Sueño de una noche

Recuerdos de otra vida

Esa misma noche volviste a soñar, pero esta vez el hombre de tus sueños recurrentes cobro nitidez y ahora su rostro podía verse claramente… era Gyomei, el maestro del jardín de Sayo.

Te levantaste agitada, sintiendo una vez más esa corriente eléctrica recorriendo tu cuerpo. ¿Porque sentías esto? ¿Sera alguna enfermedad? ¿Qué pasaba con ese hombre que, con solo verlo una vez, ya habías soñado con él?

Algo en ti anhelaba volver a verlo, así que unos días después le pediste a tu hermana encargarte tú esta vez de ir a buscar a tu sobrina al jardín. Al llegar notaste que había muchas madres en la entrada, todas charlando y cuchicheando como es costumbre. Tú te quedaste a un costado a esperar que fuese la hora de la salida pero entonces viste a una mujer que llamo tu atención por el llamativo color de su cabello rosa y verde. Cuando la joven y bella mujer se giró y pusiste ver su rostro tuviste la sensación de conocerla de otro lado, pero era imposible, recién habías llegado a la ciudad y no conocías tanta gente. La joven mujer se te quedo viendo un momento, se disculpó con la otra madre con la que estaba hablando y se te acerco.

— Hola, mucho gusto, mi nombre eso Mitsuri.- Oh rayos, vino a hablarme porque me la quede mirando.

— Mu… mucho gusto, yo soy____.

— Mucho gusto _______ ¿eres la mama de alguno de los niños?

— Oh no, no, soy la tía de Sayo, mi hermana no pudo venir entonces he venido yo…

— ¡Oh ya veo! Ya me parecía que eras tan joven….- Esa madre de actitud tan jovial y alegre te seguía recordando algo, así que juntaste coraje y le dijiste.

— Disculpe… creo que la conozco de algún lado… pero no estoy segura…-La joven mujer sonrió con amabilidad parecía saber de dónde se conocían.

— Puede que sí, nos hayamos conocido antes…mucho tiempo antes. - Metió la mano en su cartera y luego de revolver un poco saco de ella un panfleto,- Luego de esta noche puede que me recuerdes mejor. Ten, ven a nuestra tienda mañana, es estaremos esperando.

— De… de acuerdo.- dije algo confusa. Iba a preguntarle por qué luego de esta noche la recordaría pero justo en ese momento abrieron la puerta y los niños comenzaron a salir junto con sus maestros.

— Iré por mis niños, adiós _____.

— Adiós Mitsuri san.

Sin dudas ese fue un encuentro extraño.

Quisiste acercarte a buscar a tu sobrina, pero al ver que muchas madres se agolpaban en la entrada decidiste esperar un poco atrás, mientras tanto observabas a Gyomei, aquel hombre que se elevaba por sobre padres, madres y niños por varios centímetros de altura, y te preguntaste ¿Cuánto mide? ¿2 metros? Su figura te recordaba a cualquier jugador de básquet. Su apariencia no coincide en nada con este tipo de trabajo, siempre pensaste que los que trabajan con niños deben ser tiernos, lindos, pero aquel hombre poco le faltaba para ser un guardia de seguridad… ¿Porque un tipo así se adueñó tanto de tus pensamientos?

La respuesta era simple: te gustaba.

De repente Gyomei comenzó a mirar a todos lados entre el tumulto de gente, parecía preocupado, hasta que dio contigo, sonrió y se agacho para decir algo, luego alzo la vista y te hizo señas para que te acerques. Y eso hiciste.

La pequeña sayo estaba escondida tras la pierna de su maestro, pero al verte salió corriendo a tus brazos súper feliz. Al parecer ya era la última de aquel grupo.

— ¡Sayo! -Dijiste con alegría.- ¡Que feliz que estas!

— Sayo se estaba poniendo triste porque no veía a su madre,- comento el fornido hombre con delantal rosa,- pero le dije que ha venido su tía y se ha puesto contenta.

— ¿Es así?- le preguntaste a la pequeña.

— Si,- dijo la niña,- es que la tía me compra siempre dulces cuando sale conmigo.- Tu radiante sonrisa se apagó de inmediato, tu amada sobrina era una interesada, pero no podías decir mucho puesto que tú también lo eras, el motivo real de haber ido hoy era, en verdad, volver a ver a su maestro. El corpulento hombre al oír la respuesta de la niña se le escapo una risita, le causo gracia la sinceridad de la niña.

— Hmmm… no sé si te los comprare,- dijiste haciéndote la dudosa,- luego de lo del chocolate ya viste como te pusiste mala.- le contestaste.

— Es verdad lo que dice tu tía….tu tía…,-el moreno se quedó un momento y luego se dirigió a ti,- Disculpe, creo que nunca le pregunté su nombre.- Reconoce.

— Me llamo______.- Respondiste feliz de que se interesara en ti. El sonrió y continuo

— Tiene razón tu tía ________, No es bueno comer demasiados dulces.

— Unito…- dijo la pequeña haciendo su mejor cara de perrito mojado bajo la lluvia, esa cara te podía….

— Bueno, uno solo no te hará daño…

— ¡Si!- Festejo la pequeña volviéndote a abrazar. Tú por tu parte te volviste hacia Gyomei y dijiste.

— Gracias por cuidar de Sayo también hoy.- He hiciste una pequeña reverencia.

— Oh no es nada, es un gusto para mí cuidar de los niños.

— Bueno nos marchamos entonces…- dijiste con pena puesto que querías seguir hablando con él pero tampoco querías ser muy obvia.

— ¡Espere!- dijo el hombre justo antes que giraras para marcharte,- coméntele por favor a la mama de Sayo que pronto haremos una feria para recaudar dinero,- te explicaba ya con tono más serio y profundo, se ve que esa es su voz para hablar con adultos,- queremos comprar nuevos juegos para el jardín, necesitamos la ayuda de los padres para preparar todo, si ella o su esposo pueden venir…

— Oh, sí, ¡tenga por seguro que se lo diré!

— Muchas gracias _____ san.- Oírlo decir tu nombre con esa voz grave te hizo poner nerviosa de repente, tenías que salir de allí antes que notara tu sonrojo.

— Entonces adiós….- dijiste antes de comenzar a caminar en dirección a la salida.

— ¡Adiós sensei!- grito la pequeña.

— Adiós Sayo, adiós______!- dijo alegremente agitando la mano.

De camino a casa le compraste unos pocos dulces a tu sobrina, te encargaste de que los coma antes de llegar a casa para que tu hermana no las descubra, para hacer travesuras tenían una complicidad entre las 2.




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