Después de la visita de Jeaninne, él se dirigió a la oficina de su padre. Habló con él y salió sintiéndose sumamente molesto. Con determinación, armó una pequeña maleta, tomó su guitarra y salió de casa sin saber hacia dónde ir. Usó sus ahorros en efectivo y dejó su teléfono para no ser localizado. Caminó sin rumbo fijo y acabó en la estación del metro, donde decidió aventurarse.
Una vez en el vagón de pasajeros, mantuvo su mirada en el suelo. La preocupación lo había invadido, pero tenía algo claro en mente: no volvería. A pesar de ser atacado por unos jóvenes que le robaron todo lo que llevaba consigo, salvo su guitarra, la cual defendió con fiereza, su decisión de no regresar se mantenía firme. Afortunadamente, conoció a una joven amable, Solei, quien le inspiraba confianza.
Solei volvió a donde él permanecía y comenzó a limpiar sus heridas con cuidado. Al terminar, sonrió con dulzura, mostrando sus dientes blancos.
—¿Tienes apetito? Es algo tarde; debemos cenar. Prepararé algo, pero dame un momento —indicó con una sonrisa amable antes de retirarse a su habitación.
En su habitación, Solei se duchó para eliminar los restos de maquillaje de su rostro. Mientras tanto, Silvain esperaba pacientemente en la sala, revisando su guitarra con preocupación. Al abrir el estuche, descubrió algo importante que había guardado en él y sonrió al verlo.
—¡Ahora sí! —exclamó Solei, llamando la atención de Silvain, que rápidamente guardó lo que había sacado—. Vamos a preparar algo para comer.
Ella se dirigió a la cocina mientras él guardaba su estuche y lo dejaba a un lado. Luego, se unió a ella para ayudar en la cocina, aunque no tenía idea de cómo colaborar. Sin embargo, sabía que debía hacerlo.
Una vez que terminaron de cenar, se sentaron a la mesa y Silvain pensó: «Es la primera vez en toda mi vida que me siento relajado y tranquilo. Todo sabe mejor cuando se tiene libertad.» Al terminar, Solei preparó el sofá cama, sorprendiendo a Silvain, quien siempre había vivido con todas las comodidades del mundo y nunca había visto uno tan peculiar. Ella lo dejó solo para prepararse para dormir, exhausta por el ajetreado día. Apenas se tumbó en su cama, se quedó profundamente dormida.
A la mañana siguiente, Solei despertó más temprano de lo habitual para asistir a su ensayo. Con el espectáculo cada vez más cerca, todos los involucrados debían prepararse con esmero. Después de prepararse, salió de su habitación con sus cosas en mano y cruzó la sala hacia la cocina. Al escuchar ruido, Silvain abrió los ojos y se incorporó, sintiéndose desubicado por un momento.
—Te he despertado, lo siento mucho —se disculpó Solei, apenada.
—No hay problema, buenos días. ¿Dormiste bien? —preguntó Silvain con una sonrisa para tranquilizarla.
—Sí, muy bien, gracias. ¿Y tú? Espero que el sofá cama no haya sido muy incómodo.
—Para nada, muchas gracias de verdad por todo lo que haces. Te he causado muchas molestias.
—Ninguna molestia. Conocerte ha sido maravilloso. Hoy recuperaré tus pertenencias como te prometí.
—No sé cómo voy a pagarte todo lo que haces por mí, siendo un completo desconocido.
—Yo tengo una idea —replicó ella sonriendo—. Hoy tengo ensayo y mi amiga no puede acompañarme. ¿Te gustaría ir? Así no te quedarás solo. ¿Qué dices?
—No sé de qué se trate, pero acepto encantado la invitación. Así conoceré un poco el lugar, ya que una vez recuperemos mis cosas, tendré que aventurarme, así que será bueno conocer.
—Entonces, ve a prepararte mientras yo preparo el desayuno —indicó Solei con una gran sonrisa.
Silvain le devolvió la sonrisa con alegría y agradecimiento. Se sintió afortunado de haber conocido a Solei, una persona maravillosa. Recogió el lugar en el que había dormido y se dirigió al cuarto de aseo. Mientras tanto, Solei preparó el desayuno para ambos. Más tarde, el joven se reunió con ella, y juntos desayunaron conversando sobre varios temas antes de terminar de prepararse.
Finalmente, salieron del departamento de Solei, cruzaron algunas calles y un parque, el mismo donde la noche anterior fue atacado Silvain. Durante el día, el lugar no parecía peligroso y resultaba muy encantador, haciendo que el trayecto fuera agradable para él.
—¿A dónde vamos? —preguntó Silvain con curiosidad.
—A la Ópera de Garnier.
—¿¡La Ópera de Garnier?! —exclamó sorprendido.
La Ópera Garnier, también conocida como Palacio Garnier u Ópera de París, es uno de los edificios más emblemáticos de París. Napoleón III ordenó su construcción al arquitecto Charles Garnier, quien lo diseñó en el estilo Segundo Imperio. Es uno de los teatros de ópera y ballet más visitados del mundo y ha sido el escenario de numerosas obras literarias, teatrales y cinematográficas.
—Lo sé, es algo muy importante para mí. Por eso estoy tan nerviosa y necesito ensayar mucho; mi presentación es en unos días —dijo Solei, emocionada.
—No sé qué vas a hacer, pero estoy seguro de que lo harás increíble —respondió Silvain, contagiado por la emoción de la joven.
—Debo bailar frente a muchas personas —comentó ella, haciendo algunos movimientos de danza y girando alegremente hasta que tropieza. Silvain la sujetó por la cintura, quedando frente a frente—. Espero que esto no me pase en el escenario; sería vergonzoso.
—Estoy seguro de que brillarás como la estrella que eres, y yo estaré en primera fila aplaudiendo —dijo Silvain con seguridad.
—Eres muy amable —agradeció ella, recomponiéndose y volviendo a su lado—. Lo mejor será que nos demos prisa. Silvain, gracias.
Con una sonrisa en su rostro, Solei avanzó sintiendo su corazón latir con rapidez. Nunca había sentido una afinidad tan fuerte con alguien que apenas conocía, pero sentía como si lo conociera de toda la vida. Silvain la acompañó, agradecido por haber coincidido con una persona tan especial como Solei.