Sueño de una noche

Muerte y Reencarnación

Acabo.

Todo acabo.

Por fin el demonio Muzan ha caído y todo su legado de muerte ha perecido con él. Pero el precio Fue alto… muy alto.

Tú lo presenciaste todo, viste como tu maestro, tu salvador, tu amado luchaba dejando todo de sí. No podías estar a la par suya aunque quisieras, luchabas desde la distancia, puesto que los tentáculos de Muzan te impedían acercarte, apenas podías defenderte. En cambio los Pilares se defendían e incluso se sincronizaban para infligirle daño al demonio supremo a pesar de estar sumamente heridos y envenenados con su sangre: Ellos estaban a otro nivel. Himejima fue cortado, golpeado e incluso perdió una pierna, aun así se puso de pie con la ayuda de algunos Kakushi y siguió luchando con todas sus fuerzas, hasta el final…

Una vez que el demonio se desintegro por el sol corriste con todas sus fuerzas hasta donde él estaba, lloraste al verlo en tal estado, apenas le quedaban energías, los ayudantes estaban preparando medicina para atenderlo pero él se negó. No quiso que se desperdiciara en alguien que ya estaba por partir, por más que insististe no cambio de parecer. En sus últimos momentos pudiste ver como sonreía, estaba feliz. Estas segura de que los niños huérfanos que él tanto amaba vinieron a buscarlo para ir al cielo.

Pero aun así la tristeza de su partida te desgarro el alma. No podrías superar esto, era el hombre que más amabas en el mundo y se ha ido. Rogabas que, aunque sea en otra vida, pudieras volver a encontrarlo y poder cumplir el sueño de ser felices por fin.

Aunque luego de lo ocurrido te abocaste a la meditación y la religión de tu maestro, el budismo, tu alma no pudo hallar la paz. Permanecías atrapada en la tristeza de haber perdido a tu amor y tu ser se sintió inconcluso, como si faltara una importante pieza. Esto género que, cuando moriste, tu alma volviese a la tierra, ya no con el mismo cuerpo ni recuerdos, pero si con el anhelo de encontrar aquello que te faltaba, experimentar el amor verdadero.

— Creo que me permitiré soñar con este bello futuro, solo por esta noche, si es contigo.-

— Sensei, mantengamos este sueño y luego de derrotar a los demonios ¡Volvámoslo realidad…

Pronto la alarma del celular te despertó de tu sueño, con una mano la apagaste y trataste de recordarlo nuevamente, te concentraste pero ya era tarde, otra vez habías olvidado su rostro… Casi todas las noches soñabas lo mismo: un hombre, pero al despertar olvidabas su rostro y su voz, solo te quedaba una sensación de angustia, de vacío, como si hubieses perdido algo importante… hubo veces que incluso amaneciste llorando sin saber porque… era un sueño recurrente.

Trataste de no prestarle importancia puesto que hoy comenzabas la universidad y tenías que estar lista desde temprano ya que quedaba lejos. Desayunaste, tomaste tus cosas y saliste hacia la parada. Es la primera vez que vives sola, te mudaste a esa nueva cuidad para estar más cerca de la universidad, afortunadamente la casa de tu hermana mayor está cerca. Te hubieras mudado con ella y su familia pero la casa es pequeña y no querías estorbar. Además era una buena oportunidad para independizarte y hacer lo que querías sin que nadie te reproche nada. Lo único malo de independizarse era que tenías que hacer todo por tu cuenta: lavar, cocinar, asear… todas las cosas aburridas, pero valía la pena.

El día transcurrió sin mayores problemas, las clases, como recién comenzaban, llevaban un ritmo tranquilo, consiste a varias personas con las que compartías clase y te llevaste bien con ellos, esperabas que pudiesen ser buenos amigos en el futuro. Mientras salías de la Uni para volver a tu casa notaste que el celular no paraba de vibrar en tu bolsillo, era una llamada de tu hermana, así que atendiste rápidamente.

— Hola Ne san, ¿Qué pasa?

— Hola ____, disculpa que te moleste, sé que debes estar saliendo de la universidad pero me acaban de llamar del Jardín de Sayo, parece que se siente mal…

— ¡Oh no, pobrecita!- Tu sobrina Sayo era lo más preciado para ti, saber que se sentía mal te angustiaba mucho.

— Si, tal vez sea algo que le cayó mal, no lo sé, pero tanto su padre como yo aún estamos trabajando y no llegaremos pronto, quería saber si tu podrías ir a buscarla por mí y llevarla al hospital, yo me librare lo más rápido que pueda e iré también.

— Si claro, ¡no hay problema Ne san! Pásame la dirección y yo iré por ella.

— De acuerdo, gracias _____, sabía que podía contar contigo…

— No te preocupes, no hay nada que no haría por ustedes.

Tan pronto como colgaste el teléfono tomaste un taxi hasta la dirección que te había enviado tu hermana, no querías perder nada de tiempo. Al llegar bajaste y le pediste al taxi que te espere, fuiste a la entrada y tocaste el timbre.

— Hola ¿sí?- dijo una amable señorita con delantal rosa.

— Hola, vine a buscar a mi sobrina, Sayo, me dijeron que se sentía mal.

— Oh claro, pase, pase,- dijo dejándote pasar al recibidor,- iré a llamar a su maestro.

— Hum… sí, claro…- ¿Maestro? No sabía que los hombres podían ser maestros de preescolar, de seguro es algún chico tierno y delicado que le gustan los niños.

Pero grande fue tu sorpresa al ver que del salón salía un tipo tan grande como un oso, era tan grande que incluso tuvo que agacharse un poco para pasar por el umbral de la puerta, llevaba también un delantal rosa como la otra maestra pero a él le quedaba ridículamente pequeño y desentonaba totalmente con su apariencia. El sujeto emitía un aura seria e intimidante por lo que tragaste grueso cuando se acercó. Estabas tan distraída con su apariencia que no habías notado que llevaba en sus grandes y músculos brazos a tu pequeña sobrina que parecía aún más pequeña en brazos de ese gigante.

— ¿Usted es la tía de Sayo?- pregunto con voz profunda y grave haciendo que te sobresaltes.




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