Sueños al Alba :el Encuentro Prohibido

La Flor Encantada

Elysia se encontraba al borde del prado, sus dedos rozando la hierba alta. El sol descendía en el horizonte, arrojando un cálido resplandor dorado sobre el paisaje.

Sus ojos se posaron en una delicada flor, sus pétalos de un azul tan raro que parecían contener la esencia misma de la magia. La flor permanecía sola, como si la esperara hace ya una eternidad.

Elysia se arrodilló, su aliento entrecortado al tocar los pétalos. Sentía su suavidad como seda contra su piel. Nunca había visto algo así en su vida ordinaria.

De repente, el mundo a su alrededor se difuminó. El prado se disolvió en un torbellino de colores, y Elysia se sintió tan ligera. La flor pulsaba con energía, atrayéndola hacia su núcleo mismo.

Cuando el mareo se desvaneció, Elysia se encontró en un lugar diferente a cualquier otro. El aire olía a rocío y secretos antiguos. Árboles con hojas plateadas se alzaban hacia el cielo, sus ramas susurrando cuentos olvidados.

La luz aquí era diferente; no provenía del sol sino de las mismas plantas y piedras que formaban el paisaje. Brillaban con una luz tenue y etérea que iluminaba el lugar con una belleza sobrenatural.

Elysia avanzó cautelosa, cada paso lleno de asombro. Las flores que bordeaban el camino parecían danzar suavemente al ritmo de una música inaudible. Pequeñas criaturas, similares a luciérnagas pero mucho más brillantes, revoloteaban en el aire, dejando tras de sí estelas luminosas.

Se detuvo ante un claro donde un estanque reflejaba la luz mágica del lugar. El agua era cristalina y en su centro flotaba otra flor encantada, esta vez de un color violeta intenso que parecía absorber y reflejar la luz a su alrededor.

Elysia se inclinó para tocar la superficie del agua y al hacerlo, ondas concéntricas se expandieron por todo el estanque. La flor violeta comenzó a girar lentamente y, para su sorpresa, del centro de la flor emergió una figura etérea.

 

"Saludos, Elysia", dijo el ser con una voz que resonaba como el viento entre las hojas. "Soy Loyanara, guardián de estas criaturas ."

Has sido elegida, Elysia, para ser testigo de la magia pura que aún perdura en este mundo olvidado.”

Elysia, aún atónita por la belleza del ser frente a ella, encontró su voz. “¿Elegida? ¿Por qué yo?”, preguntó con un hilo de voz.

Loyanara sonrió, y su sonrisa parecía iluminar aún más el claro. “Tu corazón puro y tu alma valiente son raras en estos tiempos. La flor que encontraste esla Flor de Aetheris, una reliquia de tiempos antiguos cuando la magia fluía libremente entre todos los seres.”

Aquel ser tan hermoso y misterioso comenzó a esfumarse. 

Elysia se despertó con la sensación de que algo había cambiado. La habitación parecía la misma, con sus paredes de un azul suave y la colcha de patchwork que había heredado de su abuela. Pero algo en el aire sentía diferente, como si estuviera cargado de posibilidades.

Se levantó y se acercó a la ventana, empujando las cortinas para dejar entrar la luz del día. El jardín estaba tranquilo, las flores se mecían suavemente con la brisa matutina. Pero su mirada se fijó en una pequeña figura que descansaba sobre el alféizar.

Era una flor, pero no como cualquier otra que hubiera visto antes. Sus pétalos eran de un violeta profundo, casi irreal, y en su centro brillaba una luz tenue, pulsando al ritmo de un corazón.

Elysia extendió la mano con cuidado y tocó los pétalos. La flor era real, tangible, pero su tacto era como nada que hubiera sentido antes: cálido y vibrante, como si estuviera viva.

En ese momento, un recuerdo destelló en su mente: el prado, la luz mágica, Loyanara… ¿había sido todo un sueño? Pero entonces, ¿cómo explicar la presencia de esta flor extraordinaria?

Así continúa la historia de Elysia, una joven ordinaria y Loyanara, el noble guardián del amor incondicional y la belleza eterna.




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