confundido Maximiliano.

—Que no me gusta mi vestido —dijo la mujer con un tono de voz seca, no se reía, tampoco lucia tan enojada, no expresaba nada.

—Créeme que estas hermosa con ese vestido —le hacía entender el hombre, no era tonto como para darse cuenta que no era inseguridad por lo que llevaba puesto, más bien, se trataba de una estrategia para sacar provecho a la situación.

—Aun así, no iré al restaurante con este vestido —Fernanda cruzaba de brazos, ni quiera mantenía un contacto visual quien manejaba.

—Ya la cena está reservada —exclama no contento Maximiliano. — ¿Haces esto por qué estas enojada?

—Tal vez —no quería darle toda su atención ella, si no le iba a llevar a comprar un nuevo vestido, que se olvidase de la cena. El hombre cambio de dirección, ya no dirigiéndose al restaurante, sino a un centro comercial, cuando llegaron, Max bajó del auto para abrirle la puerta a Fernanda, quien al estar ya parada en la calle, se le pone en frente al hombre, muy cerca.

—Ten —le hace la entrega de la tarjeta de crédito a la mujer de ojos oscuros, no le hacía gracia tener que gastar en un regalo improvisado. Fernanda notaba que él estaba molesto, pero ella ignoraba.

—Recógeme dentro de media hora —habló con voz firme la mujer, Maximiliano sorprendido, pero no dejándose de estar enojado respondió.

— ¡Solo se tiene que compra un vestido! —exclamó algo irritado, alzando la voz.

— ¿Por qué estas alzando la voz? —susurraba Fernanda, bajando el rostro, porque sabía que él estaba alterado y tampoco es como si ella quisiera que Max tenga ese enojo, debía bajar la guardia.

—Disculpa —dijo Maximiliano y automáticamente bajó el tono de su voz. —Pienso que solo debes comprar el vestido, e irnos, no veo cual es la demora de tener que pasarte a recogerte después de media hora.

—Yo no  me acosté contigo a la primera cita ¿cierto? —exclamo con un tinte de risa Fernanda, alzando su ceja porque tenía razón. Maximiliano sabía que eso era verdad, que las mejoras cosas siempre están se encuentra con paciencia, sin desesperación.

—Está bien Fernanda, vendré ya mismo —se despidió Maximiliano.

La mujer le sonrió más o menos, tampoco estaba que brincaba de la felicidad porque iba a comprar un nuevo vestido, bueno en realidad sí, pero en su mente también pensaba en las palabras del hombre.

De alguna forma tenía que hacerle entender que con ella nada que un simple “perdón” o “no se volverá a repetir” iban a funcionar, conocía la labia de los hombres, los libros de esos temas ayudaban a no ceder fácilmente, y evitar al corazón una herida por la mitad.

Caminaba despacio, sola paseándose por todo el centro comercial, viendo vestidos uno tras otros, finalmente había encontrado el indicado después de cuarenta y ocho minutos, recibiendo llamadas de Maximiliano que estaba en espera pero ella le convencía que ya iba a salir, cuando aún nada.

Finalmente había pasado una hora desde que estaba en busca de un nuevo atuendo, Maximiliano era de poquísima paciencia, y seguía esperando en el auto a que su adorada enamorada apareciese, de verdad, que ahora si empezaba a enojarse. El hombre por fin vio el rostro de ella, y de todas las cosa que en su mente pasaba, de regañarse por su falta de impuntualidad, se había esfumado al ver que era enserio que iba por un nuevo vestido, lo más sorprende fue, que una sonrisa se instalaba en su rostro.

Todo lo que se ponía Fernanda, le quedaba bien.

—A que me veo bien por ser bonita —ríe ella yendo hacia Maximiliano.

—Pienso yo que debemos ir a un lugar más íntimo —hizo aquel comentario con doble sentido el hombre, pero Fernanda no consideraba aun la idea de que después de la reconciliación seguía ese momento de placer.

—Pienso yo que debemos hablar sobre el tema —aclaró Fernanda para que su enamorado deshaga imágenes de su mente. —Y muchísimas gracias por este vestido precioso, Max.

Esa curva en sus labios de él, se instaló.

La mujer fue precisa con sus palabras, del porque sintió esa molestia del que no le haya avisado, confía en Max que él no había hecho nada, sí, pero que una situación así, no quería que se volviese a repetir. El hombre sentía tranquilidad al conocer más de Fernanda, y su forma de no exagerar un momento que hablando se puede solucionar, se prometió a si mismo que todo iba a mejorar.

Era de madrugada cuando Fernanda se encontraba en el silencio de su habitación, pensando y revisando fotografías de su primogénito. Era justo en ese momento, hace años atrás donde por primera vez se convertía en madre.

Una lagrimas rodaban por sus mejillas, dolía, dolor ver esos videos y tener que saber que ya nunca más iba verlo, dolía el hecho de que nunca le pudo decir mamá, dolía porque no quería lastimarlo, y el hecho de no haber sido mejor persona para él.

Tenía un futuro para él, desde que era adolescente había soñado con ser alguna vez madre, y cuando fue realidad aquel sueño, sintió un amor profundo y sin conocerlo. Esos momentos en donde ella se encontraba en el hospital, desesperada, en donde le pedía a llantos a Dios, de todo.

—Tu que eres madre, mamita Virgen, tu que conoces y entiendes del amor, te suplico, por favor, salva a mi hijo, tu que viste sufrir a tu hijo, ten piedad de mí, por favor. Yo me arrepiento de no poder cuidar al cien por ciento, y quiero remediarlo, haz que mi hijo, se salve, te lo suplico, por favor —un llanto fuerte se escuchaba, Belki que acompañaba a su hija, también tenía los ojos triste.

¿Cómo era posible que la historia se volviese a repetir en su hija? Pensaba la madre.

Y es que tiempo atrás, había perdido a su hijo también, uno que jamás pudo conocer. Fernanda tuvo duda e investigó del por qué le había pasado aquello, porque en este mundo, se obtiene respuesta que a lo largo de la vida, se nos aclara. Había sido un karma familiar, que todos padecen en el mundo, pero eso no enseñan en la sociedad. 




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