La noche apenas inicia, hace unos pocos minutos había apreciado el crepúsculo que anuncia la llegada de las estrellas y la hermosa luna llena que adorna el manto nocturno que tanto me causa admiración, puedo pasar horas sentada en mi terraza viendo la inmensidad. Sonrío al sentir que algo maravilloso me va a pasar hoy.
Enciendo la pantalla de mi celular para ver la hora y son más de las diez de la noche, no puedo creer como pasa el tiempo cuando disfruto de un refresco y música de fondo. Me levanto de la silla para regresar a mi habitación, ya es algo tarde y debo dormir para ir mañana a la escuela. No se me apetece, pero es lo que hay. Al cruzar la puerta llego a mi habitación, cada paso en la alfombra me cuesta más darlo, solo quiero seguir viendo el cielo nocturno y olvidar todo.
Me siento sobre la cama y suspiro. Me quedo viendo a la nada, mi madre entra a mi habitación sin tocar la puerta.
—Hola, hija. ¿Cómo te sientes? —me pregunta al sentarse a mi lado, no tengo ganas de hablar con ella, pero eso no le importa, así que debo hablar o ella no se irá.
—Estoy bien, solo quiero hacer algo diferente. Quiero que la vida me sorprenda y me haga sentir viva de nuevo —susurro esperando que mi madre no me escuche.
—La vida a veces es tan cruel que es difícil ver lo bueno que hay a tu alrededor, estoy segura de que te va a pasar algo muy bueno. Por ahora, descansa que mañana va a ser un gran día —me dice mi madre, mientras me da un abrazo y un beso en la frente.
—Gracias, mamá —le digo con una sonrisa a medias.
—Por nada, mi niña hermosa —dice ella al salir de mi habitación.
Suspiro y me quito la ropa para quedarme en una blusa gigante color, quiero dormir lo más cómoda que se pueda. El sueño me invade de un momento a otro, al cerrar los ojos, mientras estoy recostada sobre mi cama. Me quedo profundamente dormida que dejó de sentir las cosas que están a mi alrededor. Mi cuerpo entra en un estado de relajación tan profundo que solo quiero seguir dentro del sueño.
Abro los ojos, estoy en un bosque hermoso, no sé como llegue a este lugar mágico y asombroso, el viento es fresco, huele a flores y algo más que nunca había percibido. Me pongo de pie, la luna me da algo de luz para ver lo que hay a mi alrededor. Estoy sola en este lugar y no sé qué hacer, la verdad me da algo de miedo esta situación.
Me volteo a ver mi ropa, ya no traigo la pijama puesta. Ahora, tengo un traje negro de piel con escamas. Me cubre de la cintura hacia abajo y mis pechos, dejando ver mi abdomen, espalda y brazos. Todo esto me desconcierta, pero a la vez algo me dice que esto ya lo he hecho antes, los recuerdos de todo esto están algo borrosos.
Siento que algo está detrás de mí, que topa con mi espalda al voltear a ver me topo con dos majestuosas alas negras. No puedo creer lo que estoy viendo.
Estas se despliegan muy despacio, mientras siento una energía descomunal recorrer mi cuerpo, sé por la sensación que la he sentido antes y dejo que me embrague, aunque no sé en qué momento de mi vida la he sentido. Una fuerza interior que sale de lo más profundo de mi ser se apodera de todo mi cuerpo, es como si mi verdadera naturaleza emergiera de mis entrañas. Veo mis manos, las uñas ahora son afiladas garras, como las dagas de obsidiana.
Doy unos pasos hacia adelante, tratando de adaptarme a mis nuevas alas. Cada movimiento me resulta más natural, como si hubiera nacido para esto. El viento acaricia mi piel expuesta y la luna llena ilumina mi camino. Avanzo por el bosque, guiada por un instinto primitivo que me llama hacia lo desconocido.
De repente, escucho un susurro entre los árboles, un murmullo que se convierte en un gruñido gutural. Mis sentidos están más agudos; puedo escuchar los latidos de mi propio corazón y el crujir de las hojas bajo mis pies. Me detengo en seco y agudizó la vista. Entre las sombras, distingo una figura que se mueve con una velocidad antinatural.
—¿Quién anda ahí?— pregunto, tratando de mantener la calma.
Una risa baja y siniestra responde desde la oscuridad.
—Así que al fin has despertado, cazadora.
El tono burlón me irrita, pero también me llena de determinación. De la nada, un ser hermoso y atractivo emerge de entre los árboles. Es alto y delgado, con ojos rojos brillantes que destacan en la penumbra. Sus colmillos afilados relucen a la luz de la luna y sus garras parecen estar ansiosas por desgarrar.
—¿Quién eres?— exijo, mi voz firme pero llena de curiosidad.
—Soy una de las sombras que debes cazar,— dice el demonio con una sonrisa torcida. —Tu destino te ha traído aquí para enfrentarnos.
Sin dudar, levanto una mano y siento cómo una energía oscura y poderosa se concentra en mis palmas. No sé cómo lo hago, pero de mis manos surge una espada de sombras, tangible y mortal. La empuño con confianza, como si la hubiera manejado toda mi vida.
El demonio ruge y se lanza hacia mí. Nuestro primer enfrentamiento es feroz; esquivo sus ataques con una agilidad sobrenatural, y cada vez que mi espada choca contra sus garras, chisporrotean destellos de luz oscura. A medida que luchamos, los fragmentos de recuerdos empiezan a encajar. Recuerdo otros enfrentamientos, otros demonios y una misión que juré cumplir.
Con un giro rápido, logro golpear al demonio, hiriéndolo gravemente.
—Esto no ha terminado, cazadora,— sisea antes de desvanecerse en una nube de sombras.
Me quedo allí, respirando pesadamente pero con una sensación de logro. No sé cuánto tiempo llevo en este bosque ni cuántos demonios más tendré que enfrentar, pero una cosa es segura: he despertado a una parte de mí que estaba dormida, y estoy lista para enfrentar mi destino.
El bosque se silencia nuevamente, y mis alas vuelven a plegarse. Camino hacia la luz de la luna, con la espada de sombras aún en mi mano, sabiendo que esta es solo la primera de muchas batallas. Estoy lista para lo que venga, porque sé que en mi interior, soy una cazadora de demonios, y nada podrá detenerme.
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Editado: 10.06.2024